Por Mario Candia
24/12/25
CANSANCIO Diciembre suele presentarse como un paréntesis de paz. Luces, villancicos, buenos deseos en serie. Pero basta rascar un poco la superficie para descubrir que, incluso en las fiestas, no sabemos descansar. Corremos para llegar al cierre del año, competimos por demostrar felicidad, productividad emocional y balances positivos. El cansancio no se suspende: se disfraza.
ADVERTENCIA Byung-Chul Han lo advirtió hace tiempo: vivimos en la sociedad del cansancio, un régimen donde ya no hace falta un amo visible. Cada quien se explota a sí mismo con entusiasmo. El mandato ya no es obedecer, sino rendir. Y rendir siempre más. También en Navidad. También en Año Nuevo. Incluso el descanso debe ser eficiente, instagramable, digno de mostrarse.
ELEMENTAL Hemos perdido algo elemental: la capacidad de detenernos sin culpa. El silencio se volvió sospechoso. La pausa, improductiva. El no hacer, un fracaso. Nos definimos por lo que producimos, por lo que opinamos, por lo que publicamos. Y cuando el cuerpo y la mente colapsan, lo llamamos estrés, burnout, ansiedad, como si fueran accidentes individuales y no síntomas de un sistema que nos exprime desde dentro.
PROPÓSITO Han no propone una huida romántica del mundo ni una espiritualidad de catálogo. Lo que plantea es más incómodo: reaprender a habitar el tiempo. Recuperar el silencio como espacio fértil. Defender el aburrimiento como condición de la imaginación. Aceptar que no todo tiene que tener un propósito, una métrica, un resultado.
FELICIDAD En estas fechas, el mejor deseo posible no es prosperidad ni éxito. Es algo más radical: el derecho a detenerse. A no responder mensajes. A no opinar de todo. A no optimizar la felicidad. A no convertir cada instante en mercancía emocional. Detenerse no como evasión, sino como resistencia.
ESCUCHAR Porque una sociedad exhausta es una sociedad dócil. El cansancio permanente nos vuelve irritables, intolerantes, incapaces de escuchar. Nos roba la contemplación, pero también la compasión. Cuando no hay pausa, no hay pensamiento. Cuando no hay silencio, no hay profundidad.
VACÍO Tal vez el gesto más subversivo de estas fiestas sea no hacer nada espectacular. Apagar el ruido. Guardar distancia del vértigo informativo. Permitirse el vacío. No para huir del mundo, sino para volver a él con mayor lucidez.
RESPIRAR Byung-Chul Han lo diría así: sin negatividad, sin pausa, sin límite, la vida se aplana. Se vuelve pura repetición agotada. Por eso, antes de hablar de reconciliación, de comunidad o de esperanza —temas que vendrán— hay que empezar por lo básico: descansar del yo que siempre rinde. Detenerse no es rendirse. Es volver a respirar.
Feliz Navidad