En un escritorio no muy lejos del mío hay un colega que canta. Trabaja y canta. Canta cuando está contento, cuando está aburrido. Cuando está nervioso, también canta.
Nunca para de cantar, y aunque se sabe las canciones de memoria, rara vez le pega a una nota.
Otros también cantan –pero en la casa, en fiestas o en un coro-. Y, para ser honestos, son pocos los que lo hacen bien.
¿Será que son (somos) todos víctimas de la falta de talento musical? ¿Y por qué algunos parecen ser mucho más virtuosos que otros?
El mito del talento
En opinión de Sean Hutchins, investigador canadiense del Conservatorio de Música de Toronto, en Canadá, la habilidad para cantar tiene poco que ver con el talento y más con la práctica.
El elemento clave que distingue a los buenos cantantes de los malos, dice, no está vinculado al talento natural, sino al entrenamiento para usar la voz de forma correcta.
De hecho, “cuando investigamos las principales causas por las que la gente no puede cantar, descubrimos que sólo un porcentaje muy pequeño de la población (un 2%) no tiene la capacidad de detectar la diferencia entre las notas“, le explica Hutchins a BBC Mundo.
“La mayoría puede escuchar las diferencias de tono y percibir las notas correctas que se supone se deberían cantar”, añade.
Daniel Mullensiefen, investigador de la Universidad Goldsmith, en Londres, coincide con el investigador canadiense.
“Solo una proporción muy reducida de la población padece sordera tonal”, señala.
La falta de oído relativo -la capacidad de distinguir una nota de otra- se debe en la mayor parte de los casos a la falta de confianza y práctica, sobre todo si hemos sido criticados de niños.
Control
Lo que nos diferencia a unos de otros es la capacidad para controlar los movimientos que nuestro aparato vocal –cuerdas vocales, boca, labios, etc.- debe hacer para producir el sonido que deseamos.
“Imagínate a alguien tratando de patear una pelota al arco. La mayoría de la gente que no es buena para eso falla pero no porque no vea el arco, sino porque no puede coordinar sus movimientos (para cumplir ese objetivo)”, le dice Hutchins a BBC Mundo.
¿Pero no hay acaso gente que parece tener un don natural, una voz particularmente hermosa y otros cuya voz resulta desagradable o incluso irritante?
“Eso es lo llamamos timbre”, dice Hutchins. “Es lo que hace que una nota tocada por un violín suene distinto a como suena la misma nota en un piano o que las voces suenen distintas aunque se trate de la misma canción”, añade.
“En cuanto al juicio estético que hace que nos guste más una voz que otra, ocurre lo mismo que con la belleza: está en el ojo del observador“.
Voz para hablar, voz para cantar
Aunque en muchos sentidos el cantar pueda compararse con cualquier otra actividad y decir que mejora con la práctica resulte una obviedad, Hutchins cree que el caso del canto es distinto.
“Es un caso particularmente interesante porque todos usamos nuestras voces para hablar y la mayor parte de la gente no tiene problemas en usar la voz de manera apropiada y eficiente, pero cuando queremos usarla para otra actividad, como cantar, muchos no tienen la práctica necesaria hacerlo adecuadamente”.
“Cantar requiere la habilidad de sincronizar lo que quieres hacer con lo que estás haciendo. Y hacer que tu cuerpo aprenda y memorice esa coordinación requiere práctica“, explica.
Ésta no debe ser necesariamente formal.
Se puede producir el tono perfecto -que en definitiva es lo más importante a la hora de cantar bien- “practicando en el carro, en la ducha…“, comenta Hutchins.
A la práctica se le suma la exposición a la música que hayamos experimentado desde niños. “La evidencia sugiere que cuanto más temprano, mejor”.
Al fondo, mi colega sigue cantando. Deduzco entonces que su problema no es la práctica. Debe pertenecer al 2% de la población.
Fuente: BBC