Por Mario Candia
5/11/25
CRISIS Tras la crisis política provocada por el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, el entorno presidencial buscó un gesto que devolviera control y cercanía. Los asesores propusieron lo simbólico: que la presidenta saliera de Palacio Nacional y caminara por el Centro Histórico rumbo a la Secretaría de Educación Pública. Un trayecto breve, casi ceremonial, para recordar que el poder también puede andar entre la gente.
VULNERABILIDAD Las redes oficiales difundieron la escena: saludos, selfies, sonrisas. La mandataria avanzaba por calles adoquinadas con la convicción de que la imagen podía suturar la herida que Michoacán había dejado abierta. Pero la realidad —esa que no se deja dirigir— irrumpió con violencia. Un hombre se acercó y la tocó sin su consentimiento. La seguridad reaccionó tarde. En segundos, el gesto calculado se convirtió en un despropósito. El intento de mostrar cercanía derivó en vulnerabilidad; la liturgia populista en una escena de acoso.
VIOLENCIA No era un ataque político, sino algo peor: un reflejo cultural. En pleno mes de la No Violencia contra la Mujer, el episodio reveló que ni siquiera la presidenta de México está a salvo del machismo que se respira en la calle. Si a ella pueden tocarla impunemente entre cámaras, escoltas y funcionarios, ¿qué queda para las mujeres que viajan solas en el metro o esperan un camión de noche?
PODER El poder presume fuerza, pero en ese instante quedó claro que ni los muros de Palacio ni la narrativa del pueblo protector bastan frente a una cultura que normaliza la agresión. Lo que debía ser una postal de legitimidad se volvió un espejo del país real: uno donde el cuerpo femenino sigue siendo territorio vulnerable, aun cuando encarna el máximo poder del Estado.
MIEDO La calle, escenario elegido para sanar la imagen, terminó devolviendo el golpe. En su recorrido hacia la SEP, la presidenta descubrió —sin proponérselo— la verdad que millones de mexicanas viven cada día: que la violencia de género no distingue cargos, y que la cercanía con el pueblo no se demuestra caminando entre él, sino garantizando que ninguna
mujer vuelva a caminar con miedo.
SUERTE Cuando la suerte no está de tu lado, hasta los símbolos se rebelan. El tiro por la culata no fue sólo un accidente de imagen: fue una radiografía del país que somos, donde incluso el poder más alto puede ser reducido a la fragilidad de un cuerpo tocado sin permiso.
Hasta mañana.


