Por Mario Candia
14/08/25
EL MARCO Judith Butler no es un eslogan, es una caja de herramientas para desarmar discursos. Filósofa estadounidense, referente del feminismo y de la teoría queer, se hizo célebre por demostrar que el género no es algo que “somos” sino algo que “hacemos” bajo presión social. En Precarious Life y Frames of War, llevó la discusión más lejos: ninguna vida es vista ni valorada fuera de un “marco”, esa estructura invisible que decide qué muertes se lloran y cuáles se olvidan, qué violencias se condenan y cuáles se toleran como parte del paisaje. El marco selecciona lo que vemos, otorga o niega valor y condiciona la respuesta institucional. Y lo más peligroso: naturaliza la exclusión hasta volverla invisible.
MUJERES Desde el Palacio Nacional, la XVI Conferencia Regional sobre la Mujer arrancó con aplausos, luces y el lema triunfalista “Llegamos todas”. Claudia Sheinbaum, primera presidenta de México, habló de construir mil centros de cuidado infantil y de la “sociedad del cuidado” como si fuera el umbral de una nueva era. El aniversario número cincuenta de la primera conferencia mundial de la mujer ofrecía la excusa perfecta para la foto histórica. Pero si aplicamos el lente de Butler, la instantánea se vuelve incómoda: el marco de la conferencia excluye a las que no llegaron porque fueron asesinadas, desaparecidas o silenciadas por un sistema que no las reconoce como vidas dignas de protección.
DESIGUALDAD La economía mexicana sigue siendo un laboratorio de desigualdad. Solo el 45.6% de las mujeres participa en la actividad económica, frente al 75% de los hombres. La brecha salarial promedio ronda el 15%, y el trabajo de cuidados no remunerado sigue siendo una trampa invisible que sostiene el engranaje productivo. El “cuidado” que hoy se anuncia como política de Estado es el mismo que durante décadas se dio por sentado como obligación natural femenina. Ahora se promete institucionalizarlo, pero sin detallar cómo se romperán las inercias que impiden que esa infraestructura llegue a todas y no solo a quienes ya están dentro del marco de protección estatal.
PROGRESISTA En el terreno de los derechos, el aborto es legal en buena parte del país gracias a resoluciones de la Suprema Corte y a la presión de los colectivos feministas. Sin embargo, el acceso real se ahoga en trámites, objeciones y disparidades regionales. El gobierno se proclama progresista, pero la garantía plena de un derecho básico sigue dependiendo del código postal. El marco, otra vez, filtra quién sí y quién no.
MADRES BUSCADORAS Y luego está la violencia, ese espejo roto donde el lema “Llegamos todas” se quiebra en mil pedazos. Más de 125 mil personas desaparecidas, cientos de feminicidios cada año, un índice de impunidad que roza la perfección para los agresores. Madres buscadoras que excavan la tierra con las uñas mientras, en el Salón Tesorería, se redactan comunicados que prometen “no dejar a nadie atrás”.
JUSTICIA Butler tendría claro que el problema no está en el eslogan, sino en el marco que lo sostiene. Un marco que tolera la muerte y la desaparición como ruido de fondo, que convierte el cuidado en una medalla política antes que en una red universal, que confunde presencia con igualdad y fotografía con justicia. El “Llegamos todas” debería llevar un asterisco: todas las que sobrevivieron a la violencia, al abandono y a la indiferencia institucional. Sin ese pie de página, el lema no es un logro; es una postal para la historia oficial, mientras la historia real sigue escribiéndose en fosas y expedientes empolvados.
Hasta mañana.