Con esfuerzo, disciplina y ganas de ayudar a su comunidad, Shanni Mora Fajardo y Rosa Mendoza Sosa diseñaron un sistema de filtración de agua para reutilizar el líquido contaminado por tintes que usan los artesanos de Teotitlán del Valle. Aunque el proyecto fue premiado a nivel internacional, hasta hoy no ha podido aplicarse en la comunidad, y las jóvenes han tenido que continuar sus estudios por su cuenta, sin el respaldo prometido.
Después de representar a México en el Stockholm Junior Water Prize 2024, en Suecia, con un proyecto escolar ambiental, las estudiantes oaxaqueñas recibieron felicitaciones y reconocimientos públicos. En redes sociales, el gobierno estatal las nombró “orgullo de Oaxaca”, incluso se les entregó una mención honorífica. Sin embargo, el verdadero apoyo nunca llegó.
Ambas jóvenes se graduaron del Bachillerato Integral Comunitario (BIC) en Teotitlán. Shanni, originaria de Tlacolula de Matamoros, ingresó a la Universidad Autónoma de Baja California Sur para estudiar gestión y ciencias del agua. Sus estudios serán pagados por su familia. Rosa, por su parte, estudiará agricultura sustentable protegida en la Universidad Tecnológica de los Valles Centrales de Oaxaca, ubicada en San Pablo Huixtepec. También sus padres cubrirán los gastos.
Tras su regreso de Suecia, muchas instituciones les prometieron apoyos. Algunas universidades privadas se acercaron y les ofrecieron becas completas. Sin embargo, cuando Shanni intentó hacer válida esa ayuda, la respuesta fue muy distinta: le pidieron seguir el proceso normal de admisión y pagar todos los costos. La beca prometida nunca se hizo efectiva.
La historia de estas jóvenes comenzó dos años antes, cuando junto con su profesora, la ingeniera Brenda Jarquín, desarrollaron un filtro casero que permite reutilizar el agua con tintes naturales que usan los artesanos del pueblo. El objetivo era cuidar el medio ambiente y apoyar a la comunidad. El proyecto fue afinado con el apoyo de la UNAM, que les otorgó una beca de seis meses antes del certamen internacional.
Al conocer el proyecto, empresas privadas y fundaciones mostraron interés en financiar su implementación. Incluso, una fundación ligada a una marca de refrescos ofreció cubrir el costo de llevarlo a cabo. Otra empresa prometió seis sanitarios ahorradores de agua para la escuela. Pero ninguna promesa se ha cumplido. “Lo único que recibimos fueron palabras y más promesas que no se concretaron”, comentan.
En una sola ocasión, funcionarios de la Secretaría de Fomento Agroalimentario y Desarrollo Rural acudieron al plantel con la instrucción de atender las necesidades del alumnado. Nunca regresaron. “Vamos a darle seguimiento”, es la respuesta que han recibido desde entonces.
Shanni y Rosa también participaron en distintos foros en México, donde presentaron su proyecto. Ahí, empresas y funcionarios las felicitaron y hablaron de apoyar su iniciativa, pero al final todo quedó en promesas sin cumplir. “Creo que la mayor satisfacción y el mejor premio hubiera sido haberlo echado a andar, pero esto no sucedió”, lamenta Shanni.
A pesar de todo, ambas jóvenes se sienten orgullosas de lo que lograron. “Nos vamos satisfechas, porque demostramos que se puede hacer ciencia con sentido social”, dicen.