POPOL VUH 207

Por Mario Candia
3/09/25

SOMA Aldous Huxley imaginó en Un mundo feliz un régimen tan perfecto que la libertad era un lujo innecesario. La gente no sufría, no dudaba, no discutía. Todo estaba diseñado para el confort de los sentidos y la quietud del pensamiento. Aquel Estado Mundial repartía soma, la droga que borraba las aristas de la realidad y convertía el descontento en mansedumbre química.

PROGRESO Algo de eso resonó en el primer informe de la presidenta Claudia Sheinbaum, donde la palabra “progreso” fue servida como bálsamo universal. Crecimiento económico, seguridad en camino de resolverse, programas sociales como bendiciones perpetuas… un país sin sobresaltos, donde las contradicciones se evaporan en la retórica oficial. Como en la novela, la promesa es clara: estabilidad a cambio de crítica; orden a cambio de pluralidad.

ANESTESIA Porque la consumación de Morena al frente de los tres poderes de la República no es un dato menor: Ejecutivo, Legislativo y un Judicial reformado para obedecer, todo bajo un mismo mando. Una hegemonía que recuerda más al viejo PRI de manos firmes que a las democracias con contrapesos incómodos. Huxley lo describiría bien: la felicidad del consenso obligatorio, la unanimidad como anestesia.

PARAÍSO PROMETIDO El informe presidencial, más que rendición de cuentas, pareció una ceremonia de fe en el futuro inevitable. ¿Quién podría oponerse a un gobierno que da y reparte, que construye trenes y reparte becas? El discurso, como el soma, adormece las preguntas incómodas: ¿qué pasa con la violencia? ¿con la transparencia? ¿con los megaproyectos que devoran selvas y presupuestos? Preguntar es casi una grosería cuando el país avanza hacia su paraíso prometido.

RUIDO En Un mundo feliz, los disidentes eran exiliados a islas lejanas para no perturbar la serenidad colectiva. En la 4T, basta llamarlos conservadores, neoliberales, enemigos del pueblo. La crítica es tratada como ruido, no como parte esencial del debate democrático.

OBEDIENCIA Huxley advertía que una sociedad sin dolor ni conflicto también renuncia a la profundidad humana. México, bajo esta hegemonía tersa, corre el riesgo de convertir la pluralidad en pieza de museo, un vestigio del pasado que algún día tuvo sentido. Y quizá mañana, cuando despertemos del soma político, descubramos que la felicidad oficial era solo otro nombre para la obediencia.

Hasta mañana.

Compartir ésta nota:

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp