POPOL VUH 240

Por Mario Candia

23/10/25

INFLEXIÓN La Universidad Autónoma de San Luis Potosí vive hoy su propio punto de inflexión. No se trata solo de una protesta estudiantil más, ni de una denuncia que incendia temporalmente las redes. Lo que está en juego es el mito mismo de una institución que durante décadas se creyó intocable, un templo del saber convertido en fortaleza burocrática, sostenida por una aristocracia académica que vive más del privilegio que del mérito.

CASTAS Esa élite universitaria —rancia, endogámica y soberbia— ha construido un sistema de castas que premia la sumisión y castiga la disidencia. Se heredan puestos, se reparten becas, se nombran hijos, sobrinos y parejas como asistentes, investigadores o jefes de área. Una universidad pública convertida en feudo familiar, donde el conocimiento es mercancía y el poder, herencia.

HARTAZGO Hoy, las puertas cerradas del Edificio Central son mucho más que una imagen de protesta: son el símbolo del hartazgo. Una generación de estudiantes que, con razón, exige transparencia, respeto y justicia, está tocando las murallas de un sistema que se creía eterno. Lo mismo ocurrió con el Poder Judicial: bastó una grieta, una inconformidad legítima, para que se desplomara un edificio sostenido por los hilos del privilegio y la complacencia.

SABIONDOS El poder universitario, igual que el político, se pudre desde adentro. Los años de impunidad y culto al currículum crearon una casta de sabiondos que hablan de ética y derechos humanos en auditorios con aire acondicionado, pero callan o encubren cuando las víctimas son de carne y hueso. Profesores que creen que pertenecer al Sistema Nacional de Investigadores es una patente de nobleza, cuando en realidad muchos no han aportado nada al desarrollo real de San Luis Potosí: ni innovación, ni pensamiento crítico, ni transformación social. Solo ensayos que nadie lee y sueldos que todos pagamos.

LOS CLANES Por eso urge un cambio de fondo. Que los salarios y becas de investigación sean transparentes y estén ligados al impacto social de sus trabajos. Que cada peso público se traduzca en conocimiento útil para la comunidad que los sostiene. Que las contrataciones se realicen a través de un sistema profesional de carrera, con exámenes de oposición abiertos y públicos, y no por el capricho del rector o la genealogía de su clan.

UASLP San Luis Potosí merece una universidad de excelencia, no un club de apellidos ilustres. Una institución que mida su prestigio no por los títulos que acumula, sino por el bien que genera. Esta protesta no es el fin de la UASLP, sino su gran oportunidad de renacer. De resetearse. De volver a ser lo que siempre debió ser: una universidad para sus estudiantes, no de para sus burócratas.

Hasta mañana.

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