POPOL VUH 235

Por Mario Candia

16/10/25

EL DESAMPARO El amparo nació como el último refugio del ciudadano frente al poder. Su propósito era simple y casi sagrado: ponerle freno a la arbitrariedad. Hoy, ese refugio se reforma con bisturí político. Lo que debería ser una actualización técnica de la ley se ha convertido en una operación de control: una amputación silenciosa al músculo más importante del Estado de derecho.

LA JUSTICIA El nuevo texto de la Ley de Amparo —votado en medio de una mayoría disciplinada y un debate envenenado por consignas— busca “ordenar” los abusos, pero lo que realmente consigue es restringir el acceso a la justicia. Se endurece el concepto de “interés legítimo”, se debilita la suspensión de actos de autoridad y se obliga a tramitar en línea incluso a quienes no tienen internet. En otras palabras: se simplifica el trámite, sí, pero para el poder, no para el ciudadano.

EL ESPÍRITU La reforma no solo cambia párrafos, cambia el espíritu. Limita la posibilidad de que un juez detenga de inmediato un acto inconstitucional, reduce los márgenes del litigio colectivo y, en su versión más perversa, exime de ciertas garantías a entidades públicas. El mensaje es inequívoco: el Estado se blinda de sus propios abusos.

LA DISIDENCIA Y ahí aparece la voz de Olga Sánchez Cordero. Exministra, exsecretaria de Gobernación y una de las juristas más experimentadas del país. Su abstención en la votación no fue una omisión, fue una advertencia. Dijo, con la mesura de quien conoce los cimientos del sistema judicial, que “no era la manera de plantearla”. Su crítica, más técnica que política, exhibió lo que la mayoría prefirió callar: que el amparo no se puede restringir sin erosionar el equilibrio entre poder y justicia.

EL PUEBLO La paradoja es brutal. Una administración que se presenta como adalid del pueblo promueve una reforma que complica el acceso a su principal herramienta de defensa. Un gobierno que se dice progresista reforma un derecho que nació de las entrañas del liberalismo decimonónico. Y una mayoría legislativa, que debería proteger el interés público, actúa como notaría del Ejecutivo.

LA CONCIENCIA Sánchez Cordero encarna la grieta: la conciencia jurídica dentro de un movimiento político que no tolera disidencias. Su voto particular no detuvo la reforma, pero sí dejó constancia de que aún hay voces que no están dispuestas a sacrificar el principio del amparo —la protección frente al abuso— en el altar del poder.

LOS EXCESOS Porque más allá del tecnicismo legislativo, lo que se está discutiendo es quién puede decirle “no” al Estado. Y en esta reforma, el “no” se vuelve casi imposible. El amparo fue concebido para protegernos de los excesos del poder. Si ahora el poder decide cuándo y cómo se puede ejercer, lo que queda no es justicia: es obediencia. Y en México, cuando la justicia obedece, el ciudadano se queda solo ante el Leviatán.

Hasta mañana.

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