Por Mario Candia
4/08/25
SEGALMEX Dicen que los pobres no sólo son primero, también son los primeros en ser traicionados. El fraude de Segalmex —ese Frankenstein creado por la 4T para alimentar al pueblo— terminó devorando 15 mil millones de pesos con una eficiencia digna del crimen organizado. Y no lo decimos nosotros, lo dicen los números, los reportajes y ahora también un libro: Licencia para robar, de Zedryk Raziel y Georgina Zerega, cuyo adelanto publicado por El País deja en claro que el “hoyo negro” de esta administración tiene nombre, rostro y padrino.
CORRUPCIÓN Seguridad Alimentaria Mexicana nació con una promesa: comprar productos del campo a precios justos para llevar comida a los más pobres. Pero el sueño justiciero terminó en saqueo: contratos fantasma, pagos por productos que nunca llegaron, empresas sin dirección, un esquema de desvío casi calcado de La Estafa Maestra, pero en esteroides.
PROTECCIÓN SELECTIVA El cerebro del desastre fue Ignacio Ovalle, viejo conocido de la política mexicana, amigo entrañable de AMLO desde los tiempos de COPLAMAR y convertido en una especie de reliquia viviente de la izquierda nostálgica. Su único mérito: la lealtad ciega al presidente. Su única defensa: “me engañaron”. Así justificó López Obrador que no lo tocara ni con el pétalo de una investigación. En lugar de enfrentar la justicia, Ovalle fue premiado con otro cargo público y un salario de más de 150 mil pesos mensuales. Una canonjía institucionalizada. Porque en la 4T, la impunidad también se decreta por decreto moral.
SILENCIO Mientras tanto, los operadores menores sí cayeron: más de diez detenidos, entre ellos Manuel Lozano —exdirector de Comercialización— arrestado por Interpol en Argentina. También han sido procesados Carlos Dávila, Roberto Rivera y otros tantos que participaron en contratos fraudulentos como el de los 142 millones por azúcar que nunca se entregó. Pero al verdadero arquitecto del desfalco no se le toca. Ni se menciona. El silencio presidencial sobre Ovalle no es omisión: es protección.
CINISMO El libro lo deja claro: Segalmex fue el fraude insignia del sexenio. Más escandaloso que el de Estafa Maestra por su volumen. Más cínico por su discurso. Y más trágico por su objetivo: los más pobres. De los 9,500 millones detectados por la Auditoría Superior de la Federación, apenas 2,700 han sido reconocidos oficialmente como desvío. Y nadie habla del resto. ¿Dónde quedó ese dinero? ¿Quién lo embolsó? ¿Por qué no hay una sola sentencia firme?
VERGÜENZA Y si aún hay quien duda del fracaso moral de este sexenio, basta con mirar lo que Segalmex simboliza: la podredumbre dentro de un organismo nacido con supuesta vocación humanista. Fue tal el bochorno que el gobierno de Sheinbaum optó por sepultar mediáticamente a la dependencia, bajándole el perfil y aislándola del discurso oficial. Un elefante blanco que huele a cadáver.
MANUAL Lo peor no es el robo. Lo peor es la traición disfrazada de redención. Es que se robe a nombre del pueblo. Que se use la narrativa de la justicia para cometer injusticias. Que se cite a Juárez mientras se protegen ladrones. Que se diga “no somos iguales” y luego se repita el guión más rancio del PRI: el de la impunidad selectiva. Licencia para robar no es sólo el título de un libro: es el manual de operación de este gobierno. Y Segalmex, su capítulo más vergonzoso.
Hasta mañana.