La selección mexicana empata en juegos eliminatorios, así como en este amistoso contra Perú, aunque pierde por goleada en cuanto a confianza.
Hace no mucho tiempo la selección mexicana de futbol que dirige José Manuel de la Torre era un equipo batallador e intenso, casi dominador de un sistema que apostaba por abrir el juego por las bandas de forma mordaz, imaginativa y efectiva.
Hace no mucho tiempo, ese mismo equipo tenía un sello dinámico y batallador en todos los sectores del campo y con eso le bastó para ilusionar a más de uno.
Pero anoche, en la cancha del Candlestick Park de esta ciudad, contra una representación de jugadores peruanos desconocidos e inexpertos, quedó muy claro que esos valores, quién sabe dónde y por qué se extraviaron en un enorme océano de inseguridades y pretextos.
¿Qué ensayo tuvo lugar anoche para un entrenador que no se paró de su asiento en la banca ni una sola ocasión para exigir a sus jugadores mayor entrega y determinación o, en todo caso satisfecho con lo que estaba viendo, reconocer con aplausos el desempeño de sus muchachos? Pero eso sucedió. Ni el flemático e irascible hombre que dice no soportar perder en nada, fue capaz de mostrar, así fuera por teatralidad, más que frialdad y desencanto.
La selección mexicana de futbol tuvo un registro muy por debajo de sus necesidades en uno de los dos partidos que le “servirán” de preparación para tres enfrentamientos muy importantes en la eliminatoria rumbo a la Copa del Mundo en Brasil 2014: frente a Jamaica (4 de junio) y Panamá (7 de junio), de visitante, y ante Costa Rica (11 de junio), de local.
La deuda se incrementa en el tema de la generación de juego ofensivo. Anoche salió la selección del Chepo con cuatro hombres al frente: Ángel Reyna y Pablo Barrera, como volantes por izquierda y derecha, respectivamente; con Rafael Márquez Lugo y Raúl Jiménez más adelantados, pero nada pudieron lograr. Poco o nada, es cierto, recibieron de los contenciones Carlos Peña y Gerardo Torrado. Y hablar de que los defensas laterales, Gerardo Flores —por derecha— o Jorge Torres Nilo —por izquierda— aportaran algo, sería ser demasiado magnánimo.
Desde el arranque de la segunda mitad, el Chepo de la Torre cambió a Torrado y a Peña por Jesús Molina y Héctor Herrera. Un poco más adelante mandó a Omar Bravo por Márquez Lugo. Resultado: más de la misma inoperancia. O peor, pues cuando el árbitro Ricardo Salazar decidió regalarles un penal, por una supuesta falta a Bravo, llegó Reyna para fallarla y mostrar que el mal a curar no es cutáneo.
No es ninguna exageración esto último. El equipo continúa sin mostrar, ni en la versión europea, ni en la de la Liga Mx, a un líder en la cancha. Corren y luchan, pero donde no deben y donde no tiene ningún caso que lo hagan. Son imprecisos aun cuando juegan de forma desesperadamente semilenta.
Y esto es lo que construye lo absurdo. Vamos, no tienen la gracia ni para aprovecharse de el gran apoyo de su fanaticada y del impropio amor del arbitraje.
El equipo nacional empata y empata en los marcadores (en eliminatoria y este amistoso), pero pierde por goleada en confianza y competitividad.
Con información de: http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/fc2f3bccb9e8c11b2f043b3521bb8ac5