Un video que muestra los últimos momentos de Rhonita Miller y sus cuatro hijos, integrantes de la familia LeBarón. En él, sicarios de La Línea discuten cómo asegurarse de que están muertos: con fuego. Esa evidencia está en manos de la Fiscalía General de la República.
El 3 de noviembre, un centenar de sicarios de La Línea, brazo armado del Cártel de Juárez, sentenciaron sin saber a 16 personas de una familia que horas más tarde serían emboscadas.
Ese día se reunieron en un rancho perteneciente a su líder. Eran 100 personas fuertemente armadas que determinaron recuperar la región de Agua Prieta, Sonora, de manos de sus rivales del Cártel de Sinaloa. Se dividieron en dos grupos: uno de 60 sicarios al mando de El Gil y otro de 40 sicarios bajo órdenes de Freddy Calles Romero El Tolteca, actualmente vinculado a proceso en México por el ataque contra los LeBarón.
Entonces los sicarios de El Tolteca se colocaron en dos puntos carreteros estratégicos y se les dio una orden: “disparar a cualquiera, ya sea un civil o policía, a cualquiera”. Por eso cuando la camioneta en la que viajaba Rhonita con sus cuatro hijos por el primer punto y Christina y Dawna en otros dos vehículos con otros 10 niños pasaron ahí, los cosieron a tiros.
La emboscada a la caravana de los LeBarón
El 4 de noviembre, aproximadamente a las 09:30 horas, una caravana de 3 camionetas Suburban salió del rancho de la Mora. Rhonita Miller viajaba con sus cuatro hijos, Christina Langford con su bebé y Dawna Ray con otros nueve niños.
El primer ataque fue contra el vehículo que manejaba Rhonita junto a sus cuatro hijos de 12, 10 y dos gemelos de 8 meses. Su viaje se retrasó debido a que el auto en el que viajaba se descompuso; sin embargo, regresó a su hogar en un rancho en La Mora, Sonora, y tomó otra camioneta. Momentos después, ya sobre la carretera llegó a uno de los puntos estratégicos establecidos por La Línea. Ella y sus cuatro hijos menores de edad se enfrentaron a cinco minutos de fuego intenso de rifles automáticos, rifles de precisión y ametralladoras. Les dispararon 923 veces, 321 de ellas, impactaron en el vehículo. Según los familiares de las víctimas, aún encuentran casquillos en la zona derivado de la magnitud de la agresión.
Los LeBarón presentaron evidencias para demostrar que a Rhonita y a sus hijos los quemaron vivos, porque consiguieron que Enrique Baeza, de la Fiscalía Especializada en materia de Delincuencia Organizada de la Fiscalía General de la República en México, presentara ante el juez estadunidense partes de un video donde los sicarios que dispararon contra la camioneta se acercaron al vehículo para prenderle fuego. Un acto de terrorismo del cual el gobierno mexicano tiene evidencia y presentó ante una corte de Estados Unidos. Ésta es la conversación que se alcanza a distinguir:
“Ah, no, ya lo hicieron un desastre en serio, hombre.”
“Van a terminarlo, viejo.”
“No viejo, ellos se quedaron.”
“Míralo. No, no debe ver nada.”
“Dispárale, no lo des por hecho.”
“Quémala.”
“Oye, no lo rodees, detente.”
“Ok, ok.”
“Esto está jodido.”
“Mierda.”
Se pudo descubrir que uno de los pequeños intentó escapar del vehículo, pero no lo logró, y que otro murió en el suelo junto al vehículo. Expertos contratados por la familia LeBarón para analizar la escena de los hechos aseguran que los sicarios arrojaron gasolina o algún combustible dentro del vehículo antes de incendiarlo.
Además, de acuerdo con las autoridades mexicanas que fueron consultadas para la demanda civil que se presentó contra el Cártel de Juárez y La Línea, esta última organización ha tomado como su firma personal la quema de vehículos tras sus agresiones y ejecuciones, para intimidar a civiles y políticos de la región.
A poco más de 14 kilómetros, Christina Langford y su bebé de 7 meses, fueron emboscadas en un segundo ataque. Según la evidencia que se presentó en Estados Unidos, Christina salió del auto, levantó las manos y suplicó por su vida y por la de su bebé, pero igual la asesinaron con cuatro tiros. Su bebé quedó abandonado en medio del desierto y al final fue rescatado con deshidratación severa.
Minutos después, Dawna Ray llegó al lugar donde habían asesinado a Christina. Intentó ayudarla, pero los sicarios lo evitaron: comenzó de nuevo la lluvia de balas y ella solo alcanzó a gritarle a los pequeños que se agacharan y se protegieran. La asesinaron a ella y a dos de los niños, al resto los abandonaron en el desierto. Según la reconstrucción de los hechos, realizada por doctores y expertos contratados por los LeBarón, Dawna pudo ver, durante su agonía, cómo sicarios armados hasta los dientes y con camuflaje, asesinaban a uno de sus hijos.
El resto, siete pequeños menores de edad tuvieron que soportar el frío y las heridas antes de ser rescatados. Uno de ellos tenía un daño en la quijada por un disparo lo que causó que hasta la fecha le hagan falta algunos dientes. Finalmente, tras casi 10 horas de búsqueda, fueron encontrados con vida. Hasta la fecha, el menor que fue herido en la quijada sigue adelante su vida sin algunos dientes.
El crimen, declarado por un juez federal de Estados Unidos como un acto terrorista, fue tan brutal que estableció que el Cártel de Juárez, identificado como una entidad ligada al narcotráfico internacional, debe pagar más de 4 mil millones de dólares a las familias Miller, Langford y Ray a manera de reparación del daño. Actualmente, en México, 24 personas han sido detenidas por este crimen.
Milenio