POPOL VUH 278

Por Mario Candia

17/12/25

MUNDIAL 2026 El Mundial de 2026 ya tiene estadios, renders, promesas de derrama económica y discursos oficiales cuidadosamente barnizados. Lo que no tiene —y lo que deliberadamente se oculta— son respuestas. A unos metros del Estadio Akron, una de las sedes del espectáculo futbolístico global, la tierra sigue devolviendo bolsas negras, restos humanos y fragmentos de una tragedia que el Estado insiste en normalizar: la crisis de los desaparecidos en México.

EXHAUSTO La paradoja es obscena. Mientras la FIFA exige estándares de seguridad, conectividad y experiencia para el visitante extranjero, México ofrece un paisaje donde la violencia no se erradica, se administra. No se resuelve, se maquilla. El Mundial no llega a un país en paz, llega a un país exhausto, con más de cien mil personas desaparecidas y con colectivos de búsqueda haciendo el trabajo que el Estado abandonó hace años: cavar, clasificar huesos, reconstruir historias, nombrar a los que el poder prefiere convertir en cifras.

JALISCO Jalisco, emblema del “milagro turístico” y ahora escaparate mundialista, es también uno de los epicentros del horror. La geografía del gol convive con la geografía de las fosas. Pero esa convivencia no aparece en los spots oficiales ni en las presentaciones de PowerPoint del gobierno. El mensaje es claro: al mundo se le muestra el estadio; a las familias, el silencio.

DESAPARECIDOS El Mundial funciona aquí como metáfora perfecta del modelo político actual: grandes escenarios, narrativas optimistas, propaganda de primer mundo sobre una realidad de tercer abandono. Se blindan zonas, se limpian fachadas, se desplazan indigentes, se controla el encuadre. No se busca la verdad, se controla la imagen. La desaparición forzada deja de ser una emergencia humanitaria para convertirse en un ruido incómodo que hay que bajar de volumen.

INCOMPETENCIA Y mientras tanto, las madres buscadoras siguen recorriendo predios, cerros, basureros. Ellas no necesitan VAR ni repeticiones en cámara lenta: reconocen una prenda, un diente, un fragmento de vida. Son el reverso moral del Estado. Donde el gobierno presume capacidad logística para eventos internacionales, demuestra una incompetencia criminal para garantizar lo elemental: que las personas regresen a casa.

DUELO Lo más grave no es la contradicción; es la normalización. Se pretende que el país celebre goles mientras debajo del césped se acumulan historias sin justicia. Se quiere convencer al mundo —y a nosotros mismos— de que el Mundial será una fiesta, cuando en realidad será una escenografía montada sobre un país en duelo permanente.

ANESTESIA El fútbol pasará. Los estadios quedarán. Los funcionarios se tomarán la foto. Pero las fosas seguirán ahí. Porque mientras el Estado siga apostando al espectáculo como anestesia y no a la verdad como política pública, México seguirá siendo eso: un país capaz de organizar un Mundial, pero incapaz de encontrar a sus desaparecidos. Y esa es la derrota más profunda, la que no aparece en el marcador.

Hasta mañana.

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