El otro se parece a un perro y gruñe cuando siente olor a pie sudado.
Las máquinas utilizan sensores disponibles comercialmente, lo que demuestra cuánto ha evolucionado la tecnología de olfatos artificiales (o narices electrónicas), que ya estaba disponible a comienzos de la década de 1990.
Los robots fueron desarrollados por la compañía CrazyLabo y el Kitakyushu National College of Technology, utilizando una tecnología que va mucho más allá de esta propuesta claramente lúdica.
Huella química
La noticia de las nuevas máquinas apareció por primera vez en el diario japonés Asahi Shimbun.
Allí se informaba que al ser sometida al aliento de un usuario, la robot humanoide, llamada Kaori, responde con frases que van desde “huele a cítrico” a “hay una emergencia que va más allá de los límites de mi paciencia”.
El perro robot, que se llama Shuntaro, asiente con la cabeza mientras analiza el aroma de los pies de su amo.
Si el olor no es demasiado fuerte se acurruca frente al usuario y la Quinta Sinfonía de Beethoven suena por sus altavoces.
Si siente un olor más fuerte, gruñe. Y si el aroma roza lo intolerable, hace como que se desmaya.
El funcionamiento de los robots se basa en sensores capaces de crear huellas químicas que pueden hacer coincidir con aromas específicos. La información es procesada por computadoras dentro de las máquinas, que a su vez controlan las respuestas de los robots.
Son los primeros productos anunciados por CrazyLabo, que prevé hacer dinero alquilándolos para eventos.
El presidente de la compañía, Kennosuke Tsutsumi, cuenta que la inspiración para crear las máquinas le vino por las quejas de su familia sobre su olor corporal.
Una alternativa a los olfateadores humanos
En el Laboratorio de Sensores Biomédicos de la Universidad de Warwick, en Reino Unido, aseguran que fueron ellos los primeros en desarrollar una nariz electrónica “comercial”, en un proyecto que desarrollaron junto con Neotronics, una empresa especializada en detección de escapes de gas.
El trabajo, que fue financiado por la cervecería Bass, tenía como objetivo detectar contaminantes en el proceso de elaboración de la bebida, como alternativa al uso de olfateadores humanos.
“¿Cuán bajo hemos caído?”, bromeó James Covington, jefe del laboratorio, cuando escuchó acerca de los nuevos robots.
“Cuando comenzamos, los sensores no eran ni tan sensibles ni tan selectivos, pero las cosas han avanzado”, agregó.
“Los materiales de los sensores están mejorando, los sustratos están mejorando, el poder de procesamiento está creciendo”.
“Los dos principales motores para la investigación son el militar, donde se quieren poder detectar armas químicas, y el monitoreo medioambiental”.
Diagnóstico de cáncer
Covington también dijo que aunque la industria médica no era una de las principales fuentes de financiamiento, varias compañías estaban intentando aprovechar los avances en la tecnología.
La holandesa Enose está desarrollando Aeonose, un pequeño kit de diagnóstico basado en olores, diseñado para hacer intentar detectar tuberculosis, asma y cáncer de garganta.
Alpha Szsenszor, con base en Estados Unidos, está trabajando en un equipo para intentar detectar cáncer de pulmón y otras enfermedades analizando el aliento humano.
Y en la Universidad de Bristol, en Reino Unido, tienen el proyecto Lector de Olores (Odour Reader, en inglés), que analiza los vapores recolectados de muestras de heces de pacientes para intentar identificar las causas de diarreas.
Con todo esto, las tecnologías actuales todavía no logran el mismo nivel de sofisticación que la nariz humana.
El sistema olfativo del ser humano contiene unos 100 millones de receptores, que utilizan unos 350 millones de tipos de proteínas.
En contraste, las narices electrónicas suelen usar 32 -o menos- sensores químicos, alojados en una cámara.
Aprobación gubernamental
Para Covington la tecnología está lo suficientemente madura como para que sensores olfativos sean incorporados a teléfonos inteligentes hacia el final de esta década.
Hizo referencia al concurso Tricorder Xprize -patrocinado por el fabricante de microchips Qualcomm-, que está incentivando el desarrollo de innovaciones en torno al concepto de “un doctor en el teléfono”.
“Si un puede respirar en una máquina, ésta podrá decirle si uno tiene mal aliento, pero también podría ayudar a controlar algo como la enfermedad de Crohn (que afecta el aparato digestivo)”, dijo.
“Uno de los problemas es que para ciertos usos, si uno quiere poner sensores de gas en un teléfono debería solicitar aprobación gubernamental”.
“Pero yo ya he visto prototipos de dispositivos, con diversas aplicaciones, que pueden conectarse a un teléfono”.
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