Datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP) mostraron que las procuradurías estatales recibieron entre enero y mayo un total de denuncias por homicidio equivalentes a 90 por día. Un indicador de las condiciones del país, pero también de los incuantificables efectos psicológicos que la inseguridad deja a su paso.
La violencia ha desatado un estrés permanente en las personas, afirma Dalia Jaquez Bermúdez, jefa del Departamento de Psicología de la Universidad La Salle, en entrevista con SinEmbargo. Las tienen en la percepción de un entorno amenazante del cual se deben proteger y eso causa una preocupación constante.
“A nivel individual no nos damos cuenta de que el estrés tiene diferentes niveles, tanto en la parte emocional, física, pero también tiene un costo hacia afuera y económico”.
Estas sensación de estar expuesto hace que las personas tomen comportamientos que en otras circunstancias no tendrían, explica la psicóloga, por lo que las personas que se sienten expuestas tienden a aislarse.
“Llego a mi casa cierro todo y no salgo ya para nada, porque tengo temor de que me vayan a asaltar, de que me vayan a violar, o de que me vayan a agredir físicamente si camino por la calle”, dice.
Debido a que el entorno de violencia en una zona insegura podría no cambiar, es posible que la sensación de vulnerabilidad persista incluso dentro del hogar, lo que afecta el sueño y puede presentar síntomas psicosomáticos relacionados con la ansiedad, como sudoración y palpitaciones, o depresivos, con sentimientos de melancolía y culpa.
Un factor notorio que recalcaron los especialistas fue que para que la persona viva estas alteraciones no tiene que ser necesariamente ella la que sufra un incidente, o esté más expuesta ser víctima, pese a que las zonas geográficas presentan una diversidad de niveles de inseguridad.
“A nivel psicológico social, incluso, cultural, se podría decir que conlleva a trastornos del sueño, de la alimentación. Hemos notado incapacidades que van desde síntomas psicológicos, migrañas, crisis gastrointestinal, gastritis, colitis, hasta la diarrea”, dijo en entrevista Alberto Montes de Oca Tamez, rector del Instituto Nacional de Psicoanálisis.
LOS MÁS VULNERABLES
El 9 de julio, integrantes de un grupo delincuencial irrumpieron una vivienda en el kilómetro 51 de la carretera Reynosa-Matamoros en el municipio de Río Bravo, Tamaulipas.
Ahí cuestionaron una familia integrada por una señora, su hijo y tres nietos sobre otro grupo rival. Luego de no encontrar información fueron asesinados, de acuerdo con el Grupo de Coordinación Tamaulipas .
Las víctimas fueron identificadas como Vicenta García Sánchez, de 65 años de edad; su hijo Fidel Martínez García, de 39 años y sus nietos Fidel, de 19; Alexis, de 15 años y Pedro Antonio Martínez Medrano, de 10 años.
Los expertos concuerdan en que la vulnerabilidad es cuestión de recursos emocionales, físicos y económicos. Y en fenómenos como la violencia existe una correlación directa entre los más pobres y el grado de vulnerabilidad.
“Por lo general, las personas que más sufren, son aquellas que tiene los niveles socioeconómicos bajos es como una correlación la que existe. Esos focos rojos son los que están hilados, o se acercan a lugares donde el nivel es bajo, o las personas se podría pensar en un primer momento que tienen necesidad económica”, dijo la jefa del departamento de psicología de la Universidad La Salle.
En México unas 60.6 millones de personas viven en la pobreza, de acuerdo con la iniciativa Acción Ciudadana contra la Pobreza, que agrupa a diversas organizaciones civiles. Esta proporción de la población en pobreza permanece casi igual desde 1992, cuando el 53.1 por ciento vivía dichas condiciones.
“He tenido oportunidad de estar en Oaxaca, Chiapas, hasta la Riviera Maya, y he podido notar sensiblemente personas con depresión, melancólicas, maniaco depresivas. Esto va en correlación con la falta de oportunidades”.
En el primer semestre del año, el Índice Delictivo 2015 reporta 273 mil 633 denuncias por robo, de los cuales 34 mil 635 han sido a transeúntes, de los cuales el 75 por ciento fueron con violencia.
