Por Mario Candia
5/08/25
CAMUS El mundo no se ha vuelto más cruel, sólo más cínico. Las instituciones repiten discursos vacíos como salmos huecos, los poderosos glorifican al verdugo si sirve a su causa, y el ciudadano —ese dios menor— va olvidando cómo era respirar sin miedo o pensar sin permiso. No estamos perdidos por falta de brújula, sino por exceso de mentiras. En este contexto, la voz de un hombre muerto hace más de medio siglo resuena con la fuerza de un trueno: Albert Camus.
REBELIÓN LÚCIDA Camus no prometía cielos ni revoluciones. Sólo propuso algo más difícil: mirar al abismo y no parpadear. Dijo que la vida era absurda porque el ser humano pide sentido y el universo calla. Y sin embargo —y ahí está la chispa de su genio— no invitó al suicidio ni a la rendición. Llamó a la rebelión lúcida: vivir como si la vida tuviera sentido, aunque no lo tenga.
MÁSCARAS Hoy México es un teatro del absurdo. Un país donde se liberan criminales por tecnicismos y se persigue a periodistas por preguntar. Donde las víctimas deben demostrar su pureza para ser escuchadas, y los corruptos sólo necesitan una camiseta guinda para ser absueltos. El crimen ha dejado de ser delito y la impunidad es doctrina de Estado. ¿Qué diría Camus ante este desfile de máscaras?
LIBERTAD Diría que no hay redención en el poder. Que la justicia no habita palacios, sino conciencias. Que el verdadero rebelde no es el que grita, sino el que se niega a mentir. Camus entendió lo que pocos políticos comprenden: que ser libre no es hacer lo que uno quiere, sino no hacer lo que uno desprecia.
SÍSIFO En El mito de Sísifo, propuso imaginar al hombre empujando su piedra cuesta arriba, sabiendo que caerá de nuevo, pero sin ceder. Eso somos los que todavía escribimos, denunciamos, marchamos, amamos. Somos Sísifo con los huesos rotos, pero con la frente en alto. Porque aunque el sistema nos condene al fracaso, nosotros elegimos no ser cómplices.
CAOS Camus no fue un moralista, fue un lúcido. No pidió sacrificios, sino decencia. Su ética no era dogma, era resistencia: vivir sin traicionarse, aunque eso signifique estar solo. Y por eso incomoda. Porque no ofrece consuelos ni justificaciones. Sólo la responsabilidad radical de ser uno mismo en medio del caos.
DIGNIDAD La política ha sustituido la verdad por el relato. Ha cambiado la justicia por la conveniencia. Ha hecho del oportunismo una virtud y del cinismo un estilo de gobierno. En este país donde todo se compra —la ley, la memoria, el silencio— Camus nos recuerda que hay cosas que no deben venderse nunca: la palabra, la dignidad, el límite.
EL PODER La verdadera revolución hoy no está en tomar el poder, sino en no permitir que el poder nos tome a nosotros. En decir “no” cuando todos aplauden. En escribir cuando nos piden callar. En creer, aunque sea a solas, que la verdad aún vale más que la obediencia.
URGENTE Por eso, que nadie nos engañe: no hay libertad donde hay miedo. No hay justicia donde hay propaganda. No hay futuro donde reina el olvido. Y no hay filosofía más urgente que la de quien, como Camus, se atreve a vivir sin consuelo, pero sin doblegarse.
Hasta mañana.