Durante casi una semana, hombres enmascarados blandiendo armas, leales a una pandilla local de drogas, arrasaron con esta ciudad a lo largo de una ruta clave del narcotráfico.
Oficiales de policía y soldados se quedaron parados mientras los sicarios patrullaban las calles en busca de rivales, llevándose por la fuerza a 14 hombres de los cuales nada se ha vuelto a saber.
”Ellos están peleando por la ruta a través de Chilapa’’, dijo Virgilio Nava, cuyo hijo de 21 años de edad, camionero en el negocio familiar de suministro de materiales para la construcción, no tenía a todas luces vinculo alguno con pandillas, fue uno de los hombres detenidos en mayo. ”Sin embargo, nosotros somos los afectados’’.
Estados Unidos ha presionado desde hace varios años a países que combaten a poderosos cárteles de drogas, como México, a que decapiten a los grupos mediante la muerte o arresto de sus líderes.
El pináculo de esa estrategia fue la captura del narcotraficante más poderoso de México, Joaquín Guzmán Loera, mejor conocido como ”El Chapo’’, quien escapó de manera espectacular el mes pasado de una prisión de alta seguridad.
Y si bien los arrestos de capos logran llamativos titulares periodísticos, el resultado ha sido una fragmentación de los cárteles y marcados aumentos de violencia en lugares como Chilapa, ciudad de aproximadamente 31,000 habitantes, a medida que grupos de menor tamaño pelean por el control.
Al igual que una hidra, todo parece indicar que cada vez que el gobierno corta un cártel, surgen múltiples grupos más, a veces incluso más cruentos, para ocupar su lugar.
”En México, esto ha sido una copia de la estrategia estadounidense de combate al terrorismo en cuanto a objetivos de alto valor’’, dijo Raúl Benítez Manaut, profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien se especializa en temas de seguridad.
”Lo que hemos visto con la estrategia de objetivos de alto valor es que Al Qaeda ha sido disminuida, pero apareció un monstruo llamado Estado Islámico. Con los cárteles, ha sido similar’’.
Si bien los grandes cárteles son como monopolios, involucrados en la producción, transportación, distribución y venta de drogas, dicen expertos, los grupos menores a menudo carecen del alcance internacional y solo controlan una porción de la cadena de abasto de drogas.
Además, con frecuencia estos grupos recurren a otras actividades criminales para acrecentar sus ingresos, como secuestro, robo de auto, protección a establecimientos comerciales y tráfico humano. Y si bien los grandes cárteles tienen los recursos para comprar a funcionarios gubernamentales en el ámbito nacional, las pandillas menores suelen concentrarse en los ámbitos local y estatal, a menudo con desastrosas consecuencias para comunidades.
Eso quedó abundantemente en claro en un caso que dejó pasmada a la nación el año pasado, cuando 43 estudiantes desaparecieron en Iguala, ciudad a corta distancia de Chilapa.
Investigadores del gobierno dicen que el presidente municipal y la policía en Iguala estaban aliados con una pandilla local de narcotraficantes, los cuales asesinaron a los estudiantes y quemaron sus cuerpos. Como aquí, las desapariciones tuvieron lugar en medio de una lucha por territorio entre traficantes locales.
La fractura de los cárteles en pandillas menores requiere de un enfoque muy diferente respecto del que se está aplicando en el ámbito nacional, notan analistas.
Pero, incluso luego que la desaparición de los estudiantes volviera obvio que se necesitaban cambios fundamentales, la violencia y secuestros aquí en Chilapa han expuesto de nuevo la incapacidad o renuencia del gobierno a idear una respuesta efectiva.
”Es como si nada hubiera pasado alguna vez, como si no hubiera existido un solo precedente’’, dijo José Reveles, autor de libros sobre narcotráfico.
Gobiernos sucesivos han hablado sobre una vasta reforma de la policía del país, pero sus esfuerzos no han logrado acabar por completo con la corrupción y crear fuerzas de seguridad profesionales. El Presidente Enrique Peña Nieto propuso una serie de cambios en noviembre pasado, incluyendo la descentralización del control de la policía local en cada estado, pero eso aún no se ha llevado a cabo.
Todos estos problemas están dolorosamente de manifiesto aquí en Chilapa.
Residentes y funcionarios del gobierno dicen que Chilapa yace a horcajadas de una ruta para el tráfico de marihuana y pasta de opio que es disputada por dos pandillas. Ambas ascendieron después de que el gobierno lograra encarcelar o matar a los líderes del cártel de los Beltrán Leyva, mismo que previamente había dominado la región.
Un grupo conocido como los Rojos controla actualmente la ciudad, dijeron residentes y oficiales. Sin embargo, los pueblos rurales en la cercanía son controlados por los Ardillos. Algunos residentes han acusado abiertamente al alcalde de vínculos con los Rojos, lo cual él niega.
La violencia entre los grupos se ha estado acelerando durante meses. Un candidato para presidente municipal fue asesinado en mayo, a los pocos días de que un candidato para gobernador fuera amenazado por hombres fuertemente armados operando un retén.
Es común que aparezcan cadáveres, a veces decapitados o con señales de tortura. El mes pasado, un cuerpo decapitado fue dejado con una nota: ”Aquí está su basura, tlacuaches con colas’’. A los dos días, siete cuerpos fueron hallados. Uno había sido decapitado, con un mensaje cortado en el torso: ”Atentamente, Rojos’’.
Los residentes dicen que los sicarios que arrasaron con el pueblo el 9 de mayo eran encabezados por los Ardillos. Los invasores desarmaron a la policía local y empezaron a llevarse hombres por la fuerza.
”Cuando ellos se llevaron a la gente, había policía y soldados ahí, y ellos no hicieron nada’’, dijo Victoria Salmerón, cuyo hermano, vendedor de ropa, desapareció durante la ocupación. ”Era como si ellos estuvieran de su lado’’.
Desde que terminó la ocupación el 14 de mayo, policía federal y estatal ha permanecido para guardar el orden, al tiempo que oficiales han prometido que investigarán las desapariciones. Sin embargo, prácticamente no hay señales de progreso.
Aldy Esteban, el administrador del gobierno municipal, dijo que no se había arrestado a un solo líder de cualquier pandilla desde la invasión de mayo.
”Existe clara evidencia de quién se los llevó, pero no hemos tenido respuesta alguna’’de las autoridades, dijo Bernardo Carreto, agricultor que vio cómo sus tres hijos eran levantados cuando llegaron a Chilapa para vender un becerro. ”Ellos no nos están haciendo caso. Nadie ha sido arrestado. No ha pasada nada’’.
Recientes datos del gobierno muestran que la tasa nacional de homicidio ha estado bajando de manera constante desde su máximo nivel en 2011, lo cual el gobierno aduce como evidencia de que su enfoque está funcionando.
A pesar del descenso, muchas áreas del país siguen siendo sacudidas por la violencia conforme grupos de menor tamaño de traficantes combaten para ocupar el vacío dejado por el deterioro de los grandes cárteles.
Los expertos creen que incluso el poderoso cártel de Sinaloa, que es dirigido por Guzmán, con el tiempo terminará como otras grandes organizaciones de narcotráfico y se romperá en pedazos, incluso con su líder una vez prófugo.
”Para la delincuencia organizada de México, El Chapo no es el futuro’’, destacó Alejandro Hope, ex oficial mexicano de los servicios de inteligencia. ”El Chapo es un remanente, un poderoso remanente, pero de todos modos un remanente del pasado’’.
Al referirse al estado convulsionado por la violencia donde se localiza Chilapa, agregó:”El futuro es Guerrero’’.
Con información de: El Debate