“A nadie nos gusta que nos asalten, pero no es lo mismo que a mí me roben mi celular y yo tenga la posibilidad de reponerlo, a aquella persona que le roban algo y no hay la manera de recuperarlo. La lógica es que todos requerimos apoyo, pero le va ser más fácil o más difícil readaptarse a la situación dependiendo de estos aspectos”, detalla Jaquez.
Sufrir un atraco conlleva un estado de shock coincidieron los consultados que se refleja en la incapacidad para reaccionar. Los síntomas que le siguen son ansiedad, miedo, paranoia y nerviosismo, que quedan enmarcados en una sensación de indefensión.
REALIDAD O PERCEPCIÓN
La Encuesta Nacional de Seguridad reveló en junio que el 69 por ciento de los mexicanos consideró que su ciudad es insegura.
El estudio que se hace cada tres meses, refirió en su última publicación, de marzo, un porcentaje de 67.9. Este ligero repunte mostraría la incapacidad del Gobierno para proveer de seguridad a la población, establece Andrés Díaz Fernández, investigador de Fundar, Centro de Análisis e Investigación, consultado por este medio.
“La percepción que la gente tiene, obviamente, parte del contenido de los medios de comunicación, pero de que hay muertos, hay desapariciones forzadas, varias formas de privación de la libertad, de que hay proceso injustos, personas que están en cárceles injustamente, y todo el clima que ha generado. Delitos menores como robos, asaltos y allanamientos pues sí son reales”, dijo Díaz.
La Ensu incorpora mediciones sobre la percepción de inseguridad, la expectativa social sobre la tendencia del delito y el atestiguamiento de conductas delictivas, antisociales, así como cambios de rutinas por temor y el desempeño de las fuerzas de seguridad pública.
En ese periodo la encuesta hecha por el Instituto nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reveló que las población objeto de estudio manifestó que en los últimos tres meses, el 71.2 por ciento ha escuchado o ha visto en los alrededores de su vivienda situaciones como consumo de alcohol en las calles, el 65.3 el robos o asaltos y el 58.5 el vandalismo.
“Es real todo lo que está sucediendo en México: la desaparición forzada de personas, los homicidios sin sentido, los enfrentamientos entre supuestos criminales con fuerzas armadas, son reales. Y eso está basado por las historias que están siendo cada vez más generalizadas, y probablemente las personas de este país han tenido algún conocido al que les ha pasado algo de esto”, explica Díaz.
En junio, el 20.3 por ciento de la población de los encuestados, que eran personas mayores de 18 años, consideró que en el próximo año la situación de la delincuencia en su ciudad seguiría “igual de bien”.
Mientras que el 37.3 por ciento consideró que seguiría igual de mal y el 26.3 porciento que empeorará.
“Se observa que es mayor la proporción de población que considera que la situación de la delincuencia ‘seguirá igual de mal’ o que ‘empeorará’. Al considerar los resultados obtenidos en junio de 2014, no se presentan cambios significativos en la expectativa social sobre seguridad pública”, citó el Inegi en una misiva.
La psicóloga Dalia Jaquez piensa que no hay que subestimar la percepción y sus efectos.
“Yo creo que psicológicamente podemos tener una percepción frente a nosotros y cada uno la percibimos diferente . A veces esa parte de la percepción ayuda mucho más a sentirse vulnerable que la propia acción”, dice.
Además, la capacitación de las autoridades ayuda al respaldo ciudadano. Y puede jugar un rol clave a la hora de desarrollar un trauma conforme atiendan a una víctima de violencia.
Actualmente, las autoridades no sólo carecen de esta sensibilidad sino que tampoco cuentan con incentivos suficientes para hacerlo, de acuerdo con la directora de programas del tanque de pensamiento, Causa en Común, Miroslava Ortiz Flores.
“Es un proceso en el que ya vamos atrasados. Lo que nosotros hacemos es observar la carrera del policía, al final si los policías son el primer responsable con la ciudadanía. Si consideras que los salarios son bajos y extenuantes, le estamos pidiendo a una persona quizá con vocación, que de ser policía sea muy preparada para tratar al ciudadano pero no les estás dando las herramientas ni las prestaciones para que eso ocurra”, explica la entrevistada.
