TODO SEA POR LAS CRIATURAS

Las niñas, los niños y los cambios en estas épocas.

Un docente pide a un alumno de primero de secundaria que haga el favor de guardar silencio o se retire del salón de clase ya que está interrumpiendo constantemente. El chico responde “te aguantas, es tu trabajo y para eso te pago”. Puede resultar algo increíble pero solo estoy contándoles lo que un maestro me comentó en un curso de capacitación en el que hablábamos de disciplina en el aula.

¿Qué papel tenemos las madres y los padres de familia? Pues, la verdad, el más importante y fundamental. No podemos dejar en manos de nadie el acompañamiento y crianza de los menores, y menos pensar que les corresponde hacerlo a las instituciones educativas. Las cosas se complican cada vez mas. Los factores externos (teléfonos celulares desde los primeros años de primaria, el acceso fácil a plataformas y redes sociales, las comparaciones y competencias y los modelos de supuestos ídolos en televisión e internet) muchas veces sustituyen nuestro quehacer.

Sin irnos a tiempos del siglo pasado, que por cierto es muy reciente, en las tres últimas décadas los modelos pedagógicos, tanto los de crianza como los educativos, han dado giros de 180 grados. Unos defendían que teníamos que dejarlos llorar y no cargar tanto, que debían comer todo aunque no quisieran, que los horarios tenían que ser establecidos, que se debían castigar conductas; y otros que jamás había que dejarlos llorar y debíamos tenerlos con nosotros en brazos el tiempo que se requiriera, alimentarlos a libre a demanda, no alzarles la voz, que jamás sientan que los reprimimos… y muchas otras que seguro ustedes conocen.

No pretendo entrar en discusión sobre qué sirve más o menos, o de cual corriente forma infantes más sanos y seguros, porque no acabaríamos y muy probablemente no tendríamos una conclusión clara y convencida al respecto, pero de lo que estoy completamente segura es de que hay diferentes formas de amar. Por ello quisiera compartirles una que según mi punto de vista empatiza con cualquier corriente educativa y de formación en las etapas fundamentales, que son la niñez y la adolescencia.

Establecer límites, reglas y normativas desde los primeros años de vida es una forma de amar. Voy a dar un ejemplo muy simple: un bebé no puede tomar cerveza, porque no y punto, aquí bien vale la expresión; así como un niño no puede ir suelto en el asiento delantero de un coche, porque sabemos las consecuencias que tendría. Pues lo mismo pasa con conductas permisivas en exceso. Recuerdo una adolescente que en terapia me comentó un día “mis papás ni me quieren, les vale, me dejan hacer lo que yo quiero y ni se enteran, los de mis amigas siempre están pendientes”. Ellos mismos piden reglas, aunque no de manera consiente, porque las necesitan. Dejarlos solos y pensar que dándoles el celular desde los 7 años, comprarles ropa de marca, darles o prestarles coches de alto valor desde los inicios de su adolescencia o viajes y salidas sin supervisión y libertad en edades no maduras para ello son algunos ejemplos que llegamos a confundir con formas de amor y que son completamente incorrectas.

Hoy, niñas, niños y adolescentes necesitan mamás y papás presentes, en tiempo y calidad; pero, sobre todo, por las condiciones de vida que tenemos ahora, necesitan personas en paz y felices a su lado, que acompañen su crecimiento con el máximo amor que se tenga, con libertad y con disciplina. Estas tres grandes herramientas que todos tenemos, y que en cualquier etapa son bienvenidas, deben ser empleadas en la tarea tan hermosa y nada sencilla de acompañarlos en la base de su vida futura: la infancia.

Feliz Día de la Niña y el Niño. Y si por algo nuestra propia infancia interna no nos deja estar emocionalmente estables, trabajemos en nuestro yo de pequeñitos. Quiéranlo mucho, que necesitamos estar bien para compartir una vida sana con los nuestros. Nos seguimos leyendo por aquí.

Marianela Villanueva

FB Marianela Villanueva IG: @marianelavipo X; @mnelav

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