POPOL VUH 283

Por Mario Candia

26/12/25

CONCILIACIÓN Si detenerse fue el primer gesto, mirar al otro es el siguiente. No puede haber conciliación sin pausa previa. Nadie se reconcilia desde el agotamiento. El cansancio, como advierte Byung-Chul Han, no solo erosiona el cuerpo: deforma el vínculo. Un sujeto exhausto deja de escuchar, se repliega, reacciona. Vive a la defensiva.

EL OTRO En la sociedad contemporánea, el otro ha dejado de ser misterio para convertirse en amenaza o espejo. Han habla de la expulsión de lo distinto: nos rodeamos de iguales, de opiniones afines, de burbujas cómodas. El algoritmo filtra, el linchamiento corrige, la cancelación sustituye al diálogo. No buscamos comprender; buscamos confirmar.

INGENUO Por eso la reconciliación se ha vuelto un concepto incómodo. Suena ingenuo en tiempos de polarización, sospechoso en un entorno que premia la confrontación permanente. Pero reconciliar no es claudicar. No es olvidar ni absolver. Es reconocer la existencia del otro sin necesidad de destruirlo.

CONVERSACIÓN Hemos confundido la crítica con el exterminio simbólico. Disentir implica hoy anular, ridiculizar, deshumanizar. El adversario ya no es interlocutor, sino enemigo moral. En ese clima, la conversación se vuelve imposible y la comunidad, inviable. Solo quedan trincheras emocionales.

POSITIVIDAD Byung-Chul Han insiste en algo esencial: la comunidad no se construye desde la positividad constante, sino desde la aceptación del conflicto, del límite, del desacuerdo. El otro no está ahí para reafirmarme, sino para cuestionarme. Cuando todo es idéntico, la sociedad se empobrece. Cuando todo se grita, nadie escucha.

ALGORITMO En estas fechas, hablar de buenos deseos no debería significar una tregua hipócrita ni un barniz sentimental. El deseo más urgente es recuperar la capacidad de escuchar sin aniquilar. De disentir sin odio. De convivir sin convertir cada diferencia en una guerra moral.

ABSTRACTO La conciliación comienza en gestos mínimos: escuchar antes de responder, bajar el tono, aceptar que no siempre tenemos razón. Defender el espacio común frente al impulso de la cancelación. Recordar que el otro no es un algoritmo, ni una caricatura, ni un enemigo abstracto, sino alguien tan frágil y cansado como uno mismo.

NARCISISTA Han lo formula con claridad: sin eros, sin vínculo, sin apertura al otro, la vida se vuelve narcisista y estéril. Nos encerramos en nosotros mismos creyendo protegernos, cuando en realidad nos empobrecemos.

HUMILDAD Tal vez el cierre de este año no deba ser un balance de victorias, sino un acto de humildad. Detenerse primero. Mirar después. Reconocer al otro, incluso —y sobre todo— cuando incomoda. No para estar de acuerdo. Sino para seguir siendo humanos.

Hasta el lunes.

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