Nos negamos a la modernidad

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El concepto de modernidad en una democracia debe de entenderse en su sentido más amplio. Un país donde se garantizan los derechos y libertades públicas de los ciudadanos, con un sistema de justicia eficaz, una administración eficiente, funcionarios de todos los niveles de gobierno competentes,  calles limpias y seguras, pero cuando leo algunas páginas de internet con las noticias más sobresalientes de México, veo que persisten los resquicios de un país rancio, clasista, una nación que excluye a grupos vulnerables y minorías y sobre todo una clase política que solapa la impunidad y la corrupción, las dos grandes enfermedades de México.

En la prensa internacional, específicamente en el New York Times,  y el Washington Post  en Estados Unidos y en los más importantes diarios de Europa, se ha destacado estos últimos meses el “espíritu” reformador del presidente Peña Nieto y el peso geopolítico de México para los próximos años. Algunos analistas consideran que si las reformas que contempla el Pacto por México llegaran a materializarse en este sexenio, el país tendría asegurado no solo un mejor futuro para los mexicanos, sino un lugar dentro de las democracias que influirán en el diseño de la nueva dinámica política y social del mundo.

Lo que no saben estos analistas es que el “presidente emprendedor”  el político moderno y eficaz, se niega todavía a dejar su ADN, no puede ocultar que en sus venas lleva la sangre de lo peor de ese supuesto viejo PRI. Casos como el de la Lady Profeco hija de Humberto Benítez Treviño, titular de la Procuraduría Federal del Consumidor o el de la SEDESOL en Veracruz, confirman que este gobierno continuará solapando la impunidad. Qué decir de la condonación que el Servicio de Administración Tributaria (SAT) hizo por más de 3,000 millones de pesos a Televisa, que aunque el SAT justificó que la empresa de Emilio Azcárraga se acogió al programa “Ponte al corriente”, se evidencia un trato preferencial a los empoderados grupos privilegiados.

Los ciudadanos seguimos siendo testigos de la impunidad y de la violencia que continua azotando a algunas regiones del país. Las buenas intenciones del Pacto por México no las vamos a creer hasta que el Presidente de la República y los líderes de los partidos políticos lleven ese supuesto discurso modernizador a la calle. Más de 112 millones de mexicanos convierten a este país en una región que puede aportar más esperanza para el mundo.

 
Jesus Monsivais
Twitter: @JesusMonsivais

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