Cuenta la leyenda maya que Kukulkán y Tepeu, creadores del mundo, dirigieron su primer soplo a un árbol de guayacán, y con su viento divino, un remolino de hojas verdes y azules dieron origen a las majestuosas plumas que hicieron volar al primer quetzal. Para esta civilización, esta ave, asociada también con Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, es tomada incluso como símbolo de la libertad; condición que, lamentablemente, se reduce cada día más para sus ejemplares.
Aunque el quetzal no está clasificado como una especie en peligro, de acuerdo con la lista roja de Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la especie está identificada como “Casi Amenazada”, “ya que se sospecha que está experimentando una disminución de la población moderadamente rápido, debido a la deforestación generalizada”.
Aún cuando el ave se distribuye en México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, no deja de encontrar una verdadera amenaza con la actividad humana, principalmente la tala desmedida de árboles. Tan sólo en México, anualmente se deforestan alrededor de 478 mil 922 hectáreas de bosques y selvas, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
La caza furtiva es otro factor a considerar, puesto que estos animales, por su singular belleza, son capturados con la intención de ser comercializados como aves exóticas.
Lo anterior ha dado lugar a estimaciones que apuntan que en el mundo existen menos de 50 mil individuos de la especie. México, Guatemala (país del que el ave es símbolo) y Costa Rica, ya han clasificado a esta especie como protegida. Así, este animal forma parte de los 249 enlistados como prioridad de conservación en la República Mexicana.
CONSERVACIÓN EN MÉXICO
En la actualidad, el quetzal tiene vida libre en México sólo en la Reserva de la Biosfera “El Triunfo”, ubicada en Chiapas, en la que hace más de dos décadas se ha brindado protección a esta y otras especies de la selva. En esta reserva, estas coloridas aves pueden desplazarse en un radio de hasta diez kilómetros desde su lugar de anidación.
Por otro lado, se han reportado importantes logros en su reproducción en cautiverio. Hasta hace años, se creía que por las características, el ave no podría sobrevivir en estas condicicones, pero gracias a la investigación de Jesús Estudillo, ornitólogo mexicano egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), su reproducción fue lograda.
La hazaña rompió el paradigma de la incapacidad del espécimen para reproducirse en condiciones no naturales y fue posible gracias a que el investigador, ya fallecido, logró comprender que las condiciones naturales del hábitat del ave eran indispensables para su crecimiento, por lo que en un invernadero, Estudillo recreó un ambiente cercano con la introducción de especies vegetales propias de la región en que se distribuye el quetzal.
Pero el descubrimiento fundamental del investigador fue que los quetzales necesitan vivir cerca de las orquídeas, plantas de las que suelen tomar agua por instinto natural y que les ayuda a disminuir el nivel de hierro en su organismo de modo que éste no les cause la muerte.
Así el aviario “El Nido”, ubicado en el Estado de México y en el que el científico recreó el hábitat, fue el pionero en el mundo en reproducir un ejemplar de esta especie seguido por el Zoológico “Miguel Álvarez del Toro” (ZOOMAT), el primer espacio de este tipo en repetir la acción, ubicado en Chiapas.
Hasta hoy, 14 crías de quetzal han nacido en el ZOOMAT con éxito, a partir del rescate hecho hace cerca de una década de una pareja de quetzales que comenzaron a reproducirse desde 2002. Estos quetzales han procreado desde entonces alrededor de una cría por año. Lo cierto, es que no todas han sobrevivido debido a que el ave es sumamente susceptible a los cambios en su alimentación y su hábitat.