POPOL VUH 212

Por Mario Candia

10/09/25

CULTURA En el Presupuesto de Egresos 2026 la cultura volvió a ocupar el lugar que la política mexicana le ha reservado desde hace décadas: la de un lujo innecesario, prescindible, fácil de recortar. El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura perderá casi mil millones de pesos y el INAH también verá reducido su presupuesto, justo cuando más se necesita invertir en conservación, difusión y educación. El mensaje es inequívoco: pensar, crear, investigar y preservar no son prioridad.

PAN Y CIRCO Pero, curiosamente, nunca faltan recursos para la fiesta. Ahí está el ejemplo reciente de la Ciudad de México, que desembolsó más de diez millones de pesos para un concierto de Polymarch. La anécdota no es que la pachanga exista —toda sociedad tiene derecho a la música y al baile—, sino que el dinero fluye con generosidad hacia lo inmediato y se niega con tacañería hacia lo estructural. Siempre hay presupuesto para bocinas gigantes, nunca para bibliotecas silenciosas. Pan y circo, versión siglo XXI.

FORMACIÓN DE PÚBLICOS El contraste no es banal. Porque la cultura no es entretenimiento elitista ni pasatiempo para minorías; es, en palabras de la UNESCO, el cuarto pilar del desarrollo sostenible, junto a lo económico, lo social y lo ambiental. Sin cultura, un país puede crecer en PIB pero se encoge en ciudadanía. La cultura forma criterio, memoria y cohesión social. Un concierto dura dos horas; un libro, una obra, una excavación arqueológica o un programa de talleres dejan huellas en generaciones enteras.

MEMORIA Recortar a la cultura es condenar a la sociedad a vivir sin espejo ni ventanas. Es decretar que no importa quiénes somos, de dónde venimos ni hacia dónde vamos. Es privilegiar el estruendo sobre la reflexión, la euforia efímera sobre la memoria permanente. Y lo más grave: es desconocer que la cultura también es prevención. Una biblioteca cuesta menos que una cárcel; un museo vivo evita que la historia se distorsione; un taller comunitario ofrece a los jóvenes una alternativa distinta a la violencia.

CAPRICHO Los gobiernos suelen defender estos tijeretazos con argumentos de “austeridad”, como si la cultura fuera capricho de privilegiados. Pero la verdadera austeridad es intelectual: se apuesta por el olvido en lugar del conocimiento, por la propaganda en vez del pensamiento crítico. Y así, mientras se multiplican los festivales mediáticos, se abandonan los cimientos que podrían sostener una ciudadanía más libre y consciente.

INVERSIÓN La cultura no es gasto: es inversión en futuro. Quien la recorta no solo mutila presupuestos, mutila también la capacidad de un pueblo de reconocerse y transformarse. La pregunta es simple: ¿qué país queremos ser?, ¿uno que sepa bailar hasta el amanecer o uno que, además de bailar, sea capaz de pensar, crear y debatir su propio destino? Porque al final, un país puede sobrevivir sin fiesta, pero jamás sin memoria. Y lo que hoy se le arrebata a la cultura no es dinero: es el derecho de las próximas generaciones a tener voz propia.

Hasta mañana.

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