El Ensu de junio reflejó en qué autoridades tiene más confianza la población. Resultando ser la Gendarmería nacional, seguido por la Policía Federal, Estatal y Municipal, en el orden respectivo.
ESTADO VIOLENTO
De acuerdo con los expertos consultados, el Estado también violenta a la población al crear un clima de inseguridad, al no trazar políticas que estén encaminadas a brindar real seguridad a la población, como también carecer un manejo de la crisis de derechos humanos debido a la violencia que no revictimice a las personas.
Esta falta de protección del Estado está evidenciada en las 619 mil 420 denuncias de delitos registradas en el Índice de Incidencia Delictiva del Fuero Común, datos que alejan la realidad de lo que debería ser, de acuerdo con el artículo 21 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
“La seguridad pública es una función a cargo de la Federación, el Distrito Federal, los estados y los municipios, que comprende la prevención de los delitos; la investigación y persecución para hacerla efectiva”, cita el artículo 21.
La investigadora en temas de seguridad del tanque de pensamiento México Evalúa, Leslie Solís Saravia, recalcó que es importante recordarle a la gente de esta obligación del Estado.
“A la que ellos mismos se comprometieron, y que a partir de la reforma del 2011 se estableció que los derechos humanos son el centro del Estado, en todas sus dependencias. Dijeron, ‘promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos’ [de forma literal]”, explica Saravia.
Por su parte, la estrategia de gobierno para abordar la inseguridad, también es deficiente coinciden expertos.
“Nunca ha sido una estrategia del Estado dar una real seguridad ciudadana. Se trata de marginalizar quienes van a estar adentro de la ley y de las políticas públicas de beneficios y quienes contra la ley”, dice Díaz.
En ese sentido, apunta el investigador, es que el Estado arma un show mediático que va en búsqueda de los grandes narcotraficantes, lo que podría engañar a parte de la sociedad haciéndoles ver que el Gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto está interesado en la seguridad de los ciudadanos.
“No es posible entonces entender como si el Estado quiere respetar la seguridad lo hace a través de la violación de derechos humanos. Para nosotros eso es muy básico no se pueden garantizar derechos violentando otros derechos humanos”, dijo Díaz.
Casos como el de Ayotzinapa, y el papel que jugó el Gobierno, son interpretados en términos de efectos psicológicos por los expertos.
Mientras que Peña Nieto tardó 10 días en pronunciarse respecto a la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre, le tomaron 12 minutos hacer un anunció público sobre la muerte del actor Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”, lo que deja un velo de indiferencia sobre lo que sucede en México.
“Cuando hay una violencia y se comprende qué pasó, cómo fue, eso ayuda mucho a una reconección del pasado, presente y futuro del trauma. Pero en el caso de Ayotzinapa es una incertidumbre no se sabe bien qué pasó. Qué pudo haberlo conducido, qué tipo de móvil pudo haber llevado esa acción. Esa ambigüedad hace que la herida siga abierta, que genere rabia, coraje y una tendencia de agresividad hacia diferentes figuras, que puede ser el Gobierno, el Ejército, los narcos, o quién se imagine la persona”, explicó Marco Eduardo Murueta Reyes, presidente de la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología (Amapsi).
JUSTICIA PERSONAL
Al no haber instituciones públicas que garanticen seguridad, una de las reacciones es el impulso de los ciudadanos para defenderse por sus propias manos o cobrar venganzas, indica Jaquez. Esta sensación de vulnerabilidad, o de estar desprotegido haría que las personas tiendan a tomar posturas más agresivas.
“A nivel social yo he visto noticias cómo las personas hacen justicia por sus propias manos. Es decir, encuentran a un ladrón donde ven a alguien robando y lo linchan. Al sentir que no hay instituciones que les den garantías, dicen, pues bueno, yo voy a tener mi pistola, mi machete, lo que sea. Para que me pueda defender en caso de que alguien me agreda”.
Parte de esta psicología impera en localidades del país donde el sentimiento de desprotección sirvió para la conformación de grupos de autodefensas armados.
