Por Aquiles Galán
Como diría Lupita D’Alessio: “Mentiras, tú me enamoraste a base de mentiras”.
En general, la política hoy en día, es una actividad rechazada por la población, específicamente por la población joven, pues se le asocia con corrupción e impunidad, falsas promesas en campañas políticas y abusos de poder; los actores políticos la han convertido en un juego perverso de intereses personales, donde no existe un verdadero debate de ideas sobre los temas de interés colectivo (Agua, Seguridad Pública, planificación del transporte, políticas de economía ambiental, salud pública, derechos humanos, educación y presupuesto gubernamental, etc.) y peor aún, donde los grupos delincuenciales han financiado ilegalmente campañas de algunos candidatos a cambio de favorecerse con ciertos beneficios económicos, hasta campañas políticas donde se han violentado sus derechos humanos y de sus familias.
Para tener una mejor comprensión del escenario político actual, es necesario reflexionar en lo siguiente:
1. ¿Qué es la Política?
La política, es el conjunto de decisiones y debates mediante los cuales una sociedad se organiza para buscar el bien común y el progreso. Esto abarca desde cómo se gobierna un país hasta cómo se gestionan sus leyes, recursos y problemas.
La palabra proviene del griego polis (ciudad), y de politiké, que significa “relativo a los ciudadanos”. Y eso es lo que debería ser: el arte de organizarnos para vivir mejor.
Distintos pensadores han definido la política desde sus contextos:
• Aristóteles: “La ciencia de la organización de las comunidades humanas.”
• Maquiavelo: “El arte de adquirir y ejercer el poder del Estado.”
• Rousseau: “La búsqueda del contrato social que garantice el bien colectivo.”
• Locke: “La protección de los derechos y la propiedad individual.”
Distintas visiones, sí, pero todas coinciden en algo esencial: política es gobierno y sociedad trabajando juntos.
2. ¿Por qué debería importarnos?
Porque la política no es solo una estructura, sino también las personas que la componen: nosotros. El poder político de un gobierno no es más que la suma de voluntades de una comunidad que lo avala. Lo hacemos a través del voto: elegimos regidores, diputados, senadores, gobernadores, presidentes… les damos un mandato. En teoría, ellos representan nuestros intereses.
Es a través de la participación ciudadana es como las personas integrantes de una comunidad pueden incidir, involucrarse en la política, organizándose y eligiendo a sus representantes e influyendo en la toma de decisiones de interés público.
Aristóteles señalaba “Los individuos aseguran el bien supremo al participar en la comunidad política”. Profundiza diciendo “El buen ciudadano debe tener la capacidad de obedecer y mandar”, debe poner en práctica ambas destrezas, esta es la virtud del ciudadano. Cada persona debía involucrarse con las decisiones del poder y, al mismo tiempo, acatar las normas que emanan de él. La educación cívica es parte indispensable para la formación de ciudadanos informados y activos.
3. ¿Y qué tenemos hoy?
La ausencia de participación ciudadana activa, ha permitido que se filtren algunos líderes políticos sin vocación, carentes de una formación profesional acorde a la responsabilidad que les hemos encomendado, partidos políticos enfocados en destruirse entre sí más que en construir soluciones. Y una sociedad cada vez más indiferente, harta y resignada.
La política actual no ha fallado por poco: nunca se ha tomado en serio su compromiso con la transformación social.
Hemos olvidado lo urgente: • Seguridad.
• Educación y cultura.
• Infraestructura pública.
• Apoyo al campo y al agua.
• Estrategias ambientales reales.
Todo eso ha sido desplazado por campañas sucias, eslóganes
vacíos y un cinismo descarado.
¿Qué podemos hacer?
Es imperante construir una nueva clase de líderes que estén más cerca de las necesidades de la población, alejados de la corrupción, abiertos al diálogo y tolerancia, con liderazgo social y aceptación ciudadana, que surja de las organizaciones de la sociedad civil y cuyo compromiso primordial sea el bienestar común.
Primero, entender que una sociedad funciona como una mente: si repite malos hábitos, se autodestruye. La indiferencia es una adicción. La apatía, un veneno.
La solución está en los hábitos ciudadanos. Aquí algunas propuestas concretas:
1. Exigir perfiles preparados: que ser candidato no sea un premio, sino una responsabilidad.
2. No tolerar la incompetencia: exigir cuentas, incluso después del periodo electoral.
3. Participar activamente: desde lo local, proponiendo agendas, iniciativas y vigilancia ciudadana.
4. Educar con propósito: la educación debe ser motor de cambio, no propaganda política.
La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo
Por lo que, concluiré mi columna citando una frase del filósofo Fernando Savater:
“No basta con tener claros los legítimos intereses particulares, sino buscar la forma de encuadrarlos y defenderlos con el conjunto de todos los afanes sociales, que también debemos considerar como propias para no fraccionar nuestra ciudadanía”