El Clásico de México tuvo un solo equipo. El Guadalajara buscó en todo momento, pero tuvo que conformarse con un empate sin goles en la ida de las semifinales en el Estadio Akron.
América tuvo un primer tiempo para el olvido. Su mal fútbol impera y las rabietas de André Jardine contra sus jugadores y el cuerpo arbitral lo confirman. Fue hasta el minuto 20 cuando las Águilas hicieron su primer disparo al arco rojiblanco, pero nada extraordinario. Los de Coapa hicieron un primer tiempo impresentable.
Si tan solo el Guadalajara tuviera otro delantero letal, de calidad, la historia habría sido diferente. Ricardo Marín y Pavel Pérez fallaron frente a Luis Ángel Malagón las más claras de su equipo. Para el segundo tiempo, la historia fue un poco distinta, pero el Rebaño volvió a ser el equipo que más ambición y fútbol mostró en suelo tapatío. Sólo una llegada de Diego Valdés puso en aprietos al “Tala” Rangel.
Mucha ambición, pero poco ingenio. No supieron hacerle daño a un desdibujado América y aunque podrían pagarlo caro, todo quedó abierto para la vuelta en el Estadio Azteca. América salió con vida en una calca de lo que fue su partido de ida frente al Pachuca: proponer poco y salvarse de manera inexplicable.
La polémica también se hizo presente con una dura plancha sobre Brian Rodríguez; Rubén González pudo irse expulsado, pero el silbante Oscar Mejía dejó la acción en cartón preventivo y desde el VAR no recibió ninguna orden. Entraron Cade Cowell y Javier Hernández, pero poco y nada; Víctor Guzmán impresentable y Roberto Alvarado el hombre más peligroso del chiverío.
América, de nuevo con poco fútbol, salió con vida y ya hila otro partido sin victoria; ya son cinco y contando. América debe recobrar la memoria y apelar a su buen fútbol u otro fantasma podría arrebatarle el sueño del bicampeonato.