Casi al cumplirse el primer año de la administración de Peña Nieto diversos medios estimaron que en el país habían 26 grupos de autodefensa, 20 de ellos en el estado de Guerrero en las comunidades de El Troncón, Zacatzonapa, Tecoltzintla y El Potrero.
“Justo estos grupos surgen ante un vacío del Estado, un vacío de autoridad, de proveer la seguridad que los ciudadanos necesitamos, y no es que nosotros digamos, que es un asunto que está bien, no, pero sí estamos convencidos que el Gobierno tiene que trabajar para fortalecer sus instituciones para que tenga credibilidad, para que la confianza de los ciudadanos se incremente, y puedan acercarse”, explicó Ortíz Flores, de Causa en Común.
Jaquez sostiene que tomar justicia por sus propias manos funciona como válvula de escape para un resentimiento social. “Muchas de las personas que se suman a tomar justicia por sus propias manos, no son siquiera las afectadas o que fueron víctimas, pero se suman a agredir cuando surge un chivo expiatorio, como podría ser un ladronzuelo”.
EL ANTIHÉROE
La creación de antihéroes es otro síntoma de la inconformidad de la gente con las personas en el poder, explica el psicoanalista Alberto Montes de Oca Tamez, no importa si logran las cosas a través de la violencia, aunque esa fascinación “es algo a todas luces patológica [síntoma de enfermedad]”.
A partir del segundo escape de una prisión de alta seguridad del narcotraficante, Joaquin “El Chapo” Guzmán, el pasado 11 de julio, su figura comenzó a tomar tintes legendarios, como lo constataron diferentes “narcocorridos” y manifestaciones populares que enaltecen al líder del Cártel de Sinaloa.
“Sinaloa está de fiesta porque el jefe de regreso a la casa está…”, reza la letra del “narcocorrido” llamado “La segunda fuga del Chapo”, que interpreta la banda Rejegos, informó el HuffingtonPost.
¿Qué es lo que se esconde detrás de esta fascinación? De acuerdo con Marco Eduardo Murueta: una venganza simbólica
“Es el personaje que logra burlar a las autoridades contra las cuales hay tantos resentimientos acumulados. Son sociedades en vergüenza. Los humilla. Y ellos sienten de que en este caso son ellos humillando a Peña Nieto. Que tanto se había jactado que ya no lo iba a dejar ir. Es una forma de sentir venganza no sólo por ‘El Chapo’, sino por la Reforma Energética, la Reforma Educativa, y demás frustraciones”.
De acuerdo con el presidente de la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología (Amapsi), los antihéroes responden a la misma función social que tienen las caricaturas o sátiras políticas, que tienen como trasfondo ver humillados a los supuestamente poderosos.
Por otra parte, Montes de Oca Tamez agrega que el caso del “Chapo” es el de alguien que representa a un ciudadano en déficit económico, y que encuentra una salida.
“Representa a un personaje rural marginal, como la mayoría de personas están pasando por problemas de la misma naturaleza y como síntoma lo toman como escudo. Él sí pudo lograrlo, él sí salió, él afronta la autoridad, la enfrenta, la pone en tela de juicio”, interpreta Montes de Oca.
¿NATURALEZA VIOLENTA?
La afinidad por figuras delictivas puede ser sentida consciente o inconscientemente, por personas inmersas en un contexto de violencia, sin embargo, la postura del Instituto Nacional de Psicoanálisis es que las personas no nacen con una naturaleza violenta.
“A nivel psicológico y neurológico el hombre nace bueno por naturaleza. Tiene todos los elementos para poder ser una persona exitosa de bien, con educación y capacidad”, detalló el rector Montes de Oca.
Estar sumido en un contexto violento hace que las personas estén más propensas a adoptar comportamientos disfuncionales, violentos o agresivos, que utilizan para desenvolverse en esos ambientes. Como es el caso de muchos focos rojos de violencia en México, donde la violencia es ambiental, dice el experto.
“Qué sucede ene el intermedio, bueno, pues vamos viendo. Que la falta de oportunidades, de educación, de transparencia, de lo simbólico, educación deficitaria, problemas de alimentación, falta de oportunidades, violencia, pues eso obviamente va a repercutir en la psicología futura”, continúa.
