Al referirse a la mexicana Guadalupe García, más conocida como madre Lupita, y a la colombiana Laura Montoya, el papa Francisco unió sus vidas con una frase: “Ellas tocaron la carne de Cristo”. Y luego recordó algunos rasgos de cada una. “Santa María Guadalupe”, subrayó, “renunció a una vida cómoda para seguir la llamada de Jesús, amó la pobreza para poder amar más a los pobres y a los enfermos. Madre Lupita se arrodillaba en el suelo del hospital delante de los enfermos y de los vagabundos para servirlos con ternura y compasión. Todavía hoy sus hijas espirituales tratan de reflejar el amor de Dios en las obras de caridad, sin escatimar sacrificios”. Sobre la religiosa colombiana, dijo: “Santa Laura Montoya es la primera santa nacida en la bella tierra colombiana y nos enseña a ser generosos con Dios, a no vivir la fe en soledad –¡como si fuese posible vivir la fe aisladamente!–, sino a comunicarla, a llevar la alegría del Evangelio mediante la palabra y el testimonio de vida allá donde nos encontremos”.
La madre Lupita nació en Zapopan en 1878 y fue cofundadora de la congregación de las Siervas de Santa Margarita María de los Pobres. Sufrió persecución durante la Guerra Cristera (1926-1929) y a pesar de ello atendió a los heridos de ambos bandos. Murió en Guadalajara a la edad de 85 años. Actualmente, las hermanas de su congregación están presentes, además de en México, en Perú, Estados Unidos, Islandia, Grecia e Italia. Laura Montoya nació en Jericó (Antioquia) y fundó la Congregación de las Hermanas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena. Fue maestra de escuela, defensora de los indígenas, escritora y mística. Según el Vaticano, el milagro que la llevó a los altares se verificó en la persona de un médico de Antioquia, Carlos Restrepo, que padecía un mal incurable y sanó después de encomendarse a Madre Laura. El doctor Restrepo estuvo presente en la ceremonia de canonización en la plaza de San Pedro y entregó al papa Francisco una reliquia de la nueva santa.
Con respecto a los mártires italianos, el Papa dijo: “Alrededor de 800 personas que sobrevivieron al asedio y la invasión de Otranto por parte de los otomanos y que fueron decapitados a las afueras de la ciudad [por negarse a renunciar a la fe católica]. ¿Dónde encontraron la fuerza para permanecer fieles. Precisamente en la fe, que nos hace ver más allá de los límites de nuestra mirada humana (…) Mientras los veneramos a ellos, pidamos a Dios que sostenga a tantos cristianos que, precisamente en estos tiempos y en tantas partes del mundo, todavía sufren violencia. Que les dé valor para ser fieles y para responder al mal con bien ”.
Con información de: http://internacional.elpais.com/internacional/2013/05/12/actualidad/1368379838_422102.html
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Una mexicana y una colombiana, primeras santas del papa Francisco
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