Gente tan más rara. Hablan de derechos jurídicos y del respeto social a las diferencias. Pero no salga cualquier otro a decir lo que piensa (así sea para moderar posiciones), porque entonces se les olvida el respeto y les importa muy poco sus garantías jurídicas. Con tales parámetros de intolerancia, la legítima defensa de derechos se vuelve poco menos que un escaparate ideológico que parece estar hecho para dotar de legitimidad a lo que no es más que una estéril invitación a la injuria y la descalificación.
¿Lo peor? Si se les confronta se le tilda a uno tramposamente de retrogrado e intolerante, pero en cambio si no aceptas de buena lid la totalidad de sus comentarios, se te toma por falto de criterio e incapaz de aceptar críticas y chascarrillos. ¿De qué se trata entonces?
Viejo loco, con toda seguridad este no es más que otro de esos payasos radicales católicos que les gusta ver la paja en el ojo ajeno, pero no ven la viga en el propio –podrá llegar a pensar cualquiera que se tome la molestia de leerme. Pero por extraño que parezca, si se trata de decir lo que del tema de los derechos homosexuales pienso, debo aclarar que no me considero homofóbico, después de todo, no le tengo miedo a quien decide ser homosexual. Tampoco me considero anti gay, no creo que odiar a quienes deciden serlo tenga sentido, de otro modo como católico que soy, contradeciría todo aquello en lo que sinceramente creo.
Tampoco creo necesario detenerme a cuestionar los motivos para estas y otras costumbres, porque soy de la opinión de que cada cual tiene sus muy particulares razones para vivir como quiere y es todavía muy poco lo que de este tema sabemos, como para atrevernos siquiera a sacar conclusiones provisionales.
¿Que hay muchos que diciéndose religiosos esconden sus más grandes miserias de odio bajo la defensa de los valores o la familia? Ni dudarlo. Como también hay quienes ocultan sus perversiones detrás de una sotana, e incluso quienes se llegan a ver dispuestos a solapar por interés su enjuiciamiento.
Pero no veo cómo será asumiendo que todos los creyentes tratan el tema con tal desproporción, atenderemos el tema con la debida seriedad y humana consideración, cuando al menos hasta donde recuerdo como creyentes, a lo que nos invita el mensaje por Jesús predicado en el evangelio, es al amor y el respeto de la dignidad humana.
Por cierto y sólo por pronunciarme con total claridad, respecto al muy particular tema de los escándalos de pederastia en los que se han visto envueltos algunos prelados de la Iglesia Católica en los últimos 30 años, hace falta decir que –como el propio Papa Francisco ha dicho en numerosas oportunidades–, quien es pederasta lo es desde mucho antes de siquiera ordenarse.
Sus muy cuestionables inclinaciones, no son pues, –como algunos han querido mañosamente sugerir–, resultado de las normas de celibato que sobre su condición pesan, de otro modo nos veríamos por congruencia, teniendo que desconfiar o mirar con suspicacia a cualquiera que siendo o no ministro de culto, hubiera pasado un muy amplio periodo de su vida sin pareja. Cosa por demás simplista y ridícula.
No. Definitivamente lo mío ni es odio, ni es miedo, pero no puedo ocultar que me parece injusto no poder decir lo que realmente pienso al respecto como católico, sin verme siendo señalado por otros como si de un intolerante se tratara. Como si por decirme abiertamente creyente y sinceramente preocupado por la existencia y desarrollo de la familia tradicional, me pronunciara en el acto, de acuerdo con atacar a cualquier otro que no estuviese de acuerdo con lo que creo.
Es que bueno, así empiezan los que piensan como tú, ya cuando acuerdas pasan de la defensa de los valores y la familia, al ataque de quienes no piensan parecido –dicen algunos; el problema es culpa de la religión, sus adeptos no son más que una monserga de manipuladores doble moralistas que hablan de amor pero promueven el odio –afirman otros. Sin embargo, el problema –me parece–, no es ni de lejos que cada quien pueda vivir como mejor le parezca o que con ello se termine albergando la posibilidad de confrontaciones.
En realidad la idea de vivir cada quien como mejor le parece con entera libertad, por si sola me parece importantísima y hasta necesariamente defendible en términos de respeto básico. La cosa es que si el mismo rasero de ideas que se vierten en contra de las posiciones que mayores reservas expresan en este tema, se aplicara para quienes apoyan la causa gay, el resultado colectivo habría de ser cuando menos desproporcionado en términos de convivencia social, porque implicaría dejar sin efecto las condiciones humanas básicas que históricamente nos dieron soporte civilizatorio.
Sin embargo, no quisiera detener la reflexión del tema en este punto, toda vez que ya he dedicado en otras oportunidades una muy amplia consideración al respecto. Lo que es más, si de discutir la cuestión en términos de aceptación social se tratara, habría que decir con total sinceridad, que no pocos de quienes defienden la causa del lobby gay, han dicho que si el propio Jesús viviera hoy en día, con toda seguridad estaría de acuerdo con su causa, toda vez que este, siempre se mostró sensible a las causas de los desamparados y perseguidos.
Pero si hemos de ser sinceros, hoy lo más difícil no parece ser gay, sino cristiano.
Porque para decirlo con toda claridad y por polémico que parezca, los gays se han convertido por muy diversas razones, a merced de la lucha que por sus derechos jurídicos han establecido en los últimos 40 años, en un grupo ampliamente protegido por numerosas leyes y ordenamientos jurídicos, mientras que los creyentes que se atreven a mencionar la posición de la Biblia sobre el tema, son en no pocas ocasiones vilipendiados públicamente por los medios de comunicación y pueden incluso llegar a ser encarcelados acusados de promover el odio.
Así las cosas, más allá de la posición que se asuma al respecto, me pregunto: ¿De qué se trata al promover la hostilidad? No hay desde luego una respuesta clara, pero lo menos que cabría esperar es que las mismas exigencias de tolerancia que alguna vez se hicieron a todos aquellos que no están de acuerdo con las posiciones más permisibles en el tema, se hicieran extensivas para aquellos que las promueven. So pena que de no hacerlo, cualquier posición que se asuma, deje sin efecto la posibilidad de expresarnos con respeto.