Por Mario Candia
10/12/25
TRAICIÓN La confesión de Joaquín Guzmán López —hijo del Chapo— no solo fractura la narrativa oficial, la pulveriza: él secuestró a Ismael “El Mayo” Zambada, lo drogó, lo inmovilizó y lo entregó personalmente a las autoridades de Estados Unidos. Ni operativo bilateral, ni inteligencia compartida, ni estrategia de alto nivel. Fue una traición interna del crimen organizado, ejecutada como un golpe de Estado dentro del propio cártel.
REVELACIÓN Pero si la revelación es brutal, más brutal es lo que exhibe: durante más de un año, el gobierno federal y el gobernador de Sinaloa sostuvieron un discurso tan hueco como conveniente. AMLO exigió transparencia a Washington, acusó a EE. UU. de actuar a espaldas de México y deslizó que la ola de violencia en Sinaloa se debía a la opacidad estadounidense. Claudia Sheinbaum repitió el guion: responsabilizó al vecino del norte por el caos que siguió a la captura.
DESCONTROL Y entonces aparece el personaje que faltaba: Rubén Rocha Moya, gobernador de Sinaloa, quien conocía —o tenía suficientes indicios para sospechar— qué había ocurrido realmente. Aun así, se alineó sin pudor con la narrativa de Palacio Nacional. Culpó a Estados Unidos, avaló la teoría del operativo oculto y reforzó la idea de que el descontrol en su estado era consecuencia directa de una decisión ajena.
OCULTAR Pero hoy el testimonio del Chapito desnuda el teatro completo: Ni Washington secuestró al Mayo. Ni México fue sorprendido por un operativo encubierto. El Mayo cayó por una guerra interna, no por la intervención de un gobierno extranjero. Y quienes mejor lo saben —Rocha Moya incluido— eligieron ocultarlo. La consecuencia de esa mentira no es simbólica: Sinaloa sigue hirviendo hoy, en diciembre de 2025. Los desplazados continúan. Los bloqueos se repiten. Las balaceras nocturnas ya no sorprenden a nadie.
CONTROL Las familias siguen atrapadas entre los Mayos y los Chapitos, en una guerra que no inició Estados Unidos… sino la ambición criminal de un grupo y la incapacidad política del otro. El estado mexicano —federal y estatal— prefirió envolver la verdad en papel de propaganda antes que asumir su propia impotencia. Porque aceptar que la captura del Mayo fue una traición entre criminales implicaría reconocer algo insoportable para el poder: que no controlan el territorio, que no controlan la narrativa y que, en regiones enteras, no controlan absolutamente nada.
RELATO Rocha Moya actuó como eco, no como gobernador. Sheinbaum como vocera, no como jefa de Estado. AMLO como defensor de un relato que hoy se desmorona. La violencia en Sinaloa no es un accidente diplomático: es la prueba viva —y sangrante— de que México opera bajo dos soberanías. La del gobierno que habla. Y la del crimen que manda.
Hasta mañana.