POPOL VUH 275

Por Mario Candia

12/12/25

ODISEA La historia reciente de María Corina Machado no es un episodio diplomático ni una postal europea: es una odisea política en pleno siglo XXI. Un año en la clandestinidad, escondida en su propio país, perseguida por un régimen que presume elecciones pero castiga la disidencia como delito. Salir de Venezuela no fue un viaje; fue una fuga. Llegar a Oslo no fue turismo político; fue la culminación de una travesía que solo existe donde el poder teme a la palabra.

EL NOBEL Machado llegó a Noruega para recibir —aunque tarde— el Premio Nobel de la Paz. No pudo hacerlo en la ceremonia oficial. El riesgo era demasiado alto. El costo personal, real. En su lugar, fue su hija quien subió al estrado a recoger el galardón que reconoce la lucha de una madre condenada a esconderse para seguir viva. No es una anécdota menor: es la fotografía exacta de un país donde la política se hereda como exilio, y la dignidad se transmite como responsabilidad familiar.

RIESGO Cuando una mujer no puede salir de su país a recibir un premio internacional sin poner en riesgo su vida, el sistema ya no puede llamarse democrático sin cinismo. La escena es brutal por su sobriedad: una hija recibiendo un Nobel porque el Estado persigue a su madre. Ningún discurso, ninguna consigna, ninguna propaganda logra neutralizar esa imagen.

SOBREVIVIENTE Oslo, con toda su simbología moral y su pulcritud institucional, terminó por exhibir lo que Caracas intenta ocultar. Machado apareció finalmente, no como figura ceremonial, sino como sobreviviente de un régimen que expulsa a sus críticos al silencio, a la clandestinidad o al destierro. Su cuerpo, su trayecto, su ausencia forzada durante meses dicen más que cualquier informe de derechos humanos.

SIN COMENTARIOS Y mientras eso ocurría, en México, en la mañanera —ese púlpito cotidiano donde se opina de todo y de todos— la respuesta fue una: “sin comentarios”. Dos palabras que pesan como confesión. El silencio no fue prudencia diplomática; fue comodidad ideológica. Cuando la causa democrática no embona con el relato, se archiva. Cuando la víctima no pertenece al catálogo correcto, se mira hacia otro lado.

HERRAMIENTA Ese “sin comentarios” revela una jerarquía moral inquietante: hay autoritarismos condenables y autoritarismos tolerables. Dictaduras malas cuando conviene denunciarlas, dictaduras incómodas cuando comparten retórica, enemigos o vocabulario. La defensa de los derechos humanos dejó de ser principio para convertirse en herramienta.

SILENCIO No, México no es Venezuela. Pero las historias no empiezan igual y casi nunca terminan como se planeó. Los autoritarismos no nacen con tanques; nacen con silencios cómplices, con relativismos morales, con la costumbre de justificar la persecución ajena.María Corina Machado llegó a Oslo después de un año en la sombra. Aquí, el poder eligió callar. Y a veces, ese silencio dice más que cualquier discurso.

Hasta el lunes.

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