Por Mario Candia
FRACASO Ocho de cada diez alumnos de tercero de secundaria no alcanzan aprendizajes desarrollados. Nueve de cada diez naufragan en “Saberes y pensamiento científico” y en “Ética, naturaleza y sociedades”. No es un tropiezo: es un parte de guerra. Durante la llamada Cuarta Transformación, la escuela pública mexicana se convirtió en un archipiélago de buenas intenciones rotas, becas que no enseñan a leer ni a razonar y un Estado que confunde popularidad con política educativa.
DEMOLEDOR Las cifras son demoledoras. En la evaluación diagnóstica de educación secundaria del ciclo 2023-2024, la media nacional de aciertos fue de 44 % en lectura, 37 % en matemáticas y 43 % en formación cívica y ética. En primaria, los resultados tampoco ofrecen consuelo: solo el 13 % de los alumnos alcanzó un nivel de aprendizaje desarrollado en lenguaje, y menos del 19 % lo logró en pensamiento científico. En ambos niveles, más del 80 % de los estudiantes permanece en los rangos más bajos de desempeño. Ningún grado de primaria superó el 60 % de aciertos en matemáticas.
DESASTRE Eso significa que millones de niñas y niños mexicanos no comprenden lo que leen ni pueden resolver operaciones básicas. Que la escuela ya no cumple su función más elemental: enseñar. La pandemia agravó la crisis, pero el gobierno decidió explicar el desastre con la coartada eterna de la coyuntura. Hoy, sin embargo, no hay un solo plan nacional de recuperación de aprendizajes, ni tutorías masivas, ni estrategias de refuerzo sostenido. Se sustituyó la política educativa por transferencias directas y slogans.
EVALUACIÓN La Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación, creada para sustituir al INEE, terminó convertida en un cascarón burocrático. Sus evaluaciones se publican con retraso, sus bases de datos se ocultan y su presupuesto fue recortado hasta el límite de la irrelevancia. A la par, la Secretaría de Educación improvisa la llamada “Nueva Escuela Mexicana”, un modelo que ni los docentes comprenden del todo y que se lanzó sin capacitación suficiente ni materiales adecuados.
SIN RUMBO El resultado es un sistema fragmentado, sin rumbo y sin autoridad pedagógica. Las becas mantienen alumnos, pero no garantizan aprendizaje. El discurso de equidad sustituyó a la exigencia de calidad. Y la idea de que “medir es tecnocrático” se convirtió en la excusa perfecta para dejar de rendir cuentas. Mientras tanto, el país forma generaciones enteras sin las herramientas mínimas para comprender su entorno o mejorar su destino.
AUSTERICIDIO Secundaria es el epicentro del sismo. Ahí se quiebra la promesa de movilidad social: quien no entiende lo que lee ni domina las operaciones más básicas queda condenado a la economía informal, al salario mínimo o al resentimiento. El austericidioeducativo recortó músculo donde debía invertir: en maestros, en materiales, en tiempo de clase.
DESTINO La pregunta es incómoda pero inevitable: ¿quién se hace cargo? Porque el fracaso ya tiene víctimas con nombre y apellido. Si la Cuarta Transformación prometió poner primero a los pobres, empezar por su escuela era lo mínimo. En vez de levantar un sistema, lo dejaron en ruinas habitables. Y en educación, las ruinas no son paisaje: son destino.
Hasta el lunes.


