Un menor de 16 años reclutado por Los Zetas en Hidalgo, durante la jefatura de Heriberto Lazcano Lazcano, El Lazca. «Halcón» fue presentado en septiembre 2011 junto a presuntos operarios del cártel, incluidos policías en activo de Pachuca, Zapotlán, Mineral de la Reforma, El Arenal, Atotonilco el Grande, Omitlán de Juárez, San Agustín Tlaxiaca y Mineral del Chico.
Tenía los párpados hinchados. Le habían retirado las agujetas de los tenis para que, aunque quisiera, no pudiera colgarse de algún tubo para quitarse la vida. Lo había pensado porque recordó que, al ingresar a la última letra, le advirtieron: «si tú fallas, culero… Miraba con desdén a los uniformados, mientras en una conferencia de prensa del jefe de la policía de su estado, con el supuesto arsenal decomisado en mesas al frente, leía la presunta historia de su criminalidad.
Todavía portaba la camiseta del bachillerato al que había dejado de asistir desde que se enlistó como vígia del cártel, encargado de alertar del ingreso de corporaciones a barrios donde estaban casas de seguridad, pero que usaba para que su madre no se preocupara y creyera que aún cursaba la escuela y no era uno de esos «vagos» con los que detestaba que se juntara.
Cuando «Halcón» fue reclutado, jamás pensó en que elementos del Ejército ingresaran a una de estas casas de seguridad con los rostros cubiertos con un pasamontañas negro y rifles de alto calibre en sus hombros, con los que fueron amagados para que pusieran las manos sobre la nuca: «Tírate al piso, hijo de la chingada».
Detuvieron a él y otros dos implicados por ser espías y sicarios al servicio de Los Zetas, que, con El Lazca como jefe, controlaba la distribución de droga en gran parte del país.
«Halcón» no fue el único menor detenido en Hidalgo por, presuntamente, servir al narco, en octubre de aquel año «Sicario» también cayó en una «cacería» al cártel en la que hubo cinco asegurados, todos de la plaza del estado.
Originario de la colonia El Tezontle de Pachuca, donde creció El Lazca, a quien la Secretaría de Marina afirma que asesinó en Progreso, Coahuila, a finales del sexenio de Felipe Calderón, «Sicario» recibió adiestramiento en uso de armas en un campamento clandestino de Los Zetas en Veracruz; ahí aprendió a disparar un cuerno de chivo y técnicas paramilitares de desertores del Ejército y Kaibiles, también militares de élite de Guatemala que se unieron a grupos criminales centroamericanos, aliados de Los Zetas.
Hasta ese momento, la Secretaría de Seguridad Pública de Hidalgo contaba 13 menores de vinculados con los Zetas que había sido detenidos.
La cifra, sin embargo, era mayor: en el sexenio de Calderón (2006-2012), el presidente que emprendió la guerra contra el narcotráfico, 142 niños y adolescentes fueron asegurados por el Ejército y corporaciones estatal y federal, entre ellos ocho mujeres: seis por posesión de drogas, una por portar un arma de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas y una más por un delito patrimonial, de acuerdo con un informe del Centro Nacional de Planeación, Análisis e Información para el Combate a la Delincuencia de la entonces Procuraduría General de la República.
De los 134 varones restantes, 38 fueron capturados por, presuntamente, violar la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos, y 51 por la probable comisión de ilícitos contra la salud: 31 por posesión de narcóticos y nueve por comercio.
Estos niños y jóvenes, algunos de ellos, recaían en el Consejo Tutelar para Menores Infractores de Pachuca y se agruparon para instaurar su autogobierno: en diciembre de 2012, 35, condenados por nexos con el crimen organizado, principalmente con Los Zetas para quienes fungían como halcones y sicarios, organizaron un motín: quemaron sábanas y colchones para exigir aumento de días de visitas conyugales y mejoras en la infraestructura del lugar, mas fueron sometidos.
Desde 2013 la Fiscalía General de la República, antes Procuraduría, no reconoce el asentamiento de este cártel en Hidalgo, pero el reclutamiento de infantes para actividades criminales ha continuado; ahora, menores son cooptados por grupos de huachicoleros para ordeñar ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex), distribuir el combustible robado, alertar el ingreso de corporaciones de seguridad, y también como asesinos a sueldo.
«Nomás hay que decir por WhatsApp si hay algo raro», cuenta Mauri, un vigía de 13 años de Tlaxcoapan, quien pisa la tierra que cubrió la canaleta por la que corrió fuego en Tlahuelilpan el 18 de enero, cuando el componente MTB estalló con personas que tenían las piernas dentro riachuelo de combustóleo, y alcanzó a los que extraían crudo de la periferia.
Los halcones ganan tres mil, pero quienes trasladan la gasolina en autos robados –armados–, y maniobran los ductos con una llave Stilson para ordeñarlos, ganan hasta diez mil.