San Luis, 433 años después…

El Radar

Por Jesús Aguilar

Cuatrocientos treinta y tres años después de su fundación, la ciudad de San Luis Potosí vuelve a mirarse al espejo de su historia. Y lo hace en un momento político especialmente enrarecido: con el pulso electoral adelantado, los ánimos desgastados y una ciudadanía que observa con escepticismo cómo los tiempos se aceleran y la política se convierte en ruido.

En medio de esa atmósfera, la sesión solemne de cabildo de este 3 de noviembre —con la presencia del gobernador Ricardo Gallardo y del alcalde Enrique Galindo— dejó ver mucho más que un acto protocolario. Fue un encuentro simbólico en el que, entre líneas, se enviaron mensajes de estabilidad, reconciliación institucional y una voluntad compartida de mantener la gobernabilidad en una capital que ha vivido meses de fuego cruzado mediático y político.

El gesto y el contexto

Que el gobernador y el alcalde compartieran espacio y discurso en una jornada de conmemoración cívica, tras semanas de desencuentros velados, no es poca cosa. En un estado donde la confronta suele dominar el escenario, la fotografía de ambos en la misma mesa es, en sí misma, una señal política: la de que en tiempos de desgaste, hay que recordar que el poder también se ejerce en clave de madurez.

No fue una sesión más. En el fondo, fue un mensaje de contención frente a la efervescencia anticipada de quienes ya piensan en 2027.
Mientras la ciudad celebraba su fundación, varios actores políticos ya ensayaban precampañas disfrazadas de posicionamientos, conferencias y recorridos.
En contraste, el acto institucional entre Gallardo y Galindo pareció una pausa en el vértigo: un recordatorio de que la capital potosina necesita más acuerdos que balas retóricas, más política de Estado que cálculo electoral.

La ciudad que se funda cada día

San Luis Potosí no se fundó una sola vez.
Se ha refundado muchas veces, cada vez que sus ciudadanos han tenido que volver a creer en ella pese a los conflictos, los abusos del poder o las fracturas sociales.
El San Luis de hoy —el de las nuevas avenidas, los barrios en expansión, la crisis hídrica, los contrastes urbanos y el desencanto con la clase política— es resultado de esas múltiples refundaciones.
Y en ese sentido, el aniversario 433 no sólo conmemora una fecha: es una invitación a pensar en el modelo de ciudad que queremos dejar al cumplir 450 años.

La efeméride llegó en medio de un agotamiento político generalizado.
Los informes de gobierno se convirtieron en campos de batalla, las redes sociales en trincheras, y el discurso público en una arena de acusaciones sin tregua.
El desgaste es visible: medios polarizados, liderazgos cansados, funcionarios defendiendo narrativa más que resultados, y una ciudadanía que parece cada vez menos dispuesta a creer en las promesas de siempre.

Por eso el acto del 3 de noviembre tuvo un valor que va más allá de lo ceremonial: representó un pequeño respiro en el ruido. Una postal de civilidad en un entorno saturado de ego, encono y adelanto electoral.

El gobernador Gallardo sabe que entra a la fase más delicada de su administración: la de consolidar proyectos, cuidar su legado y administrar el inevitable desgaste.
El alcalde Galindo, por su parte, navega con el desafío de sostener la gobernabilidad de una capital con creciente presión social y política, mientras los reflectores ya apuntan a su futuro inmediato.
Ambos tienen algo en común: se mueven en un tablero donde los tiempos ya no los dicta el calendario, sino la ansiedad de los aspirantes.

En San Luis, los tiempos electorales se adelantaron sin permiso, como casi todo últimamente.
Ya hay manos levantadas, acuerdos subterráneos, filtraciones y apuestas en los cafés políticos.
Y aunque falta más de un año para que inicie formalmente la contienda, la sucesión ya está en marcha.

La conmemoración de los 433 años ocurre entonces en una ciudad fundacionalmente política, pero cansada de la política como espectáculo.
Una ciudad que pide ser gobernada, no disputada; que necesita claridad, no propaganda; acuerdos reales, no fotos de ocasión.

En la plancha de la plaza de Fundadores justo hace días el reclamo fundado de los estudiantes de la autónoma potosina se volvió caldo de cultivo de violencia y espacio para infiltrados con intenciones oscuras generadas desde la política.

San Luis Potosí nació como una ciudad minera, levantada sobre la esperanza del oro y la promesa del futuro. Cuatro siglos después, sigue buscando su mejor versión entre el polvo de la historia y la prisa del presente.
Quizá la enseñanza más valiosa de este aniversario no esté en los discursos ni en las placas, sino en la capacidad de reencontrarnos en medio del desencuentro.
A fin de cuentas, toda ciudad que sobrevive al paso del tiempo lo hace no por sus piedras, sino por la voluntad de sus habitantes de volver a fundarla una y otra vez.

Y ese, 433 años después, sigue siendo el verdadero desafío de San Luis.

La celebración formal será el sábado 8 de noviembre en el remosado Teatro de la Ciudad del Parque Tangamanga 2, otro gesto interesante, en la celebración de la ciudad gobernada por Galindo, el Gobernador prestó el espacio del Tangamanga y tocará la orquesta sinfónica y coros de la Marina acompañando a Aida Cuevas. Ojalá no se quede en la interpretación…

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