esde hace unos años una palabra se ha puesto de moda: procrastinar.
Tanto es el impacto de su significado en la vida cotidiadana de las actuales sociedades, que inclusive The New York Times realizó hoy un ensayo en el que afirma que procrastinar no es un asunto de holgazanería, ni de flojera, sino de control de emociones.
Procastinación es un término de uso frecuente, aunque la Real Academia Española lo considera inválido y, en cambio, indica la utilización de procrastinación. Se trata de la tendencia y el resultado de procrastinar, es decir, de demorar, retardar o retrasar algo.
Una de las mejores definiciones de esta palabra es la que escribió Jorge Fernández Meléndez en su columna Que la mariguana nos salve el 11 de noviembre de 2015:
“Procrastinación: (del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro), postergación o posposición; es la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras más irrelevantes o agradables”. Como país y como sociedad nos encanta procrastinar, es algo así como un deporte nacional, parte de nuestra cultura social y política. Decían los viejos políticos que cuando no se quería solucionar un problema había que crear una comisión. Se posterga, se pospone y se dejaba la solución para los que vengan. Mientras tanto, se inventan debates, comisiones, issues que no alejen de lo realmente importante”.
En muchas personas, procrastinar es un hábito que se desarrolla desde pequeños, cuando se comienza a armar la maqueta para entregar el lunes en el último momento del domingo; la declaración de impuestos para la última semana de la fecha límite, o la ropa sucia que se acumula y acumula tras varias semanas.
Recientes investigaciones indican que hay cinco razones por las cuales los seres humanos procrastinamos.
PROCRASTINAR AFECTA MÁS A UNOS QUE A OTROS
Hay personas que están genéticamente dispuestas a llevar las tareas hasta el último momento. Investigadores de la Universidad de Colorado encontraron que hay personas que pierden la atención de su objetivo con más facilidad, en cuanto un distractor entra en escena. Es decir, dan preferencia a sus tendencias impulsivas. Hay cierto placer en dedicar tiempo a los distractores, en lugar de las metas u objetivos.
PROCRASTINAR SE SIENTE BIEN, HASTA QUE YA NO LO ES
Al final se siente muy mal procrastinar, pero el gusto que da a corto plazo hace que se regrese por más. Procastinar se siente bien, y brinda un pequeño impulso de dopamina, esa pequeña recompensa química que el cuerpo segrega cunado hay placer.
EL PROCESO DE TOMA DE DECISIONES EN EL CEREBRO ES UNA GUERRA
La toma de decisiones se lleva a cabo en la parte frontal de la corteza cerebral. El proceso de toma de decisiones es meramente voluntario. Por lo que si no estamos realmente conscientes en el momento o enfocados en nuestras tareas, entonces el sistema límbico toma el dominio de la situación. Como resultado: sucumbimos ante lo que se siente mejor, lo cual, normalmente es, la dopamina.
PROCRASTINAR ES LA PÉRDIDA DEL AUTOCONTROL
La falta de autocontrol lleva a los procastinadores a tener problemas cuando se trata de finalizar tareas. Cuando una persona con poca disciplina se enfrenta a una labor poco deseada, es entonces que se inclina por procrastinar.
El no tener autocontrol es una forma muy específica de procrastinar.
NO CEDER A LA PROCRASTINACIÓN ESTÁ TOTALMENTE EN TUS MANOS
Ceder o no ceder a procrastinar siempre está mezclado con sentimientos negativos por determinada tarea. Es posible experimentar intimidación, miedo a fallar o falta de pasión. Como resultado, tendemos a ver las cosas como tareas a superar en lugar de convertirse en experiencias o logros.
¿POR QUÉ TOMAMOS DECISIONES DE LAS QUE NOS VAMOS A ARREPENTIR?
Todos tomamos malas decisiones: gastarnos los ahorros, procrastinar, salir con la gente “equivocada” y fumar. Generalmente, la satisfacción inmediata de prender un cigarro en seguida se ve reemplazada por un sentimiento de repugnancia y arrepentimiento. Todos sabemos que fumar es malo y nos hace sentir mal. Entonces, ¿por qué lo hacemos? En primer lugar, debemos entender cómo funciona el cerebro cuando se le presenta una elección. El cerebro recoge información (A), la procesa (B) y produce una respuesta (C). A + B = C. Fácil, ¿no? Sin embargo, debido a la tremenda complejidad del cerebro humano, hay un montón de cosas que pueden salir mal en lo que parece una ecuación simple.
Algunas malas decisiones son producto de la falta de información o de la desinformación. Nuestro cerebro no solo se sirve de hechos objetivos para tomar decisiones, sino también de información personal y basada en la experiencia: qué hemos aprendido de decisiones, circunstancias y relaciones anteriores, así como de otras personas. Básicamente, todo lo que hemos vivido influye en las decisiones que tomamos. Por lo tanto, no importa lo fiable que sea la información de que dispones o la cantidad de la misma: en la práctica puedes ser un desastre al usarla.
Luego, el cerebro debe procesar y clasificar toda esa información, tanto subjetiva como objetiva. según unas prioridades. Esto es lo que se conoce como capacidad cognitiva, y sobre ella también influyen infinidad de factores. Aunque algunos son bastante obvios, como el cansancio o el estado de embriaguez, hay otro factor más sutil: el sesgo cognitivo. Se trata básicamente de atajos que nuestro cerebro ha creado y que nos ayudan a resolver problemas y a interpretar rápidamente la información a partir de patrones que hemos vivido anteriormente y que se han ido reforzando con el tiempo. Sin embargo, todo lo que ganamos en eficacia lo pagamos con un criterio deficiente. La comunidad neurocientífica ha identificado cientos de sesgos cognitivos y todavía se siguen descubriendo más
¿No tienes suficiente?
Si procrastinar sigue siendo tu dolor de cabeza, tu pesadilla, tu ancla, prueba el consejo de Alfredo Lamont III:
VICENTE RAMÓN LÓPEZ
¿Qué me puede ayudar para no procrastinar todo el tiempo?
Concéntrese en trabajar en la tarea que tendrá el “mayor impacto positivo en su proyecto”. Hay una tentación de acabar primero las tareas más pequeñas y fáciles de su lista, pero debería luchar activamente contra ese impulso y atacar de inmediato lo más difícil y complicado.
JUANA MARÍA P.
¿Cuáles son los indicativos o elementos de la inteligencia emocional?
Estos, si se aplican uno por uno, pueden definitivamente mejorar este coeficiente:
Autoconciencia emocional.
Autocontrol emocional.
Adaptabilidad.
Orientación al logro.
Panorama positivo.
Empatía.
Conciencia organizacional.
Influencia.
Entrenador y mentor.
Manejo de conflictos.
Trabajo en equipo.
Liderazgo inspirador.
Los expertos indican que con sólo leer esta lista de 12 elementos ya está haciendo mucho para aumentar su inteligencia emocional. Resumidos, los tres pasos que debe tomar para atacar cada uno de estos son: reconocer una amplia gama de emociones, aprender nuevas palabras para emociones específicas y crear nuevas emociones.
Con información de: Excélsior