La inversión, la cultura, la población y la propia geografía desmienten los improperios del magnate estadounidense sobre México.
Ni Donald Trump representa a Estados Unidos ni el narco a México. Fuera de los estereotipos, la relación entre ambos países es profunda y mutuamente beneficiosa. Las invectivas del magnate estadounidense pidiendo un muro de contención para frenar a sus vecinos por vagos y peligrosos, entran en la esfera de la demagogia xenófoba y no resisten el menor análisis. Aquí van siete argumentos para cerrar la boca a los Trump de turno. Son pura cifra.
La prueba del dinero. No hay mejor termómetro de la confianza que el dinero. Pues bien, entre 1999 y 2012 Estados Unidos invirtió 153.000 millones de dólares en México. Este inmenso chorro representó el 50% de la inversión directa en el país. Nadie dio más en el mundo. Nadie, por tanto, confió más. Excepto Trump, claro.
Lo que piensan Bill Gates, Ford y Walmart de México. No solo el capital cuenta. También quién lo pone. Estados Unidos, el paraíso de los grandes emporios, ha llevado a México a sus más altos representantes empresariales. Ahí están Microsoft, con una inversión de 2.250 millones de dólares, Ford (2.100 millones), GM (1.340 millones) o Walmart (1.282 millones). Todos han puesto su dinero y su prestigio (y también algún que otro escándalo) en tierras mexicanas. Frente a estos gigantes, el imperio de Trump es de teletienda. ¿En quién confiaría usted?
Más que amigos, socios. No hay nada que una tanto como una buena relación comercial. No solo ambos países pertenecen alTratado de Libre Comercio de América del Norte, sino que México es el segundo socio comercial de Estados Unidos y el primer destino de las exportaciones de California, Arizona y Texas, además del segundo mercado para otros 20 estados. Aproximadamente seis millones de empleos en EEUU dependen del comercio con México y cada minuto se comercia un millón de dólares. ¿Alguien se cree que México solo mande violadores y traficantes como pretende Trump?
Estados Unidos Mexicanos. México siente pasión por su vecino del norte. No sólo le envía el 80% de sus exportaciones, sino a lo mejor de su población. De los casi 12 millones de mexicanos que habitan fuera del país, el 97,8% lo hace en Estados Unidos. La cifra es 250 veces más alta que la de mexicanos que viven en España, la madre patria. Pero no sólo cuentan los migrantes. Aún más importantes son sus hijos. En 2012 se calculaba que 34 millones de mexicanos y sus familiares habitaban el país de Donald Trump. Son el 11% de la población nacional. Suficientes para acabar con cualquier prejuicio.
Más cultos, más preparados. La población mexicana en Estados Unidos no se ajusta al perfil tremendista de Trump. Los mexicanos afincados allí forman un grupo activo y luchador que no ha dejado de mejorar. Si en 1990 sólo un 25% había pasado por una high school, dos décadas después ya era el 41%. Y hoy día, pese a los problemas de cualquier migración masiva, dos tercios hablan perfectamente inglés y casi la mitad dispone de casa propia.
La lengua común. Trump lanzó sus improperios en inglés. Un idioma que llegó más tarde que el español a tierras norteamericanas.Hoy día, más de 53 millones de personas hablan español en Estados Unidos. No sólo es la segunda lengua, sino que la comunidad hispanohablante es la segunda mayor del mundo, solo superada por México. No es algo que pertenezca a los otros. El idioma y su cultura forman ya parte esencial de Estados Unidos.
Unidos para siempre. Las fronteras, por mucho que se empeñe Trump, son puntos de unión. En el caso de Estados Unidos y México, con 3.142 kilómetros, es una de las mayores del planeta. Difícilmenteningún muro podrá frenar la corriente humana que genera este inmenso territorio común y cuya divisoria cruzan cada día un millón de personas y 300.000 vehículos. ¿Alguien da más?
Fuente: El País