Se renta uno de los bares más icónicos a causa de la pandemia.
Las noches intempestivas, absolutas y multisensoriales del Centro Histórico cada noche diferente a la otra, perdió a La Santa uno de los bares más icónicos cuya resonancia magnética le confirió el bien merecido sustantivo de La Catedral del Rock.
La música era el frenesí que estremecía a las emociones.
Apenas cruzando el umbral invocaba nuevas atmósferas, se sentía que las paredes de una vieja casona respiraba con tanta intensidad por la que era imposible no voltear la mirada hacia todos lados y descubrir los sonidos que ocultan los espejos.
Una tenue plaquita exterior encima de la rugosa textura junto a un vinil de la triste economía que dice “Se Renta” le deba a quien tuviera un momento de alzar la mirada, la explicación y origen de ese sitio que desaparece sin mayores estridencias.
Las historias se apreciaban cada noche al ritmo y compás, la guitarra era el preludio a una nueva emoción personal e impersonal.
Las noches tuvieron vida cuando la música le regaló ese don.
Desde otros bares de la ciudad más distantes, algunos del rumbo norte o hasta de los alrededores de la antigua Central Camionera, encarnaron bandas que en La Catedral del Rock tuvieron su momento triunfal.
La Santa se hizo sustantivo cuando sonó tanto o más como la noche que la acompañó siempre, en la frónesis de la guitarra de Gilmour con Gary Moore, en Hysteria de Deff Leppard que sonaba los viernes en la furia rítmica de las bandas que aventuran Metallica en los ecos poéticos de voces que intentaron a Mercury, la epifanía inscrita en el aire con Joplin, o Dolores O Riordan la tempestad de Rock You Like the Hurricane de Scorpions en el mute y en el zumbido vibrante del piso que precede a un amplificador encendido.
Pero ahora se fueron en un off determinante y absoluto.
El foso de las bandas, siempre fue un lugar admirable. Porque ahí; solo ahí, junto a una noria oculta en el piso que rebotaba el azul luminiscente del que bajaba para estar en la primera fila, los sonidos de la magia, se esparcían en las siete salas de la casa de la música.
La Santa está en el adiós, la terrible pandemia se hizo un túnel, en el que no se le ve fin y que hizo de los alquileres una situación desesperante.
En las últimas semanas, las del desmantelamiento que inició en febrero, esa esquina de Escobedo con Guerrero en el Centro Histórico aunque en el silencio pudo escucharse con más fuerza a Kiss, Toto, Fobia, Caifanes, Stone Temple Pilots,Megadeth, Soda, Foo Figthers, Tijuana No, La Maldita, Him, Monster Hyde, Wadley, Paradise City…
Una onza de ginebra o en su defecto bourbon más una de vodka y agua quina con jugo de limón es un celebrity cóctel inventado ahí.
El Exprés