POPOL VUH 257

Por Mario Candia

17/11/25

AMOR FATI México volvió a mirar a sus jóvenes, pero esta vez no desde el paternalismo sino desde el desconcierto. La llamada marcha de la Generación Z irrumpió sin líderes, sin sindicatos, sin partidos, sin manifiestos, sin teleprompters, sin acarreados y sin los viejos rituales de la protesta. No salieron para rendir pleitesía ni para mendigar favores, sino para recordarnos que la historia no se hereda: se cuestiona. Y si uno mira con atención, detrás de esos pasos nerviosos, coloridos, irónicos y digitales, vibra la filosofía de Marco Aurelio: el emperador estoico que enseñó que los hombres no eligen el destino, pero sí el modo de enfrentarlo. Amor Fati: amar el tiempo que te tocó, no para celebrarlo, sino para usarlo como piedra de afilar carácter.

METAVERSO La Generación Z parece entender —o intuir— que nacieron en un país donde la realidad es una mezcla de narco-Estado, propaganda emocional y sofisticada simulación. Que les tocó vivir el México donde el discurso oficial es el metaverso y la calle es el documental; donde los gobiernos se asumen víctimas, no responsables; donde el poder exige consuelo antes que rendición de cuentas; donde el aparato institucional vive en un deseo permanente de aplauso terapéutico. Y ellos, cansados de un guion ajeno, decidieron actuar sin permiso ni permisos. No marcharon para que los entiendan: marcharon para no volverse espectadores.

VERGONZANTE Pero lo más revelador no fue la protesta, sino la respuesta. Una parte del gobierno y su ecosistema —funcionarios, militantes, bots, youtubers, cuentas anónimas y sicarios informativos— decidió insultar, ridiculizar, patologizar y criminalizar la marcha. En lugar de escuchar, optaron por el manual soviético: sembrar sospecha moral, inventar conspiraciones, acusar golpismo y exhibir su profundo miedo al ciudadano que piensa sin pedir instrucciones. La reacción oficial no fue política: fue vergonzante. Un gobierno que presume ser de los jóvenes, pero teme a los jóvenes; que exige respeto, pero responde con burla; que habla de libertad, pero quiere monopolizarla; que se dice popular, pero tiembla ante lo espontáneo.

MARCO AURELIO Marco Aurelio hubiera entendido el fondo: cuando un gobierno necesita desacreditar a quien camina, es porque ya no puede convencer a quien piensa. Por eso los estoicos no adoraban el poder, sino la virtud. La Z, quizá sin saberlo, se acercó a esa idea: no buscan ser héroes, sino ser auténticos. No quieren líderes, quieren congruencia. No exigen salvación, exigen verdad.

DE PIE La marcha no fue el final de nada. Fue el síntoma del despertar de una generación que, lejos de la resignación, abrazó su destino para transformarlo. Porque si este es el México que les tocó, prefieren enfrentarlo de pie, antes que heredarlo arrodillados. Ese, aunque al poder le duela, es el verdadero “Amor Fati”.

Hasta mañana.

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