POPOL VUH 156

DESTACADOS, OPINIÓN, POPOL VUH

Por Mario Candia

23/06/25

CENSURA México está a punto de cruzar un umbral que pocas democracias se atreven a pisar: el del control estatal de la conversación digital, disfrazado de “regulación moral”. Pero hay que decirlo sin rodeos: no se trata de proteger a los niños, ni de combatir el odio, ni de evitar las “fake news”; se trata de institucionalizar la censura, castigar la crítica, borrar la sátira, acallar la disidencia. Y lo más obsceno de todo es que quienes encendieron la hoguera del odio ahora fingen espantarse por las llamas.

POLARIZACIÓN La polarización política en X —antes Twitter— no nació sola ni fue un efecto colateral del debate democrático. Fue sembrada desde Palacio Nacional, abonada con descalificaciones diarias en la mañanera, y regada por un ejército de bots, cuentas anónimas e influencers de nómina que convirtieron la red en una guerra de trincheras. El ex presidente Andrés Manuel López Obrador no solo dividió al país entre “sus aliados” y “los conservadores”; instaló un discurso de odio institucional desde la tribuna más poderosa del país.

HIPOCRESÍA Ahora, ese mismo régimen —que ha utilizado las redes como muro de propaganda y linchamiento— busca imponer un marco regulatorio que criminalice el disenso. Y mientras en la realidad tangible del país se roba, se huachicolea, se protege al crimen y se simula justicia, en el mundo virtual pretenden imponer un código moral que nunca tuvieron. La doble moral digital: ladran con cinismo y se ofenden con hipocresía.

CONTROL La historia tiene ecos inquietantes. En Turquía, el régimen de Erdoğanimpulsó una ley para controlar redes sociales bajo la excusa de combatir el “contenido dañino”. El resultado: periodistas encarcelados por tuits, medios clausurados por compartir investigaciones, y una población digitalizada, pero silenciada. En Nicaragua, Daniel Ortega decretó en 2020 la llamada “Ley Especial de Ciberdelitos”, que castiga con cárcel la difusión de “noticias falsas” sin definir qué es falso ni quién lo decide. Hoy, esa ley es el principal instrumento para encarcelar opositores.

TERRITORIOS GLOBALES ¿Es ese el modelo que pretende emular la Cuarta Transformación? ¿Un país donde un meme puede ser considerado un delito y un hashtag, una amenaza a la seguridad nacional? En México, el discurso oficial ha logrado una hazaña perversa: convertir la crítica en traición, el humor en odio, y la sátira en delito. Lo que no entienden —o no les importa— es que las redes sociales no son plazas públicas reguladas por el gobernador en turno. Son territorios globales con reglas propias, diseñadas para permitir el flujo libre de ideas, incluso las incómodas. Nadie está obligado a estar ahí. Quien entra acepta los términos del juego. Pero lo que no puede aceptarse es que, bajo el disfraz de la legalidad, se pretenda meter a juicio lo que alguien piensa, comparte o comenta.

LEY MORDAZA Lo que sigue es claro: persecuciones ejemplares, carpetas de investigación por publicaciones incómodas, demandas por “violencia digital” cuando en realidad se trata de memes o sátira política. La mordaza se disfraza de ley, y la ley se usa como garrote.

EL DERECHO A DISENTIR Hoy más que nunca, hay que defender el derecho a disentir. Porque cuando un régimen se arroga el poder de decidir qué se puede decir y qué no, ya no estamos ante un gobierno democrático, sino frente a un Estado inquisidor con algoritmos y policías digitales. No se trata de proteger a las víctimas del odio, se trata de blindar al poder de sus propios fracasos.

Hasta mañana.

Compartir ésta nota:
Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp