res jóvenes yazidíes que lograron escapar de la esclavitud sexual a la cual fueron sometidas por militantes del grupo radical autodenominado Estado Islámico (EI) le contaron a la BBC sus estremecedoras experiencias.
En su visita a Londres, las jóvenes lucen frágiles, bellas y muy asustadas.
No quieren mostrar sus rostros frente a la cámara porque, aseguran, todavía tienen amigas y familiares secuestrados por el grupo y temen que ellos puedan sufrir represalias.
“Fuimos violadas hasta cinco veces al día”, dice Bushra, una joven de 20 años.
“Una muchacha fue al baño y se cortó una de sus muñecas. Como no murió, se cortó la garganta. Los guardias me buscaron y me dijeron que fuese a identificarla. Dijeron que era mi amiga. No la pude reconocer. Había demasiada sangre en su cara. Los guardias la envolvieron en una sábana y la lanzaron a la basura”.
Proceso de selección
A medida de que avanzan por grandes extensiones territoriales de Siria e Irak, los comandantes de EI no tienen piedad con las religiones minoritarias que puedan comprometer su visión de un nuevo califato gobernado por la sharía, ley islámica.
Los yazidíes no son ni musulmanes ni cristianos, adoran un ser supremo que se conoce como Yasdan. Se lo considera de un nivel tan elevado, que no puede ser adorado directamente.
“Es una fuerza inactiva, el creador del mundo, no su guardián. Siete grandes espíritus emanan de él, de los cuales el más grande es el ‘Ángel Pavo Real’ conocido como Malak Taus, ejecutor activo de la voluntad divina”, explica la autora británica Diana Darke.
A los ojos de EI, adorar al “Ángel Pavo Real” los convierte en adoradores del diablo y un blanco válido de su extremismo.
Bushra se estremece al recordar cómo EI atacó su pueblo, hace casi un año.
“En una noche, atacaron dos pueblos vecinos. Hubo combates hasta las seis de la mañana. Nuestros familiares en el pueblo cercano nos dijeron que nos fuéramos porque no había soldados peshmerga, solo hombres yazidíes. Pero los peshmergade nuestro pueblo nos dijeron que nos quedáramos y que no nos preocupáramos porque ellos nos defenderían”.
Los peshmerga son el brazo armado del gobierno regional kurdo.
Noor tiene 21 años y cuenta qué pasó cuando EI invadió su pueblo.
“Separaron a los hombres de las mujeres y los niños, se los llevaron y les dispararon. Yo tengo siete hermanos, uno de ellos consiguió escapar. Los otros seis todavía están desaparecidos. A mi madre se la llevaron junto a otras 70 mujeres mayores. Vimos un excavadora y oímos tiros”.
Solo las mujeres jóvenes se salvaron, muchas de ellas desearían no haberlo hecho.
Con 16 años de edad, Munira cuenta que los militantes de EI las llevaron a un salón de clases de la escuela de su pueblo.
Y allí comenzó el proceso de selección.
“Los comandantes de EI tienen entre 50 y 70 años. Yo tenía 15 años cuando fui escogida por un comandante. Dijo que las chicas menores eran mejores que las mayores. Ellos usualmente escogen las más bellas y jóvenes para sí mismos”.
Después de pocas semanas, se aburrió de ella. “Abu Mohammed dijo: ‘Yo tuve esta niña cuando era virgen. Ahora me aburre. Quiero otra’. Me vendieron a Abu Abdulá quien también me violó. A los pocos días, se aburrió de mí. Me vendió a Emad. Si no me hubiese escapado, me hubiera vendido también”.
Brutalidad
Las tres jóvenes fueron golpeadas y violadas diariamente durante su cautiverio. Aunque traumatizadas y exhaustas, no desperdiciaron la mínima oportunidad para escapar.
Cuando Noor trataba de salir por una ventana, su captor, Salman, la agarró y le dijo que sería castigada.
“Salman y sus guardias me golpearon y me quemaron con cigarrillos. Salman me ordenó que me desvistiera, me dijo: ‘Te advertí que no te escaparas, ahora sabrás cuál es tu castigo’. Dejó que los seis guardias entraran, cerraron la puerta y me violaron brutalmente. No sé cuántas veces”.
Las tres muchachas pudieron huir y estuvieron viviendo en campamentos para desplazados internos en Irak. Allí, la organización no gubernamental con sede en Reino Unido Fundación Amar organizó una visita a la nación europea para que contaran sus historias y ayudaran a disuadir a jóvenes británicas de viajar a Irak para unirse a EI.
Noor, Bushra y Munira se sentaron frente a tres adolescentes en la Academia de Bristol, una escuela secundaria de esa ciudad en el sur de Inglaterra.
Nasra Ahmed es una joven de 18 años que dice que está en contacto, a través de las redes sociales, con Yusra y otras jóvenes que se han unido a EI.
Asegura que “ellas dicen que tienen una casa linda, un esposo, dinero, todo lo que una chica de 15 años desearía“.
“Son mentiras”, Noora dice con rabia. “Ellos les prometen una casa bonita, servidumbre y un automóvil, pero mienten”.
Otra estudiante, Ikram Hassan, de 14 años, les pregunta: “¿Qué consejo les darían a las muchachas que quieren unirse a EI?”
Munira responde: “Mi mensaje es: no vayan. Serán violadas y golpeadas y vendidas a otros hombres. Son criminales”.
En otra escuela, en Birmingham, los profesores y los líderes comunitarios intentan transmitir este mensaje a través de una campaña llamada “Abran sus ojos”, en la cual muestran videos de las atrocidades de EI.
Las estudiantes, que en su mayoría son musulmanas, ven con interés a las tres jóvenes yazidíes cuando entran en el salón para conversar con ellas.
Nasra les cuenta sobre la violaciones y los asesinatos.
“Siento que me muero por dentro cuando oigo que hay muchachas que se van para allá. No le desearía a nadie lo que he visto y por lo que he tenido que pasar“.
Las alumnas están notablemente conmovidas. Una se disculpa, en nombre de la mayoría de musulmanes pacíficos, por los ataques a los yazidíes.
Este contacto directo con chicas de su edad ha tenido un efecto claro.
Tristemente, las tres jóvenes tienen que regresar a Irak.