POPOL VUH 150

DESTACADOS, OPINIÓN, POPOL VUH

Por Mario Candia                                                                                                                         

13/06/25

EL SENADOR Hay políticos que nacen para el conflicto. Otros que hacen del poder un espejo donde calmar sus traumas. Y unos, como Gerardo Fernández Noroña, que convierten cada micrófono en una catarsis pública. El actual presidente de la Mesa Directiva del Senado no ejerce el liderazgo: lo dramatiza. No modera, actúa. No construye, desahoga.

RESENTIDO Noroña no está hecho para gobernar. Está hecho para gritar, para incendiar, para protestar incluso contra sí mismo. Cada intervención suya en tribuna es una dosis de terapia mal resuelta. Cada desplante, una escena que delata a un hombre en guerra con fantasmas que solo él ve. En el fondo, no tenemos a un legislador: tenemos a un resentido con fuero.

EL MARTIR PERPETUO Su narrativa es la del mártir perpetuo: el perseguido, el excluido, el no elegido. Desde hace años se victimiza por no haber sido incluido en el gabinete presidencial, y ahora convierte su cargo en tribuna de redención simbólica. Preside el Senado como quien ocupa un trono robado. No representa a la nación: la sermonea. No encarna al pueblo: lo regaña. No escucha: sentencia.

ACOMPLEJADO Si Noroña fuera paciente de un psicólogo, el diagnóstico sería claro: delirio de persecución crónico, complejo de inferioridad agudo y síndrome del falso redentor. Cree que todos están contra él, pero también cree que solo él puede salvar a los demás. Sus desplantes no son ideológicos, son sintomáticos. Confunde la rudeza con convicción, la confrontación con coherencia, y el resentimiento con justicia histórica.

EL EGO Su biografía política es la de un francotirador de izquierda que nunca aprendió a construir alianzas sin dinamitar puentes. Renunció al PRD por no soportar la jerarquía, se refugió en el PT porque le permitía ser el eterno agitador, y se acercó a Morena solo cuando vio en el lopezobradorismo una plataforma para su ego. Nunca fue institucional. Nunca quiso serlo.

HIPOCRESÍA Pero lo más preocupante no es su radicalismo, sino su hipocresía. Se dice anticapitalista, pero viaja en primera clase. Se asume “pueblo” pero se transporta en camionetas blindadas. Habla contra el imperialismo mientras vacaciona en Nueva York y en Europa. Predica la austeridad, pero vive como un senador de la casta dorada. Su discurso es una farsa sostenida por la rabia y el autoengaño.

SIMULACIÓN Noroña no representa una ideología: representa un trauma. Es el reflejo de una izquierda que no logró madurar, que cambió la lucha social por el espectáculo y la crítica al sistema por la simulación. En su figura se sintetiza el resentimiento de clase, el desprecio cultural a la élite educada, y la frustración de quién sabe que, aunque toque el poder, jamás será parte del poder real.

BERRINCHE IDEOLÓGICO Hoy, sentado en la silla más alta del Senado, Fernández Noroña no ejerce autoridad: expone su herida. Cada llamado al orden es un ajuste de cuentas personal. Cada intervención, un berrinche ideológico. La pregunta es simple: ¿cuánto daño puede causar una institución en manos de un hombre que nunca aprendió a gobernarse a sí mismo? ¿Y cuánto más puede tolerar el país que el resentimiento se confunda con representación?

Hasta el lunes.

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