Además de ser una muy hermosa palabra, la rebeldía es sin duda uno de los más valiosos atributos del ser humano, particularmente en los jóvenes. La historia nos muestra cómo esa fuerza ha sido el motor de los más importante cambios registrados por la humanidad a través de los siglos y los milenios. Como diría el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, “la rebeldía es la virtud original del hombre”. Rebeldía es inconformidad, desobediencia y ruptura; pero también apertura, cambio e innovación.
En términos políticos, la rebelión ha significado igualmente la herramienta más eficaz para alcanzar y conquistar derechos libertarios y democráticos, como evidentemente ha ocurrido en nuestro país. Rebeldes fueron los próceres de nuestra Independencia y los líderes de la Revolución. También quienes han encabezado incontables batallas y movimientos en aras de la libertad y la justicia, anhelos todavía no plenamente alcanzados.
Esto viene a cuento por los lamentables conceptos expresados por el diputado federal con licencia Ricardo Anaya Cortés, aspirante a la presidencia nacional del PAN, que para descalificar a su contrincante, el senador chihuahuense Javier Corral Jurado, lo culpó de llamar a una “guerra” intestina, a la división y el encono entre los miembros de su partido con su llamado a una “rebelión de las bases” contra el grupo encabezado por Gustavo Madero Muñoz, que se ha adueñado de la dirigencia nacional panista.
En su afán por descalificar a su rival durante el debate ocurrido entre ambos la semana pasada, el delfín de Madero Muñoz acusó a Corral Jurado de estar “en contra de todo”, de ser “amigo del dictador comunista Fidel Castro”, de encabezar movilizaciones al lado de personajes como Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y hasta de usar –¡horror!– el lenguaje de Andrés Manuel López Obrador. De pronto nos topamos de nuevo con el discurso reaccionario y rancio de los años sesenta, en un político de apenas 36 años de edad que propone la regeneración y modernización del partido fundado por Manuel Gómez Morín en 1939 y que está hoy sumido en la corrupción y el descrédito.
La andanada del queretano en contra de la rebeldía manifestada y promovida por el aspirante chihuahuense me hizo ponerme seriamente a buscar algunas definiciones y reflexiones sobre ese término satanizado por el panista. Encontré verdaderos primores. Entre ellos, algunos que le haría bien conocer al joven Anaya Cortés antes de emitir sus sermones condenatorios. Estos son algunos, además del ya citado de Schopenhauer:
Alejandro Dolina: El arte es la rebelión del hombre ante la malvada estupidez de los sucesos cotidianos.
André Malraux: El arte es una rebelión contra el destino.
Cardenal de Retz: Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto.
Alejandra Pizarnik: La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos.
Thomas Jefferson: Dios nos libre de pasar 20 años sin una rebelión.
Jiddu Krishnamurti: (…) Esto significa que deben vigilarse a sí mismos, que deben percatarse más y más de las influencias que buscan controlarles y dominarles; significa que jamás deben aceptar irreflexivamente, sino que deben cuestionar siempre, investigar y hallarse en estado de rebelión.
Marlon Brando: Me sorprendí cuando las camisas, los pantalones vaqueros y chaquetas de cuero de repente se convirtieron en símbolos de la rebelión.
Benito Pérez Galdós: Ésta, marchando hacia la casa, absorta, pensativa, triste, oía zumbar en su oído la funesta voz que ha tiempo, en sus desvelos y en sus meditaciones, le decía: -Rebélate, rebélate. Tu inteligencia es superior. Levántate; alza la frente; limpia tus ojos de ese polvo que los cubre, y mira cara a cara el sol de la verdad.
Arturo Pérez-Reverte: Ante una infamia es vil guardar silencio, y es digno rebelarse y combatirla.
Thomas Edward Lawrence: La rebelión era el más grave paso político que podía tomarse en aquellas circunstancias, y el fracaso o el éxito de la revuelta árabe era una apuesta demasiado azarosa para poder prever su desenlace. Por una vez, con todo, la suerte favoreció al audaz jugador, y la epopeya árabe empezó a hollar su tormentoso sendero entre la debilidad, el dolor y la duda, hasta la victoria final.
Otra de Lawrence: Las rebeliones pueden hacerse con un dos por ciento de la fuerza en activo, siempre que el 98 por ciento pasivo simpatice con la causa.
Ismaíl Kadaré: No existe pasión o pensamiento maléfico, adversidad o catástrofe, rebelión o crimen, que no proyecte su sombra en los sueños antes de materializarse en el mundo.
Henrik Johan Ibsen: Un verdadero espíritu de rebeldía es aquel que busca la felicidad en esta vida.
Oscar Wilde: La desobediencia es la virtud original del hombre. Mediante la desobediencia y la rebelión se ha realizado el progreso.
George Orwell: Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado, no serán conscientes. Éste es el problema.
Ninguna alusión tan amorosa y tan simple, sin embargo, como la del escritor uruguayo (diablo comunista tal vez para Anaya) Mario Benedetti (1920-2009) en Te quiero, uno de sus poemas más conocidos: Tu boca que es tuya y mía/tu boca no se equivoca/te quiero porque tu boca/sabe gritar rebeldía…
Que nos explique Anaya Cortés cómo llama a lo que hicieron los estudiantes en 1968, sin cuyo movimiento de amor rebelde no podríamos explicar las libertades de las que ahora gozamos. Que para salir de su lamentable ignorancia –con la que pone al PAN al extremo derecho de la geometría política, a contracorriente de los grandes ideólogos humanistas del albiazul— pregunte a quien fuera un chamaco arrebatado de aquellos tiempos, Diego Fernández de Cevallos, que desde las galerías de la vieja Cámara de Diputados estalló en rebeldía para reclamar a los legisladores del PRI su corresponsabilidad en la masacre de Tlatelolco. Sí, penoso el aspirante a dirigir al PAN, tan joven y tan viejo… que no como una rolling Stone, sino como Díaz Ordaz. Válgame.
DE LA LIBRE-TA
Decisión ejemplar. En claro contraste con los afanes de Gustavo Madero Muñoz, que a pesar de la reciente debacle electoral del PAN se aferra a la presidencia de su partido y pretende perpetuar su poder a través de un sucesor cobijado por los recursos y la estructura panistas, el dirigente del Partido de la Revolución Democrática, Carlos Navarrete Ruiz, ha decidido sin que nadie se lo pidiera, poner su cargo a disposición del Consejo Político Nacional perredista, en aras de una auténtica renovación incluso generacional del partido del Sol Azteca. El político guanajuatense dice estar convencido de que el PRD debe asumir su compromiso histórico de convertirse en una verdadera y viable opción de izquierda en nuestro país. Y da un paso en ese sentido.
Fuente: Sin Embargo.