La prórroga de 90 días que México obtuvo para frenar la imposición de aranceles del 30 % por parte de Estados Unidos fue presentada por la presidenta Claudia Sheinbaum como un éxito diplomático. Sin embargo, especialistas advierten que el beneficio será breve y que, en realidad, favorece más a la economía estadounidense que a la mexicana.
Gabriela Siller, directora de análisis económico de Banco Base, explicó que la suspensión de los gravámenes responde a la fuerte interdependencia en las cadenas de suministro entre ambos países, especialmente en la industria automotriz, sector que en Estados Unidos enfrenta pérdidas y recortes de empleo. “Trump sabe que los aranceles golpean más a su propia manufactura, por eso esta prórroga responde más a su interés que a un gesto hacia México”, señaló.
La economista también apuntó que la medida tiene un trasfondo político: Donald Trump buscaría usar esta extensión como herramienta de presión en temas como el combate al tráfico de fentanilo y la reducción de la migración, además de ganar tiempo para la revisión del T-MEC en 2026 sin abrir una renegociación formal.
México recibió un trato distinto al de Canadá —que enfrenta aranceles del 35 %— debido a que su integración productiva con EE.UU. es mucho más profunda. “Con Canadá no hay cadenas de suministro tan entrelazadas ni problemáticas relacionadas con drogas ilegales”, comentó Siller.
Por su parte, Sheinbaum defendió que el aplazamiento permitirá mantener la “no confrontación” con Washington, aunque reconoció que persisten los impactos de los gravámenes globales sobre acero, aluminio y el sector automotriz.
A pesar de la pausa, la incertidumbre continúa. Siller advirtió que Trump podría activar los aranceles en cualquier momento si considera que México no cumple con sus demandas. “Es solo un respiro; la presión seguirá hasta la revisión del tratado”, concluyó.