Los youtubers argumentan que sin ellos Andrés Manuel López Obrador no habría ganado las elecciones. Y ese argumento les vale para ahora exigir derechos bajo el razonamiento de ¡Benditas redes sociales!
La presencia de youtubers de todo tipo en las mañaneras del Presidente ha generado controversia, particularmente por su protagonismo a la hora de preguntar cualquier cosa inimaginable.
Los yotubers se han convertido en las estrellas de las conferencias matutinas del Presidente. Sin control ni mucho menos filtro alguno, los youtubers entraron a Palacio Nacional y consiguieron su cometido: destacar a base de persistencia, cero vergüenza y mucho protagonismo.
A muchos de ellos no les interesa la información, quieren el escándalo, el entretenimiento y el espectáculo. Su objetivo no es informar, es ganar seguidores.
No nos equivoquemos. Los yotubers no son periodistas. La mayoría, insisto, no buscan la noticia, no quieren informar, pretenden hacer show. Y haberles permitido entrar a Palacio Nacional se está convirtiendo en un problema de seguridad, particularmente porque la cosa ya llegó a enfrentamientos violentos.
El último, hace unos días afuera de Palacio Nacional donde los supuestos seguidores de estos youtubers se manifestaron para agredir a los periodistas que cubren la fuente: “chayoteros, vendidos, mentirosos”, les gritaban e insultaban.
No es la primera vez que los periodistas que cubren las mañaneras del Presidente sufren ataques, en particular las mujeres. Las periodistas han sufrido el acoso y el hostigamiento en redes sociales debido a sus preguntas. A cada pregunta incómoda y cuestionado dirigida al Presidente, hay una turba de youtubers y seguidores que responde con insultos en Twitter o Facebook.
Mucho se ha escrito sobre el mal planteamiento de las mañaneras. Mucho se ha analizado la forma de comunicar del Presidente. Y todo es cuestionable y debatible, menos la violencia. Es inaceptable que a los periodistas se les persigue por hacer su trabajo. Las preguntas incomodas forman parte de su responsabilidad como informadores. Y eso no debe ser motivo de insulto ni mucho menos de persecución. ¡Basta!
Por activa y por pasiva se han pedido cambios en el formato de las mañaneras. Por ejemplo, dejar de enfocar a los periodistas en el momento de sus preguntas, dejar de decir su nombre y el de sus medios, dejar de ofrecer protagonismo a quién no debe tenerlo: el comunicador. Y todo lo anterior bajo el argumento de proporcionar seguridad a los periodistas.
El actual formato de las mañaneras ha creado un monstruo: los narcisistas. Youtubers, pasquineros e incluso “periodistas” que no escriben y que solo cuentan con una página en Facebook o un canal de Youtube a donde suben muy orgullosos sus preguntas dirigidas al Presidente.
Con el alto raiting que tienen las conferencias matutinas del Presidente, estos narcisistas han encontrado un enorme escaparate para exhibir sus talentos, sus rostros, sus “medios”, sus egos.
Y no pasaría nada si así fuera, el problema, es que todo eso ha generado un enorme desafío: comunicar, informar. ¿Se está informando realmente el mensaje de López Obrador? ¿Se está respetando el derecho de las audiencias? ¿Se está separando información de entretenimiento? ¿Se está salvaguardando la integridad de los periodistas?
No se vale. El trabajo de los youtubers es importante, pero no es periodismo. Por favor, seamos serios. Conozco algunos y respeto su trabajo, otros son amigos, pero no estoy de acuerdo que muchos de ellos se conviertan en porros o atacantes cibernéticos para defender sus espacios.
Los youtubers no deben constituirse como la guardia pretoriana del Presidente. No es su función defender al Presidente de las preguntas incisivas de los periodistas, de la critica contra el Ejecutivo. Su empoderamiento digital no debe ser excusa para permitirles semejante posición prepotente.
La situación ha escalado a niveles insospechados, tanto es así, que hay compañeras periodistas que ya no quieren cubrir las mañaneras. Y tienen razón. Primero está su seguridad y su tranquilidad. Y si eso no se puede ofrecer a las y los periodistas que cubren las conferencias, imagínense a los compañeros que están cubriendo narcotráfico.
Urge una reorganización, un replanteamiento de las conferencias. Urgen filtros para delimitar quién puede y quién no puede entrar. Urgen lineamientos, protocolos, métodos de trabajo, urge protección y garantías para cumplir mejor su función de informar.
Las mañaneras no pueden seguir siendo el escenario perfecto para hacerse famoso, el plató de televisión para trascender, la ocasión para linchar periodistas por sus preguntas, la excusa para difamar a quienes critican al Presidente.
En las más de 70 conferencias matutinas que ha dado el Presidente, han asistido 664 reporteros, fotógrafos y camarógrafos acreditados, pero todos los días se cuelan activistas, publicistas, administradores de cuentas de Youtube, Twitter o Facebook, estudiantes, blogueros, relaciones públicas, mercadólogos y ciudadanos varios.
Al Presidente le han hecho las preguntas más inverosímiles, gente que no debería haber ingresado a ese recinto: “Creo que todos queremos saber qué hace, si usted utiliza algún método alternativo, si utiliza compras hiperbólicas; tiene mucha energía de verdad, usted es como un corredor keniano, no lo hemos visto ni siquiera con un resfriado”, le preguntó Sandy Aguilera acreditada por el Grupo Larsa Comunicaciones de Sonora. ¿Es eso una pregunta.
Peor aún: el pasado 10 de diciembre, Miriam Martínez, representante de la empresa Grupo Argo Energy Global, le intentó vender una asesoría en materia energética al Presidente. También han participado niños del programa “radioaventureros” que le hicieron preguntas sobre la “fuga de cerebros”. O la ocasión en que Carlos Pozos, encargado de ventas de la revista Petróleo y Energía, le preguntó el tipo de sangre al Presidente. Y cuando ingresaron los representantes de Nikkel Inc, empresa especializada en electricidad y comunicaciones.
La mañanera es un coladero. Un show con momentos irrelevantes, prolongados y tediosos, precisamente por este tipo de preguntas. No debemos olvidar lo que significa una conferencia de prensa. Y lo peor de todo, estas mañaneras tienen ahora un alto costo para la seguridad de los periodistas. En un país como México, considerado el más peligroso del mundo para ejercer nuestra profesión, después de Siria, esta situación que se está saliendo de control, es para tomarse en cuenta.
Esto no puede seguir así. Por eso, es de celebrarse que la vocería presidencial haya informado que a partir de abril se restringirá el acceso a las conferencias y que los que estén interesados deben acreditar su trayectoria periodística. ¡Zapatero a tus zapatos, por favor!
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