Por Mario Candia
DESCARRILAMIENTO El descarrilamiento no fue un accidente. Fue una consecuencia. El discurso oficial insiste en llamarlo “incidente”, “evento atípico” o “falla técnica”. Pero cuando un tren se sale de las vías y deja trece personas muertas, no estamos frente a un error aislado: estamos ante el colapso de un modelo. El descarrilamiento del Tren Interoceánico es la expresión más cruda de una forma de gobernar que privilegió la propaganda sobre la técnica, la lealtad política sobre la competencia profesional y la impunidad sobre la verdad.
ASESOR Todo estuvo mal desde el principio. Andrés Manuel López Obrador llegó a presumir en una de sus mañaneras que su hijo Gonzalo sería asesor honorario del Tren Interoceánico. El dato, que en su momento fue tratado con ligereza por el oficialismo, hoy adquiere un tono siniestro. Gonzalo López Beltrán es pasante de sociología. No es ingeniero ferroviario, no es especialista en infraestructura pesada, no tiene formación técnica para supervisar vías, balastro, durmientes o sistemas de seguridad. La pregunta es inevitable: ¿qué podía aportar en la supervisión de un proyecto ferroviario estratégico? La respuesta es incómoda: nada que tuviera que ver con seguridad o prevención de riesgos. El problema no es solo la frivolidad del nombramiento, sino lo que simboliza: el poder convertido en asunto familiar, la obra pública tratada como feudo y la técnica sustituida por cercanía política.
AMÍLCAR A esto se suma un antecedente que nunca fue aclarado. Latinus publicó audios en los que amigos cercanos de “Andy” López Beltrán —entre ellos un personaje identificado como Amílcar— hablan abiertamente de contratos y beneficios obtenidos como proveedores del balastro del Tren Interoceánico. No eran especulaciones: eran grabaciones donde se presume el acceso privilegiado a contratos públicos gracias a la amistad con el hijo del presidente.
BALASTRO El balastro no es un detalle menor ni un insumo secundario. Es la base que da estabilidad a las vías. Jugar con eso es jugar con la vida de quienes viajan en el tren. Hoy hay trece muertos que convierten esos audios en una acusación moral imposible de ignorar.
NARRATIVA Y cuando ocurre la tragedia, el país vuelve a encontrarse con los mismos nombres de siempre. La investigación queda en manos de Ernestina Godoy y Claudia Sheinbaum, la misma mancuerna que enterró la verdad sobre la caída de la Línea 12 del Metro. Entonces, Godoy era fiscal de la Ciudad de México y Sheinbaum jefa de Gobierno. El resultado fue conocido: informes diluidos, responsabilidades políticas inexistentes y una narrativa diseñada para proteger al poder.
JUSTICIA Hoy, una es presidenta y la otra vuelve a aparecer como garante de una investigación que, por antecedentes, nace deslegitimada. Si en la Línea 12 no hubo justicia para las víctimas, no hay razones para creer que ahora será distinto.
SÍMBOLO El Tren Interoceánico fue presentado como símbolo de desarrollo y soberanía. Hoy se revela como símbolo de soberbia, nepotismo y encubrimiento. Un proyecto donde los hijos asesoran, los amigos proveen, los audios se archivan y los muertos se convierten en daño colateral del relato oficial. El tren se descarriló. Pero la verdad lleva años fuera de las vías.
Hasta mañana.