Por Mario Candia
17/06/2025
MES DEL ORGULLO Junio es el mes del Orgullo, pero en México la celebración se entrelaza con el luto y la resistencia. La bandera multicolor ondea en plazas y perfiles digitales, pero en muchas calles del país lo que prevalece es la amenaza, la burla, la invisibilización. En pleno 2025, vivir abiertamente como una persona LGBTI+ en México sigue siendo un acto de valentía, y en algunos casos, una sentencia de muerte.
CRÍMENES DE ODIO Entre 2018 y 2023, al menos 453 personas LGBTI+ fueron asesinadas por razones vinculadas a su orientación sexual o identidad de género. Solo el año pasado, el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio documentó 66 homicidios con motivación homofóbica o transfóbica. La población trans, en particular, vive bajo fuego cruzado: México ha sido consistentemente el segundo país del mundo con más asesinatos de mujeres trans, registrando más de 145 transfeminicidios en seis años.
SUICIDIO Pero los crímenes no son solo los que dejan cuerpos tirados en la calle. También están los que dejan cicatrices invisibles: el 40 % de la comunidad LGBTI+ sufrió algún tipo de discriminación solo el último año. La salud mental está en crisis: más del 50 % de las y los jóvenes LGBTQ+ han considerado el suicidio, cifra que se eleva aún más en adolescentes trans o no binarios. No es una exageración decir que, en este país, muchas personas sienten que es más seguro morir que salir del clóset.
INVISIBILIDAD Y mientras esto ocurre, el Estado calla. O peor: retrocede. La invisibilización institucional se ha vuelto norma. La narrativa oficial evita los temas de diversidad sexual como si se tratara de una moda pasajera o una concesión incómoda. La polarización política ha dado alas a los sectores conservadores que, con ayuda de discursos importados desde Estados Unidos —particularmente con el resurgimiento del trumpismo—, buscan desmantelar los avances logrados por décadas de lucha colectiva.
CLOSET SIMBÓLICO Trump no necesita estar en Palacio Nacional para influir en México. Su discurso creacionista, antiderechos, ha permeado en redes, púlpitos y curules. El efecto es sutil, pero brutal: se estimula el miedo al “adoctrinamiento”, se promueve la familia “natural” como trinchera moral y se toleran discursos de odio disfrazados de libertad de expresión. El resultado es un regreso simbólico al clóset, donde el silencio vuelve a ser el refugio más seguro. Y ese silencio es una forma de violencia.
DIVERSIDAD En medio de esta tormenta, hay luces que resisten. La figura de Wendy Guevara, ganadora de un reality show nacional, se volvió símbolo de orgullo, autenticidad y triunfo colectivo. Su victoria, con más de 18 millones de votos, fue también una bofetada a quienes sostienen que México no está listo para la diversidad. Pero ni Wendy ni nadie debería cargar sola con la bandera de la representación. Su éxito no puede ser pretexto para ignorar los asesinatos, las expulsiones escolares, los despidos, las golpizas ni los suicidios.
AGENDA LGBT EN RIESGO La sociedad mexicana está fracturada. La polarización ha alcanzado niveles que amenazan con tragarse todo: el debate público, las libertades civiles, los derechos conquistados a pulso. Y cuando una sociedad se polariza, los primeros en pagar los platos rotos son siempre los más vulnerables. Las personas LGBTI+ no solo están en riesgo de ser invisibilizadas: están en riesgo de ser borradas.
RESISTENCIA El mes del Orgullo no debería ser una fecha para el marketing o la autocomplacencia institucional. Debería ser, más bien, una jornada de memoria y alerta, de denuncia y resistencia. Porque mientras haya cuerpos apilados en morgues por crímenes de odio, mientras haya adolescentes temiendo hablar en casa, mientras haya gobiernos que legislen con la Biblia en la mano, el orgullo seguirá siendo una trinchera. Y en esa trinchera, no cabe la neutralidad.
Hasta mañana.