Por Mario Candia
26/0525
GEORGE ORWELL En estos tiempos aciagos, donde el fuego revolucionario se ha domesticado en cómodos sillones de cuero y camionetas blindadas, conviene volver a leer a los verdaderos profetas del siglo XX. No, no hablo de Marx ni de Juárez, mucho menos de Juanga. Me refiero a George Orwell, ese inglés flaco, tuberculoso y lúcido, que entendió antes que nadie cómo se tuerce la esperanza y se maquilla la represión con discursos de salvación.
ANALOGÍAS Dos de sus obras siguen más vivas que muchos funcionarios: “Rebelión en la granja” y “1984”. La primera es una fábula sobre cómo una revolución termina devorándose a sí misma. La segunda, una distopía sobre el control total, donde la historia se reescribe, el pensamiento se vigila, y la obediencia no es una opción, sino un reflejo condicionado. ¿Suena familiar?
LA REBELIÓN EN LA GRANJA En México, la autoproclamada Cuarta Transformación llegó como aquella rebelión de los animales. Derrocó al viejo régimen —el del PRI dinosaurio, el PAN mojigato y el PRD en ruinas— para instaurar el reino del pueblo. Pero bastaron seis años para que los nuevos cerdos aprendieran a caminar en dos patas, vestir guayabera de lino fino y levantar la ceja con desprecio ante cualquier animal que no balara al unísono. La consigna “Primero los pobres” mutó a “Primero los míos”, y el sueño de igualdad se volvió un juego de lealtades. Ya no importa la verdad, sino la narrativa. Se acabaron los garrotes del viejo poder; ahora basta una mañanera, una estampita y un algoritmo.
EL GRAN HERMANO Y hablando de algoritmos: el Congreso pretende convertir la CURP —esa anodina Clave Única de Registro de Población— en el nuevo collar digital del Gran Hermano. El pretexto es la eficiencia, la modernidad, la interoperabilidad del Estado. La realidad: vigilancia, control y, por supuesto, una nueva base de datos para saber no solo quién eres, sino qué piensas, a quién sigues, qué votas y qué callas.
UNIVERSO 4T En el universo orwelliano, el Ministerio de la Verdad reescribía la historia todos los días. Aquí tenemos el INEGI, que ya prepara sus nuevas estadísticas de pobreza sin necesidad del incómodo CONEVAL, convenientemente desaparecido. Como dijo Napoleón en la granja: “Las cifras no importan, si los que las presentan saben obedecer”.
1984 ¿Y qué decir del doblepensar? En “1984”, se nos enseña a creer dos ideas contradictorias al mismo tiempo. Aquí, se combate la corrupción asignando obras sin licitación. Se defiende la soberanía entregando el país al Ejército. Se presume un gobierno feminista en medio de un país en ruinas para las mujeres. Todo es posible cuando el pensamiento crítico se reduce a hashtags y el disenso se castiga como traición.
CULTO AL LÍDER Y por supuesto, el culto al líder. No hay Gran Hermano, hay “el presidente más honesto de la historia”. No importa si el crimen organizado gobierna territorios, si el sistema de salud es una ficción, si los desaparecidos son legión: mientras el rostro del líder aparezca en pantalla, todo está bien.
ADVERTENCIA George Orwell escribió para advertirnos. Nosotros, en cambio, lo leemos como si fuera un guionista más de Netflix. Nos cuesta trabajo distinguir entre ficción y boletín. Hemos llegado al punto en que “1984” no se enseña en las escuelas porque podría ser considerada propaganda opositora.
URGENCIA Pero aún estamos a tiempo. Hay que volver a leer. No con nostalgia, sino con urgencia. Porque si dejamos que el Estado convierta nuestra identidad en un código QR, nuestra historia en propaganda y nuestra conciencia en una estadística, no será culpa del sistema. Será nuestra, por pastar felices en la granja.
Hasta mañana.