POPOL VUH 181

Por Mario Candia

28/07/25

LA POPULARIDAD Alguna vez presumieron que gobernaban con el pulso del pueblo. Que eran la voz de la mayoría. Que las encuestas no mentían. Andrés Manuel López Obrador hizo de su popularidad un bastión inquebrantable, y nunca descendió del segundo lugar global en los rankings de líderes mundiales. Claudia Sheinbaum heredó no solo esa retórica, sino también ese lugar de honor. Pero hoy, a tan solo meses de haber asumido la presidencia, la narrativa comienza a resquebrajarse: según el más reciente ranking de Morning Consult, Sheinbaum cayó al sexto lugar, con apenas 53 % de aprobación. Ya no es la voz del pueblo; apenas alcanza a ser su eco.

LAS GIRAS Y no es que falten giras, aplausos o promesas. En los últimos dos meses, la presidenta ha recorrido el país inaugurando hospitales como si fueran sucursales de campaña. Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Tabasco, Sinaloa y también San Luis Potosí, donde encabezó la apertura del Hospital General IMSS-Bienestar en Río Verde. En cada uno de esos actos se repite el mantra: ya no hay desabasto de medicamentos, pronto habrá atención médica integral, los médicos llegarán a los pueblos más alejados, y para el 2027 todo estará resuelto.

LA REALIDAD Mientras tanto, en Ciudad de México, un joven de 25 años, Yair Tavera, vivió en carne propia el verdadero estado del sistema de salud. Tras fracturarse la mano, fue atendido —si se le puede llamar así— en el Hospital de Traumatología del IMSS. Pasó dos días sentado en una silla, sin teléfono, sin ropa, sin comida digna. Dormía vestido con una bata ajena, sin privacidad ni atención real. La fractura fue mal diagnosticada, el tratamiento erróneo y la rehabilitación inexistente. Lo documentó El País, y su caso es uno más de miles que ni las giras presidenciales ni los informes oficiales alcanzan a ocultar.

LA SIMULACIÓN Yair no está solo. La salud pública no duele solo en la capital. En Oaxaca, Sonora, el Istmo y muchos otros rincones del país, miles de trabajadores de la salud han protestado por falta de pagos, condiciones precarias y despidos encubiertos. Muchos de ellos forman parte del programa “Salud Casa por Casa”, esa iniciativa que se presume como vanguardia humanista pero que ni siquiera garantiza salarios a tiempo ni insumos suficientes.

LAS PROTESTAS Pero quizás el episodio más revelador ocurrió también en la capital del país: trabajadores del IMSS-Bienestar que protestaban frente a las oficinas institucionales fueron encapsulados y desalojados por la fuerza pública. Enfermeras y médicos, los mismos que durante la pandemia fueron llamados “héroes”, hoy son tratados como amenazas. Paradójicamente, esos mismos cuerpos de seguridad han permanecido invisiblesfrente a protestas violentas contra la gentrificación en colonias como la Juárez o la Roma, donde encapuchados destruyen vidrios y agreden a civiles bajo la bandera de “resistencia anticolonial”, sin que nadie los toque. A ellos, pareciera que los protegen.

LA NARRATIVA El gobierno insiste en decir que todo va bien: 2 millones de cirugías programadas, 30 millones de consultas en puerta, 100 millones de atenciones proyectadas. Y sin embargo, la realidad insiste en gritar lo contrario. Las camas están llenas, las farmacias vacías, los quirófanos cerrados, los trabajadores hartos y los pacientes desahuciados por la burocracia. El plan de salud integral —ese que supuestamente estará listo en 2027— no resuelve el dolor de hoy. No es que falte voluntad. Es que sobra simulación.

LA REALIDAD El desgaste de Sheinbaum no es un accidente estadístico. Es consecuencia directa de un modelo que invierte más en cortar listones que en surtir recetas. La salud de papel no cura, no atiende, no respeta. Solo disfraza. Por eso la popularidad se cae. Porque en la sala de urgencias, no hay encuesta que valga.

Hasta mañana,

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