Por Mario Candia
16/06/25
LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN RIESGO Decía Orwell que, en tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario. En México, hoy, ejercer el periodismo crítico ya no es solo revolucionario: es peligroso, ilegal, y, para muchos, mortal. La libertad de expresión, ese derecho que las democracias maduras protegen como piedra angular del Estado de derecho, es en este país una figura decorativa, una estatua con vendas en los ojos y mordaza en la boca. Las evidencias se acumulan y ya no permiten duda: vamos cuesta abajo por una pendiente siniestra de censura institucionalizada, intimidación oficial y violencia directa.
CAMPECHE En Campeche, Layda Sansores ha dejado claro que el poder no tolera disidencias. El caso contra el exdirector del diario Tribuna —vinculado a proceso y con orden judicial para no ejercer el periodismo— es un burdo montaje jurídico, una vendetta disfrazada de justicia. Ni siquiera importa que Jorge Luis González ya no estuviera en funciones: lo que se castiga no es la acción, sino el símbolo. El mensaje es brutal y directo: el que incomoda, se calla. Aunque sea a la fuerza.
PUEBLA En Puebla, el Congreso ha aprobado la que bien podría ser la ley mordaza más escandalosa del siglo. La mal llamada Ley de Ciberseguridad —promovida con el eufemismo de combatir el “ciberacoso”— habilita penas de cárcel por difundir contenidos “ofensivos” o “molestos”. ¿Quién define qué es molesto? El poder, claro. La ambigüedad no es descuido: es estrategia. Lo que viene es la persecución de usuarios, activistas, periodistas y cualquier voz incómoda que se exprese en redes. El gobierno quiere que pensemos dos veces antes de tuitear; y si no lo haces, que lo pienses desde la cárcel.
CIRO GÓMEZ LEYVA Y luego está el caso de Ciro Gómez Leyva. La Fiscalía General de la República concluyó que fue Nemesio “El Mencho” Oseguera, líder del CJNG, quien ordenó el atentado en su contra. ¿Qué tan jodido está el país cuando los cárteles deciden quién puede hablar en televisión? ¿Qué tan podrido está el sistema cuando un periodista necesita blindar su camioneta para sobrevivir? La respuesta es obvia. Y lo peor: ni siquiera ese intento de asesinato provocó una condena contundente del presidente o su partido. El silencio también mata.
LATINUS Pero la violencia física no es el único método. En Los Ángeles, simpatizantes de Morena acosaron públicamente a Carlos Loret de Mola. Gritaron, insultaron, filmaron. La turba digital, convertida en escuadrón físico, ya no solo lincha en redes: persigue en aeropuertos, embajadas, calles. La crítica no se responde con argumentos, sino con hostigamiento organizado.
SOBERBIA Y para rematar, Gerardo Fernández Noroña —presidente de la Mesa Directiva del Senado desde el arranque de esta legislatura— obligó públicamente al abogado Carlos Velázquez a disculparse por un altercado menor en el aeropuerto. No importa que no sea periodista: lo relevante es el uso intimidatorio del cargo, el abuso del micrófono, la teatralización del poder como escarmiento. Lo que Noroña hizo no fue defender una institución: fue exhibir a un ciudadano para alimentar su narcisismo autoritario. Y eso, desde la presidencia del Senado, que ocupará hasta agosto, es un símbolo profundamente inquietante.
LEY DE TELECOMUNICACIONES Y como si todo esto no bastara, Claudia Sheinbaum ensayó en días recientes su propia intentona de censura oficial. La iniciativa enviada por su equipo pretendía dar al Ejecutivo facultades para “bloquear portales de internet” sin orden judicial. Así, a la discreción de quien gobierne. Era la pesadilla autoritaria convertida en ley. Solo la presión pública la hizo recular, pero el amago fue clarísimo: el nuevo régimen quiere controlar también el ciberespacio, silenciar medios digitales, portales independientes y voces incómodas.
DEMOCRACIA MUTILADA El periodismo en México ya no se ejerce con pluma: se ejerce con chaleco antibalas, con abogados a la mano y con el miedo instalado en la rutina. El gobierno de la “transformación” ha sido, en los hechos, el más hostil contra la libertad de expresión en décadas. Más de 47 periodistas asesinados en el sexenio de López Obrador, más leyes punitivas, más linchamientos digitales y más desprecio por el disenso. La mordaza ya no es metáfora. Es política pública. Y es hora de decirlo con todas sus letras: la democracia mexicana está siendo mutilada desde el poder.
Hasta mañana.