En qué momento se articula lo sano con lo patológico del exterior. Las zonas rojas en el país, tanto en áreas urbanas como rurales, pueden dar lugar a nuevas formas de aprendizaje derivadas de la violencia.
“Si pensamos en pandillas, independientemente, de la edad, por lo general son jóvenes que se asocian a esa sociedad porque les da una protección. Un poco substituyen a una familia, o a la falta de una familia”, explica la encargada del departamento de Psicología de la Universidad La Salle.
Este punto estaría relacionado con la manera en que está estructurada una familia. Durante un seminario sobre el Día de la Familia la maestra Katia Villafuerte explicó que la conformación de las familias en México ya no es la de antes.
“El concepto al que estamos acostumbrados [que es padre, madre e hijos], se ve muy diferente, está muy alejado de la realidad, pues desde hace unas décadas el concepto se ha ido modificando”, citó un comunicado de Notimex. Este fenómeno está directamente relacionado con las condiciones de precariedad que se viven en el país.
Otro aspecto que hace reproducir la violencia es la educación, ya que en México es usual enseñar bajo el condicionamiento.
“Los espantan, los amedrentan como una forma de controlarlos, entonces, más bien la educación promueve la vulnerabilidad de la gente. El miedo es una de las formas de mayor control”, hace hincapié el profesor Murrueta Reyes.
Esta suma de aspectos hacen que los jóvenes mexicanos en ambientes violentos estén más proclives a desarrollar una moral deficiente.
“Si no hay una familia que me ayude a esto. Y me la paso en la calle. Eventualmente, lo aprendo. Y si lo aprendí en casa, lo reproduzco en la calle, en medios sociales como pandillas. Casi siempre alguien que es testigo de violencia suele volverse victimario”.
TERAPIA COLECTIVA
Los psicólogos resaltaron que al igual que el Gobierno ha sido indiferente ante los hechos de violencia, lo es con los efectos en la salud mental que genera este fenómeno.
Los especialistas consideraron que teniendo en cuenta el ambiente violento que hay en el país, a pesar de los matices, deben de haber políticas públicas orientadas a sanar la salud mental de los ciudadanos.
“Si no hay psicoterapia social, o terapia colectiva, entonces se queda el trauma, con o mayor intensidad pero lo arrastran”, explica Eduardo Murueta, quien agrega que la excusa más recurrente en las autoridades es la falta del presupuesto, pero que esta rama de la psicología tiene amplios estudios y beneficios.
El Gobierno federal todavía no tiene la suficiente sensibilidad para considerar lo que los psicólogos podemos aportar en un proyecto como éste. Se pueden hacer desde talleres; dar psicoterapia familiar a las más vulnerables; folletería, videos, campañas, foros de expresión, aspectos culturales y deportivos, hacer protagonistas a las persona”.
Tras el tema de los recursos que podrían conllevar estos programas, Murueta piensa que hay un segundo factor, por el cual las autoridades no están interesadas en sanar a la ciudadanía. “No les conviene, porque sería empoderar a una comunidad y pues eso es riesgoso para los que lo tienen mal habido”, enfatiza.
Los psicólogos indicaron que la llamada “Guerra contra el Narcotráfico” sería un comparativo suficiente con cualquier otra guerra para decir que las secuelas de violencia en México se arrastran durante generaciones.
Un enfoque de cómo la sociedad busca sanarse a sí misma podría estar en la historia de este país, de acuerdo con Murueta.
“Por ejemplo, todo esto del traumatismo de la Revolución, donde murieron un millón de personas, se compensó un poco con florecimiento cultural que tuvo México en los años 20 con Vasconcelos, Diego Rivera, Frida Kahlo, Agustín Lara, el cine mexicano, esa efervescencia cultural es terapéutica, claro. Pero no sólo el arte. El deporte, el juego, el afecto. La seguridad. Hay muchas cosas que habrían que trabajar. Nosotros tenemos un calendario completo de trabajar”.
Otros aspectos que conllevan a una mayor rehabilitación social, de acuerdo con los consultados, son las condiciones sociales relacionadas con el empleo, el acceso a los servicios básicos y la reducción de los niveles de desigualdad.
– Con información de Sin Embargo