Por Mario Candia
21/10/25
UASLP Las paredes de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) han sido el escenario de una constate búsqueda de saber. Hoy, sin embargo, esa noble misión se ve sacudida por un episodio que sacude también lo más profundo: el bienestar, la dignidad y la seguridad de una estudiante de la Facultad de Derecho.
DENUNCIA La denuncia de una presunta agresión sexual en pleno recinto universitario no es solamente un hecho que exige investigación: es un llamado —urgente— a revisar las estructuras que permitieron que algo así pudiera ocurrir, y que pondrían en jaque la confianza depositada por cada alumno, docente y padre de familia.
PROTESTAS Los estudiantes se alzaron, tomaron instalaciones, exigieron respuestas. Las calles del centro de San Luis Potosí se vieron bloqueadas por el clamor de jóvenes que no quieren ser solo estadísticas, sino ciudadanos que reclaman entornos seguros. No es un enfrentamiento entre facciones: es un grito colectivo para que las autoridades universitarias actúen con rapidez y eficacia.
INVESTIGACIÓN La UASLP ha abierto investigación, ha activado protocolos, ha expresado apoyo a la presunta afectada. Son pasos indispensables, pero no suficientes. Porque el reto no es solo aclarar qué pasó, sino asegurarse de que no vuelva a suceder. Que se sienta la presencia de una institución que protege, que acompaña y que sanciona cuando corresponde.
COMPROMISOS Pedir que la dirigencia estudiantil —la federación universitaria— rinda cuentas, que el plantel adopte protocolos de género amplios y transparentes, que la rectoría dialogue con los colectivos y la comunidad: todo ello forma parte de una exigencia legítima. Sin señalar con el dedo, sin apuntar a culpables inmediatos —porque corresponde a la justicia y al debido proceso—, pero sí reclamando el compromiso institucional.
ESPACIOS Porque cuando un espacio de formación queda bajo la sombra de la duda, se erosionan también los cimientos del proceso educativo. Si una sola estudiante siente que no está segura, si un solo aula se percibe inaccesible, si un solo baño universitario deja de ser refugio de igualdad: entonces la universidad pierde parte de su razón de ser.
PROTOCOLOS Hoy la UASLP tiene una ventana de oportunidad: no solo para resolver el episodio concreto, sino para convertirse en referente de cómo una universidad responde —rápida, abierta, transformadora— ante los retos de género, de violencia y de cultura institucional. Que no sea solo una investigación más, sino una inflexión hacia un campus verdaderamente inclusivo, donde la confianza prime, donde los protocolos no sean letra muerta, y donde cada estudiante encuentre un ambiente de respeto.
BIENESTAR Porque la educación, para que sea plena, no basta impartir conocimientos: debe garantizar el bienestar integral. Y cuando ese bienestar se ve amenazado, las palabras deben empalidecer ante los hechos. Es hora de que las autoridades universitarias tomen decisiones visibles: sanción adecuada, transparencia abierta, medidas concretas de prevención. Sin dilaciones.
CERTEZAS La comunidad está atenta. No se trata solo de gestionar una crisis. Se trata de preservar lo más esencial: la dignidad humana, el derecho a aprender sin temor, la certeza de que la universidad es —y debe ser— un espacio seguro. Y si esa garantía no se restituye pronto, habremos dejado que la desconfianza se instale. La reflexión ha comenzado. Ahora corresponde actuar.
Hasta mañana.