Por Mario Candia
3/10/25
WHAT IF Imaginemos, por un instante, que México ya contara con una Academia Nacional de Mandos Policiales. Un espacio donde las policías municipales de todo el país recibieran formación de calidad, con programas especializados en investigación, inteligencia social y operación táctica. Una institución con financiamiento garantizado, un marco legal sólido y certificaciones oficiales que dieran prestigio a sus egresados.
FRAGILIDAD Si esa academia existiera, quizá el panorama sería otro. Tal vez las corporaciones municipales, tan débiles y abandonadas, dejarían de ser presa fácil de la corrupción y el crimen organizado. Tal vez la ciudadanía tendría policías mejor preparados, con herramientas reales para enfrentar la violencia cotidiana que asfixia colonias, comunidades y barrios. Y tal vez, por fin, se habría roto el círculo vicioso de improvisación, precariedad y abandono que condena a la seguridad pública a ser el eslabón más frágil del Estado mexicano.
BOTÍN Pero ese escenario sigue siendo hipotético. La academia todavía no existe. Apenas es una propuesta que, vale decir, presentó el alcalde de San Luis Potosí, Enrique Galindo, ante la Asociación Nacional de Alcaldes. Fue recibida con entusiasmo, pero el entusiasmo es apenas el primer escalón de un camino lleno de trampas. Porque en este país las mejores ideas suelen naufragar en los mismos arrecifes: la falta de recursos, la falta de voluntad política y la tentación de convertir cualquier institución en botín partidista.
MILITARIZACIÓN ¿De qué serviría tener planes, manuales y certificaciones si los municipios no invierten en salarios dignos, si los estados siguen regateando apoyos y si la federación mantiene su obsesión con la militarización? ¿Cómo evitar que la academia, de existir, no termine convertida en un elefante blanco más, con aulas vacías y edificios caros, pero sin impacto real en las calles?
IMPROVISACIONES Pensar en lo que podría ser sirve para desnudar lo que hoy no es. La seguridad en México sigue dependiendo de improvisaciones, de operativos espectaculares que se diluyen con el tiempo y de policías municipales abandonados a su suerte. La academia imaginada muestra, por contraste, el tamaño del vacío institucional que padecemos.
URGENCIA Quizá por eso resulta significativo que la propuesta haya surgido desde lo local. Un presidente municipal, con recursos limitados, tuvo la audacia de plantear lo que debería haber nacido desde el centro del poder federal. Eso revela tanto la urgencia del problema como la parálisis de quienes deberían estar encabezando las soluciones.
DESAFÍO Soñar con una academia nacional de mandos policiales es legítimo. Pero el verdadero desafío es que ese sueño no se quede en hipótesis ni en discursos. Porque mientras seguimos preguntándonos qué pasaría si existiera, en las calles los ciudadanos ya saben perfectamente lo que pasa cuando no existe.
Hasta el lunes.