En distintas situaciones de la vida, que parecieran no entrar en lo que consideramos normal —ya sean acciones o conductas—, nos llegamos a preguntar si es correcto o no lo que vemos, cómo actuamos o lo que sentimos. Al consultar lo que la RAE define como normalidad, nos encontramos que lo asocia con la costumbre, lo habitual, lo corriente, lo común, lo frecuente, lo acostumbrado, lo razonable y lo lógico. En su lado opuesto, está lo anormal, asociado con la rareza y lo insólito.
La cuestión es que (por costumbres, educación y hasta valores) lo que puede parecer normal para algunas personas o sociedades, para otros no lo es; y es aquí en donde quiero compartir esta reflexión que surge del trabajo con padres y madres de familia en asesorías, pero también de una comunidad que en algunos momentos se siente perdida en la búsqueda de encontrar lineamientos de normalidad.
Si lo normal es lo cotidiano y lo común, entonces tendemos a “normalizar” con frecuencia acciones y hechos que nos suceden. Lo peligroso (y sí, es peligroso) es que empezamos a percibir con naturalidad situaciones como la violencia y la trasgresión a las normas básicas de convivencia, porque así lo vivimos cotidianamente.
La desensibilización sistemática es una técnica de modificación de conducta que se utiliza para reducir las respuestas de ansiedad y las conductas de evitación ante estímulos ansiógenos. Esta técnica se basa en el condicionamiento clásico y combina técnicas de relajación con exposición gradual. Esta técnica se usa para que las personas puedan evitar conductas o hacer otras que se sentían incapaces de realizar. Lo anterior enfocado a lo positivo, al acceso a la salud emocional, es altamente efectivo. Lamentablemente esto también funciona para lo anormal.
Para entender cómo y por qué sucede, me voy a referir a un acontecimiento terrible en la historia de la humanidad: las guerras y cómo se dice qué jóvenes llegan a los conflictos y los preparan para combatir. Nadie esta predispuesto a matar, a terminar con la vida de otro ser, por lo que se utilizan algunas de estas técnicas para lograr el fatal objetivo: aparentemente no sentir nada al terminar con la vida de otra persona. Esto va desde iniciar con un viodeojuego hasta escalar a la vida real. La normalización de la violencia es un fenómeno que se produce cuando la sociedad acepta o tolera actos violentos, hasta el punto de que se convierten en parte de la vida diaria.
Si nosotros presenciamos violencia en la calle, la televisión, los medios digitales, noticieros, literatura violenta, redes sociales, etc. —prácticamente en todos lados—, nos estamos desensibilizando y percibiendo como normal lo que no lo es. Si esto sucede a los adultos, imagínense cómo se normaliza la violencia en la infancia y se llega a apreciar como una conducta regular en su entorno.
¿ Qué pasa cuando normalizamos la violencia?
Justificamos su uso para resolver conflictos, somos apáticos y dejamos de sentir solidaridad por quien la sufre. Pareciera que nos vamos deshumanizando. Minimizamos expresiones y permitimos juegos infantiles con contenido violento, utilizamos un lenguaje agresivo con frecuencia y culpamos a las víctimas argumentando que se buscan su propia desgracia. Esto lleva a construir un tejido social en el que actos aberrantes parecieran normales.
Es momento de reflexionar y tomar acciones para dejar de normalizar la violencia. Hemos de ser conscientes de que el aprendizaje por observación o imitación es de gran relevancia en la infancia y adolescencia. Para ello debemos regular los accesos que los menores tienen a este tipo de actos y, como seguramente no podremos evitarlos, hacer referencia a que jamás deben formar parte regular en una sociedad. Hablar de estos temas con los nuestros fortalece la confianza y evita que se repitan patrones que tanto dañan a nuestra sociedad.
Sé que podemos pensar que es útopico o imposible que desde nuestra forma de vida podamos hacer algo para minimizar esta lacra, pero crean que sí es posible; no acostumbrarnos a acciones caracterizadas por la agresión, visibilizar el sufrimiento de las víctimas y optar por opciones no violentas es un gran inicio para atajar desde nuestroentorno cercano este mal que aqueja dolorosamente a la humanidad.
Nos leemos a la próxima.
Gracias por sus comentarios
Marianela Villanueva Ponce
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