POPOL VUH 265

Por Mario Candia

27/11/25

ECONOMÍA México llega a 2026 con la resaca de una década perdida que nadie quiso nombrar. Las cifras del Banco de México confirmaron lo que ya se intuía en la calle: la economía y el crecimiento previsto para 2025 se desplomó a un raquítico 0.3%. Esa reducción no es un accidente técnico: es el retrato criminal de decisiones políticas que apostaron al aplauso inmediato y sacrificaron el desarrollo de largo plazo.

FARAÓNICAS Porque este estancamiento no nació solo. Es hijo legítimo de un modelo que quemó miles de millones en megaproyectos faraónicos en el sur —Tren Maya, Dos Bocas, el AIFA— mientras el norte y el Bajío, que sí producen, quedaban mirando cómo el presupuesto se enterraba en la selva y se evaporaba en una refinería que sigue sin refinar. Ahora ya no hay dinero para más caprichos, pero tampoco hay infraestructura nueva que detone crecimiento. Solo quedan ruinas costosas y promesas caducadas.

CLIENTELISMO A eso súmele el otro elefante que nadie en el gobierno quiere mirar: el Estado está hipotecado financieramente a sus programas sociales. La actual administración amarró miles de millones a transferencias que no se pueden tocar, aunque la economía se hunda. Y ojo: no es que la gente no necesite apoyos; es que el gobierno los convirtió en rehenes electorales, una masa cautiva a costa de inversión, infraestructura, innovación y desarrollo productivo. El presupuesto dejó de ser un instrumento económico y se volvió una maquinaria electoral.

SAT La recaudación está en máximos históricos. ¿Eso es bueno? Sólo en el papel. En la realidad significa que el gobierno está exprimiendo a los mismos contribuyentes de siempre mientras la inversión privada se estanca y el bolsillo de los hogares se vacía. Se presume que el SAT recauda como nunca, pero nadie dice que lo hace ordeñando a pymes, castigando deducciones, cerrando puertas fiscales y persiguiendo a quien sí paga, mientras la informalidad —la verdadera gran evasora— sigue siendo tierra sagrada. El país recauda más, pero produce menos: es como curar anemia sacando más sangre.

PESIMISMO Por eso el optimismo se perdió. No es que los mexicanos seamos pesimistas por hobby; es que después de años escuchando “primero los pobres”, descubres que lo único que crece es la pobreza, mientras el gobierno presume músculo fiscal a costa de que el ciudadano viva peor. La inflación persiste, los salarios reales pierden poder y el consumo se sostiene con crédito y remesas, no con crecimiento auténtico.

PLANES El supuesto “gran acuerdo” con los empresarios llega cuando el daño ya está hecho. La inversión privada no se activa por decreto; se activa con certidumbre jurídica, reglas claras, seguridad y un Estado que no te trate como sospechoso. ¿Quién va a invertir cuando el gobierno lleva años peleándose con el sector productivo, destruyendo los órganos autónomos y decidiendo obras según el oráculo político, no según la lógica económica?

FUTURO Así llegamos a 2026: sin obras estratégicas nuevas, sin ahorro fiscal, sin margen de maniobra y sin optimismo. El país está atorado no por fuerzas externas, sino por decisiones internas que privilegiaron la propaganda sobre la planeación. La verdadera pregunta no es cuánto creceremos en 2026. La pregunta es si este gobierno tendrá la valentía de dejar de gobernar como si siguiera en campaña. Porque el futuro ya no alcanza para todos. Y el costo del estancamiento, como siempre, lo paga el pueblo al que dicen defender.

Hasta mañana.

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