Por Mario Candia
18/07/25
VACUNACIÓN Hubo un tiempo en que México era ejemplo mundial en vacunación infantil. Un país capaz de llegar, literalmente, hasta el último rincón de su geografía para aplicar una vacuna, con brigadas, refrigeración móvil, cartillas bien impresas y padres que sabían que vacunar era cuidar. En los años noventa, la cobertura superaba el 95 %. Para 2015, México ya había alcanzado el 100 % de cobertura en el esquema básico, según datos de la Organización Panamericana de la Salud. Era la envidia de América Latina y un referente técnico para la Organización Mundial de la Salud. Un logro de Estado, construido con décadas de planificación pública, no con aplausos ni ocurrencias.
ARRASARON Entonces llegó la Cuarta Transformación. Y no solo se desmontó el sistema de compra consolidada de vacunas, uno de los pilares del abasto y la cobertura, sino que se desmanteló todo un entramado institucional que durante décadas sostuvo uno de los programas más nobles del país: la vacunación universal. En nombre de la supuesta honestidad, se arrasó con lo que funcionaba. En nombre del pueblo, se dejó al pueblo sin protección.
CERO DOSIS Según una investigación de El País, en 2024 más de 341 000 niños en México no recibieron ninguna vacuna. Ni una sola. Cero dosis. El número de “niños invisibles”, como les llama la OMS, aumentó en 119 000 en solo un año. México representa ya el 25 % de todos los niños sin vacunar en América Latina, y el 2.4 % del total global. Ninguna de las 14 vacunas del esquema infantil alcanzó el umbral mínimo del 90 % de cobertura. La vacuna contra la hepatitis B apenas llegó al 63 %. La DTP3 que mide inmunización contra difteria, tétanos y tos ferina cayó al 78 %, situando al país entre los nueve con peores coberturas en todo el continente. La comparación duele: estuvimos entre los mejores, y ahora compartimos tablas con Haití y Venezuela.
SARAMPIÓN Y no se trata de estadísticas abstractas. El sarampión, enfermedad que se creía erradicada, ha regresado con fuerza. México enfrenta ya el peor brote del siglo, con más de 3 360 casos confirmados y al menos nueve muertes. Enfermedades prevenibles regresan no por fatalidad ni castigo divino, sino por abandono institucional. Por decisión política.
NEGLIGENCIA A nivel global, la alarma también ha sonado. Según la OMS y UNICEF, más de 14.3 millones de niños en el mundo no recibieron ni una sola vacuna en 2024. Y si bien hay países con enormes limitaciones estructurales, México destaca por su caída estrepitosa, pese a tener capacidad instalada, personal capacitado y una larga tradición en inmunización. No fue la pobreza. No fue la pandemia. Fue negligencia deliberada.
OBLIGACIÓN El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, lo advirtió: “Muchos países están descuidando la inmunización, y esto puede costar vidas. Necesitamos voluntad política y acción urgente”. La directora de inmunización de la OMS, Kate O’Brien, advirtió que incluso pequeñas caídas en las tasas pueden desatar brotes que colapsan sistemas enteros de salud. Y Catherine Russell, directora ejecutiva de UNICEF, fue clara: “Millones de niños siguen sin protección contra enfermedades prevenibles. Vacunar no es una opción. Es una obligación”.
EXCUSAS Pero en México, todo eso parece irrelevante. El gobierno federal desmanteló el Seguro Popular, los institutos de alta especialidad, los esquemas de compra y distribución, y la planificación multianual en salud. Hoy la Secretaría de Salud opera como un cascarón sin presupuesto, sin dirección y sin presencia real. Los estados y municipios cargan como pueden con la responsabilidad, pero sin los recursos ni el respaldo federal que alguna vez existieron. Mientras tanto, se acumulan las excusas, se sobreactúan los aplausos y se despliegan cortinas de humo con trenes, aeropuertos y espectáculos patrióticos, mientras la salud pública se hunde.
PIONERO La tragedia es doble porque este país ya sabía cómo hacerlo. México fue pionero en América Latina al implementar el Programa Ampliado de Inmunización desde los años ochenta, incorporó esquemas completos y gratuitos antes que muchas economías más ricas, y logró coberturas ejemplares durante más de dos décadas. Incluso fue de los primeros países en ofrecer la vacuna contra el virus del papiloma humano a niñas en edad escolar. Todo eso se construyó con décadas de inversión pública, trabajo técnico, brigadas rurales, confianza ciudadana y un compromiso de Estado.
ABANDONO Pero llegó un gobierno obsesionado con el mito de que todo lo anterior era corrupto. Llegó la arrogancia de los iluminados, que prefirieron destruir antes que mejorar. Y hoy los niños pagan el precio. Porque no se trata solo de burocracia: se trata de vidas. Las vacunas salvan entre 3.5 y 5 millones de vidas al año. Eso lo dice la OMS, no la oposición. Abandonar la vacunación es abandonar a los más indefensos.
RETROCESO ¿Y ahora qué? ¿Quién asume la responsabilidad? ¿Quién repara el daño? ¿Quién le devuelve a ese niño sin BCG, sin pentavalente, sin neumocócica, la oportunidad de crecer sano? No hay marcha atrás inmediata. El tiempo perdido se traduce en riesgo real: más enfermedades, más muertes, más presión hospitalaria, más dolor evitable. Y lo peor: si no se actúa hoy, el retroceso será irreversible. No hay soberanía que justifique la muerte por sarampión. No hay discurso que justifique un niño sin vacunas.
LOS OLVIDADOS Vacunar es gobernar. Es la base del contrato social. Es la primera línea de defensa del Estado frente a la fragilidad de la vida. Y mientras la propaganda repite que “primero los pobres”, los más pobres son también los más expuestos, los más desprotegidos, los más olvidados.
QUEDO ESCRITO La Cuarta Transformación podrá presumir sus obras, sus cifras y sus narrativas. Pero ya quedó escrito en las estadísticas de la OMS: 341 mil niños mexicanos quedaron sin vacunas en 2024. Y en la salud pública, como en la historia, el que abandona lo esencial pierde el derecho a gobernar.
Hasta el lunes.